Guillermo Almeyra
La historia de Bolivia es trágica y sus vecinos se llevaron un pedazo de su territorio (Chile la costa del Pacífico y la salida al mar, Brasil, el territorio de Acre, Argentina, parte de Tarija) mientras las trasnacionales se llevaban sus riquezas y los países más industrializados, sus ciudadanos, como mano de obra barata. Ahora, con la complicidad de las trasnacionales y de Estados Unidos, los sectores capitalistas agroindustriales que controlan el departamento de Santa Cruz y el Oriente boliviano, con el apoyo de soyeros y ganaderos argentinos y brasileños, buscan imponer un referéndum secesionista y racista que les dé la posibilidad de tener una política exterior propia, el control de la justicia local, el de los recursos naturales y los ingresos de la zona y fuerzas armadas propias: o sea, en nombre de la autonomía, un poder independiente del de La Paz. El referéndum ha sido declarado ilegal por el Poder Judicial boliviano y no es reconocido por ningún miembro de la OEA y se le impondrá por la fuerza a los indígenas guaraníes y collas (emigrados a Santa Cruz en busca de trabajo), que se abstendrán o votarán en contra a pesar de la presión de los grupos fascistas. Los empresarios y hacendados cruceños dicen ser “orgullosamente mestizos”, pero en la realidad no son cholos, son blancos, k’aras, y particularmente de origen croata o alemán, y no tolerarían jamás ni la unión de sus hijas rubias con indios, a los que califican de “llamas”, ni el mestizaje resultante. A la lucha de clases en Bolivia se le agrega pues el racismo y la confrontación cultural. Mientras los indígenas quieren una nación pluriétnica y pluricultural, los k’aras, que integran las clases dominantes, y muchos mestizos buscan en cambio devolver a los pueblos originarios al subsuelo donde estuvieron recluidos durante casi toda la historia independiente del país.
Aunque el gobierno tiene mayoría indígena y es progresista, el Estado boliviano, esa condensación de las relaciones de fuerzas entre el capital y los oprimidos que se establece mediante la lucha de las clases, en lo esencial no ha cambiado y la burocracia mestiza, inepta y corrupta desde siempre, y los aparatos culturales y los aparatos de represión, son el teatro de esa continua lucha de clases, mientras continúan sirviendo al capital, en general, y a los capitalistas pertenecientes a la fracción de más peso en las clases dominantes (los grandes capitalistas extranjeros) en particular. Por eso el gobierno no tiene en sus manos el poder del Estado y desconfía de las fuerzas armadas, que están divididos horizontalmente (según las clases a las que pertenecen soldados y alta oficialidad) y verticalmente (entre los que quieren mantener los privilegios de los que no son indígenas, y por lo tanto se apoyan en la embajada yanqui, y los que aspiran a construir un país libre e independiente).
El gobierno disuadió a su base social y de masas, que está en el altiplano, de movilizarse hacia Santa Cruz, a aplastar la secesión, porque eso era posible, pero habría provocado combates y muertes (y enfrentamientos de La Paz con los países que respaldan a “sus” soyeros y ganaderos) y, además, habría planteado cómo mantener la ocupación de un territorio donde la mayoría de la población es hostil y tiene otra base étnica. No habrá, pues, grandes enfrentamientos, y la reacción logrará hacer su referéndum ilegal y racista y triunfar en el mismo por amplia mayoría. Pero, cuando envalentonada quiera sacar provecho de esta victoria pírrica, ¿qué pasará en el segundo round de este combate? Porque ahora, por voluntad conciliadora de Evo Morales, se ha conseguido apenas una tregua durante la cual el presidente ha reforzado su apoyo al estatizar las empresas petroleras (reforzando al mismo tiempo la separación entre el sector nacionalista de las fuerzas armadas y los reaccionarios, que quieren derribar del poder al estatizador amenazando así, de paso, las propias estatizaciones y medidas sociales progresistas).
Por la misma razón que hace que los cerdos no vuelen, las oligarquías argentina, brasileña, cruceña y de la Media Luna oriental boliviana no aceptarán jamás un gobierno “de indios”, “de llamas”, que intenta hacer una reforma agraria, crear una amplia agricultura campesina en sus regiones y que atenta contra sus privilegios de siempre. Los terratenientes cruceños rechazaron ya con la violencia la restitución de tierras a los guaraníes y saben que una agricultura campesina, de cultivos múltiples de alimentos, les quitaría la mano de obra barata, cambiaría la composición étnica de la zona, daría mayor peso político a Evo Morales manteniendo la utilización nacional de los recursos naturales situados en la Media Luna y reduciría la expansión soyera. Por lo tanto, se preparan para el choque frontal, apuestan al golpe contra Evo Morales y a la intervención estadunidense, tratan de dividir a las fuerzas armadas. La oligarquía de São Paulo, en los años 30, llegó a una guerra contra el resto de la Federación para separarse porque no quería seguir subsidiando a las demás regiones: fue derrotada militarmente y Brasil, unido, es hoy un país fuerte. Bolivia sólo lo será si se impone a los secesionistas. Pero eso exige una movilización de los campesinos, orientales y del altiplano, una gran reforma agraria reforzada por una marcha hacia Oriente, firmeza del gobierno en la utilización del aparato del Estado y una política especial para conquistar las mentes de los soldados, suboficiales y los oficiales nacionalistas, así como una campaña diplomática preventiva para quitarles el apoyo externo a los escisionistas y evitar la inevitable campaña de desinformación que presentará a Evo Morales como “dictador” si decide hacer cumplir las leyes y la Constitución. Este es el momento de las decisiones, no el de la contemporización.
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