Marcos Roitman Rosenmann /I
España piensa América Latina en términos coloniales, estableciendo una relación asimétrica en la cual se siente cómoda. Historia de la idea de España imperial perteneciente a la razón cultural de Occidente transportada en el túnel del tiempo sirve a los intereses más rancios. Es así como la propuesta franquista de naciones hispanas se transforma en la versión del PSOE en comunidad iberoamericana para los fastos del quinto centenario. Proyecto faraónico para reafirmar señas de identidad. Su preparación copó gran parte del espacio político. Así, se postergaría un debate irresoluto sobre el tipo de Estado y la forma de gobierno en la construcción democrática de España. No debe extrañarnos que la identidad y unidad de España se haga coincidir con la fecha del 12 de octubre de 1492. Sus fundamentos: conquista y colonización; lengua y religión. Principios entrecruzados por un mito: el orgullo de construir un continente y alumbrar una civilización. Ser la madre patria. Patrón sobre el cual, el colonialismo del poder articula el posterior discurso del mestizaje cultural lleno de autoritarismo. Sobre este paraguas se construyen los programas de política exterior hacia América Latina. Sólo se retocan ciertos factores coyunturales. Así, durante los últimos cuatro años de gobierno socialista, se ha utilizado el discurso de la cohesión social para encubrir el proyecto de control imperial. Su lógica se une a los retos de la globalización en sus aristas de la competitividad productiva, recepción de inversiones, innovación tecnológica y lucha contra el terrorismo. Este es el postulado. Nace una nueva cooperación al desarrollo. Complementaria a las inversiones del capital. La lucha contra la pobreza es parte subsidiaria de la creación de riqueza cuya responsabilidad se deja en manos del capital privado. Son proyectos de cooperación relacionados con las políticas del FMI y el BM. Es la forma de evitar los riesgos de un desborde popular y la falta de gobernabilidad en la región. Este ha sido el discurso mantenido durante toda la legislatura. Trinidad Jiménez lo sintetizó al asumir la Secretaría de Estado para Iberoamérica, creada en junio de 2006. La cohesión social es: “... devolver la fortaleza, capacidad, estabilidad y credibilidad a las instituciones democráticas y mejorar la gobernabilidad... camino exitoso... para un nuevo contrato social...” Por tanto, no es altruismo democrático ni compromiso socialista militante. La lógica es otra. La cohesión social es una llave. Abre otra dimensión: “El futuro de España como país está en América Latina. El gobierno español contempla América Latina como una apuesta estratégica”.
El horizonte de la cohesión social es una apuesta de largo plazo que garantiza la seguridad jurídica de las inversiones españolas. No olvidemos que las obtenidas por el grupo Santander Central Hispano en 2006 en la región alcanzan 40 por ciento del total de beneficios netos. Por esta razón, Trinidad Jiménez el 2 de marzo de 2007 en el ciclo de conferencias Diálogos, derechos humanos y seguridad jurídica en Iberoamérica, celebrado en Madrid, puso encima de la mesa otra cifra importante para la economía y el bienestar de los españoles: “Las inversiones brutas de las empresas españolas en América Latina representan 10 por ciento del PIB”. Así, España pasó de ser un país de poca relevancia inversora a convertirse en el segundo más importante tras Estados Unidos. Desde ese instante, las decisiones en política exterior responden a los intereses de las empresas. El pragmatismo prima sobre los principios ideológico-políticos. En cifras absolutas, las inversiones han pasado de 342 millones de euros en 1993 a un pico de 31 mil 287 en el año 2000 para situarse en 10 mil millones de euros para 2005. Si desglosamos dichas inversiones por grandes empresas y lobby, en algunos países observamos el siguiente cuadro en millones de euros. México: BSCH 2 mil 626, BBVA 4 mil 508, Iberdrola 584, Unión Fenosa 286, Gas Natural 600, Telefónica 2 mil 180, Dragados 80; Chile: BSCH 2 mil 200, BBVA 880, Endesa mil 186, Aguas de Barcelona 470, Telefónica 500; Brasil: BSCH 7 mil 200, BBVA 542, Endesa 799, Iberdrola mil 718, Gas Natural 450, Telefónica 12 mil 800, Telefonía Móvil 2 mil 780; Argentina: BSCH mil 800, BBVA 414, Repsol YPF 10 mil 500, Telefónica 9 mil 800.
España busca acrecentar su poder en la región y legitimar la acción de sus multinacionales. El PSOE se valdrá de la cumbre de Salamanca (2005) para dicho objetivo. Así, Rodríguez Zapatero tras su clausura dirá: “Ha nacido una nueva sociedad iberoamericana para lograr la paz, la democracia y el desarrollo con cohesión social, teniendo como principales enemigos a la miseria y el terrorismo”. De su seno nacerá un instrumento, la Secretaría General Iberoamericana (Segib). Su comisario político será consensuado por todos a propuesta de España y recaerá sobre Enrique Iglesias, aliado de Estados Unidos y de la Trilateral. Así, la Segib daría seguimiento a los acuerdos de la cumbre, siendo el más destacado “... establecer un diálogo permanente en materia de inversiones, expansión de base empresarial y acceso al crédito y la asistencia técnica... concertar acciones para expandir la cooperación internacional, incluyendo países de renta media y eliminar las asimetrías del sistema financiero y comercial, así como el peso de la deuda externa, apoyar a los países a enfrentar las consecuencias de los cambios en el mercado energético, y en ese contexto celebrar una reunión especializada sobre fuentes de energía renovable”. No hace falta recordar que Endesa, Fenosa e Iberdrola controlan en América Latina la mayoría de las energías renovables y los recursos naturales y son los grandes “impulsores de proyectos de desarrollo alternativo” y parte de los “mecenas” de la Segib. Así, gracias a Enrique Iglesias, el concepto de cohesión social, dos años más tarde, en 2007, dará nombre a la 17 Cumbre Iberoamericana celebrada en Chile. El PSOE estará satisfecho. Cohesión social, creación de riqueza, inversión empresarial y política para pobres son una y la misma cosa. La inversión española en la región no tiene por qué peligrar. A la siguiente pregunta de un periodista: “¿La agenda que se viene encima está llena de nombres propios. Y de intereses españoles. Repsol, Endesa?”, así responde Trinidad Jiménez: “Vamos a defender los intereses españoles. Y quiero reunirme con todos aquellos que están implicados en lo mismo.”
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