Edgar Rodríguez Cimé
Desde que el mundo es mundo, algunas regiones y países fueron beneficiados por grandes extensiones de petróleo bajo su suelo: naciones árabes, Africa, Venezuela, Méjico.
Como el petróleo es, hasta ahora, la principal fuente de energía, aunque contamine el ambiente, los países más poderosos se han propuesto asegurar las cantidades suficientes a futuro para garantizar su desarrollo, así como mantener su dominio en el mercado internacional sobre las naciones pobres.
Aprovechándose del control de la tecnología desarrollada, sobre la base de sobreexplotar los recursos naturales de continentes enteros como en Africa, o de la totalidad de países en Latinoamérica, las naciones industrializadas -como Inglaterra y Estados Unidos- se adjudicaron la exploración, explotación, transportación y refinamiento, beneficiándose con esta riqueza energética.
Esto sucedió en Méjico desde el siglo XIX hasta 1936, cuando el presidente Lázaro Cárdenas les expropia el petróleo a las compañías norteamericanas para que en adelante sirviera no para seguir enriqueciendo a los millonarios gringos, sino como palanca del desarrollo del país.
Para quienes ignoran la airada reacción del gobierno y de las poderosas empresas norteamericanas, baste saber que quienes pagaron caro esa medida a favor del pueblo de Méjico, fueron los residentes en Estados Unidos de origen mejicano: trabajadores chicanos y, sobre todo, sus hijos, los jóvenes “pachucos” sobre quienes se centró todo el odio antimejicano, reprimiéndolos, encarcelándolos o asesinándolos.
Mientras en Méjico el pueblo festejaba en las calles la expropiación petrolera, en apoyo al presidente Cárdenas, obreros chicanos y chavos “pachucos” eran reprimidos brutalmente por el gobierno y marines gringos en Estados Unidos.
A la expropiación siguió un periodo de desarrollo en la política petrolera de Méjico. De hecho, las grandes ganancias de PEMEX eran, junto con las remesas de dólares enviadas por los trabajadores mejicanos migrantes, la principal entrada de dinero al país para financiar nuestro desarrollo.
Así fue hasta que los políticos neoliberales asumieron el control de la economía mundial, a partir de la década de los ochenta. Entonces, en Méjico, el gobierno de Miguel de la Madrid se propuso seguir dócilmente las indicaciones de quienes definen el rumbo de las economías en los países pobres: los organismos financieros que les prestan dinero, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.
Estos agiotistas del planeta Tierra ordenaron -a los países pobres necesitados de dinero- reducir el presupuesto para escuelas, hospitales y alimentos, así como vender las empresas del gobierno. Por esa razón, el gobierno le remató Telmex al “Rothschild” mejicano: Carlos Slim, quien gracias a esa ganga, y por supuesto a los millones de maníacos usuarios de teléfonos celulares, pasó del lugar veintitantos al número 1 de los multimillonarios de la revista Forbes.
Por eso la docilidad del gobierno panista para terminar la “venta de garage”, y rematar las principales empresas públicas: CFE y PEMEX, sobre todo. Para convencer a los mejicanos, el gobierno echó mano de la verdadera Secretaría de Educación Pública: Televisa.
Esta televisora dispuso sus espacios con más audiencia adulta: las telenovelas, donde bellas y galanes -incluyendo a los feos de López Dóriga y Carlos Marín- intentan convencer a la población de la necesidad de abrirle las piernas, perdón, las puertas, a los empresaurios extranjeros para que “nos vengan a salvar con sus dólares.
De esta forma, siguiendo los consejos del propagandista nazi, Joseph Goebbels, quien sugería “repetir mil veces una mentira, hasta convertirla en verdad”, el gobierno puso en boca de galanes y bellas la “necesaria presencia de inversionistas extranjeros en PEMEX”, aunque eso signifique violar tanto la Constitución Política de nuestro país, como el octavo mandamiento de Dios: “No Mentirás”.
Su método es simple: convencer a la gente de que PEMEX opera con “números rojos”, por lo cual no hay dinero para modernizarlo; asimismo, que Méjico no cuenta con la tecnología para explorar, en aguas profundas.
Tan falso como la presidencia de Calderón. Si extraer un barril de petróleo cuesta alrededor de 18 dólares y se vende a casi 100, según los expertos, para demostrar que Pemex no tiene dinero lo han estado “ordeñando” exageradamente, pues la Secretaría de Hacienda le quita todas sus enormes ganancias en forma de “impuestos exorbitantes”.
Además, si el gobierno, aún necesitando especialistas, tuvo la “lúcida” idea de cerrar el Instituto Mexicano del Petróleo, con los mejores especialistas del mundo, los geólogos e ingenieros petroleros ya nos informaron que basta abrir una revista especializada para conocer las empresas internacionales que rentan la tecnología necesaria, sin necesidad de los “Mesías” extranjeros.
Pero, para información de los yucatecos, las grandes batallas en defensa de nuestro petróleo se están dando en la capital del país. Por supuesto que televisos y teveaztecos jamás pasarán en sus pantallas estas grandes luchas del pueblo mexicano en defensa de lo nuestro.
Enormes movilizaciones de decenas de miles de obreros, campesinos, intelectuales, maestros, colonos, amas de casa o adultos mayores, acompañados de la juventud más combativa: artistas, chavos banda, estudiantes, punks, góticos, anarco punks, skatos, regueseros, ambulantes y desempleados, están defendiendo nuestros recursos naturales.
Como dice un cartel donde aparece Lázaro Cárdenas, dirigiéndose a todos los mejicanos, al señalar con el dedo índice: “AHORA TE TOCA A TI DEFENDER LO QUE ES NUESTRO”.
Hoy, si es verdad que a la Patria, como reza el himno nacional, “un soldado en cada hijo te dio”, hagámosle caso a las indicaciones del General, en vez de secundar el llamado de los priístas, quienes por boca de Manlio Fabio Beltrones -en caricatura de un monero mejicano- dejan clara su posición política en esta difícil lucha: “Nos oponemos a modificar la Constitución. Tan sencillo que es violarla”.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario