Carlos Fernández-Vega
Como es costumbre, previa a la aprobación de la “reforma” fiscal calderonista (o lo que quedó de ella, tras su paso por el Congreso) los jilgueros de siempre narraron los mismos “cuentos de terror” que presagiaban oscurísimo futuro nacional si tal “reforma” no recibía el visto bueno de los legisladores.
Lo recibió, así sea por otras razones y con modificaciones, y los jilgueros dejaron los “cuentos de terror” para la siguiente ocasión, no obstante que la susodicha “reforma” no resolvió absolutamente nada, y de ello da cuenta la estimación de “crecimiento” económico en 2008: 3.5 por ciento sin “reforma”; 3.7 por ciento con “reforma”, es decir una “diferencia” de 0.2 puntos porcentuales, o lo que es lo mismo nada. Pero ya se aprobó, y son felices aunque toda siga igual.
Pues bien, superado ese capítulo, llegó la ocasión para que los jilgueros de siempre retomen el micrófono y cumplan fielmente con su encargo: narrar los mismos “cuentos de terror”, pero ahora sobre los oscurísimos presagios en el sector energético, si la respectiva “reforma” no recibe el visto bueno.
Cuando menos desde 1994, en tiempos de la campaña electoral, comenzaron a escucharse “severas advertencias”, como las llamó el equipo asesor del entonces candidato tricolor, porque “México ya no nada en petróleo; por el contrario, se agota”, ergo, “hay que privatizar”. De entonces a la fecha, lo único que ha hecho el gobierno en turno es debilitar, sistemáticamente, a las empresas estatales del sector, ahorcarlas financieramente, traspasar responsabilidades del Estado a la iniciativa privada y acelerar el paso de lo que se ha dado en calificar de “privatización silenciosa”, por muy estruendosa que sea.
Lo anterior a pesar de que en ese periodo (salvo en dos o tres años) el ingreso de divisas por concepto de exportación petrolera ha sido histórico y la capacidad de generación eléctrica, según dicho de la propia autoridad, incluso permite excedentes. ¿Dónde está el río de dólares provenientes de la exportación, especialmente en el sexenio del “cambio”? Nadie lo sabe, pero lo que sí se conoce es que no se invirtieron en Petróleos Mexicanos para evitar su fractura.
Se agotó, dicen, el asunto de la “reforma” fiscal, y brinca el secretario de Hacienda, Agustín Carstens, a la palestra de la fábrica de sueños para hacer saber a los mexicanos que tras la fiscal, toca el turno de la “reforma” energética (léase la privatización). Casualmente, a los “cuentos de terror” se suma Alan Greenspan, el ex “gurú” de la Reserva Federal, para gritar que Pemex “está tambaleante”, que sin su privatización “habrá crisis fiscal” en México.
Al día siguiente se anuncia que Pemex entregará a empresas trasnacionales la operación de ductos para llevar crudo (La Jornada). Veinticuatro horas después, que la trasnacional española Repsol “ganó” un contrato por 15 mil millones de dólares para la importación de gas natural desde Perú. La iniciativa privada, extranjera en buena medida, ya maneja el abasto de gas natural (Repsol misma) y trae podridos a los consumidores con la creación de monopolios estatales o regionales. Lo mismo sucede con el gas licuado de petróleo (LP) y las gasolineras en exprimidoras manos no estatales. La generación eléctrica depende en más del 30 por ciento al capital privado, y así por el estilo.
Y entre los “cuentos de terror” de lo que sucedería al país por la ausencia del capital privado en el sector energético nacional, se oyen catastróficas voces que presagian “inminentes colapsos” por falta de energía eléctrica. Por si fuera poco, grupos armados seleccionan pésimamente sus objetivos de guerra para hacerse presentes.
Tirios y troyanos se dedican a patear, cada quien por sus “razones”, a la gallina de los huevos de oro negro, la única, junto con las remesas, que han aportado divisas suficientes como para que este heroico país se mantenga medianamente a flote. De hecho, mientras todo tiende a la baja, con la economía a la cabeza, el precio actual del barril mexicano de exportación se encuentra 25 dólares por arriba (casi 60 por ciento más) de lo originalmente estimado: 67.67 dólares, que casi en su totalidad van a parar a la Secretaría de Hacienda, mientras la paraestatal hace piruetas para que no se le boten los tornillos. Demasiados brincos para ser casualidades.
Y mientras todo eso sucede, el inquilino de Los Pinos se reconoce totalmente rebasado: no puede con la inseguridad, tampoco con el desempleo, ni con el raquítico comportamiento económico, menos con el combate a la pobreza, y por ello pide que sea la sociedad la responsable. Ese es el grave problema de un país cuando se tiene un gerente y no un presidente, ya no digamos un jefe de Estado.
Las rebanadas del pastel
A Fox sí que le sirvió el “cambio”: no le quitó lo mediocre, lo mentiroso, ni lo bocón, pero qué tal le cambió la chequera, gorda, gorda, que ahora exhibe cínicamente. Pero no hay de qué preocuparse: las mejores pruebas del enriquecimiento ilícito de Fox y Martita son ellos mismos, la parejita ex presidencial, porque con su megalomanía aportan y hacen públicos todos los elementos sobre la corrupción sexenal por ellos encabezada. Lo único que falta es que alguna autoridad proceda judicialmente en contra de ellos, pero para eso falta, precisamente, la autoridad… Mientras, el de las ideas cortas y la lengua larga ayer contó un chiste: “la ética (el desafuero, por ejemplo), la transparencia (las finanzas de los Amigos de Fox) y la rendición de cuentas (su larga mano metida en las elecciones 2006, en los tres casos) han sido una norma permanente a lo largo de mi vida”. Ja, ja, ja… ¡Agárrense!, que ya empezó el tiroteo por el gasolinazo: para abrir boca (más bien para cerrarla), comenzaron con el bolillo y seguirán con cada uno de los productos de la canasta básica. Y “para que vivamos mejor” (Calderón dixit), la Comisión Nacional del Agua va en pos de un incremento a las tarifas por el suministro del líquido, iniciando en el Distrito Federal.
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