domingo, mayo 04, 2008

Qué difícil es ser de izquierda[1]

(¿Una ideología que se mata sola?)

Elizabeth Alcalá Esqueda



[1] Texto escrito en dos partes, la primera en 2005, la segunda en 2007.

Se sabe que a nivel mundial existen más pobres que ricos. Se sabe también que habitualmente es objetivo de los grupos conservadores, reconocidos políticamente como grupos de derechas[1], mantener su estatus histórico de poder económico, político y social, para lo cual generan políticas de desigualdad y de explotación económica de los grupos más vulnerables. En otras palabras, no es interés de la derecha desarrollar sociedades igualitarias[2]. Se espera asimismo de parte de los líderes de izquierda la búsqueda y la lucha para alcanzar sociedades justas y equilibradas. Si esto es así, es decir, si en la práctica, hay más pobres que ricos, más desafortunados que afortunados; más injusticia que justicia, ¿no sería lógico que los grupos de izquierda tuvieran más demanda que los conservadores?

En las últimas elecciones a nivel mundial los partidos de izquierda parecen haber recuperado parte del terreno perdido[3], sin embargo, generalmente, después de ese periodo terminan por perderlo nuevamente. En el caso concreto de México el PRD, pretendidamente de izquierda, ha bajado sustancialmente sus porcentajes de preferencia electoral.

¿Por qué parece que cuando la izquierda tiene la oportunidad de llegar o ha llegado al poder le resulta casi imposible mantenerse? ¿Cuáles son las causas internas y/o externas que provocan el fracaso y, en consecuencia, el desencanto o el rechazo de muchos de sus posibles seguidores? ¿Cómo es la conducta de quienes se llaman de izquierda que la lleva irremediablemente a su desprestigio?

Las siguientes reflexiones son de carácter personal de alguien que se auto define de izquierda y que ha vivido sus últimos 35 años dentro de esta línea ideológica. Pretende precisamente ser una crítica desde “dentro” y, al mismo tiempo, establecer diferencias entre el decir y el hacer. En otras palabras, entre decirse de izquierda y ser de izquierda.

Mi formación ideológica

En 1973, cuando ingresé a la Facultad de Filosofía y Letras a estudiar Lengua y Literatura española en la Universidad Autónoma de Puebla (México), descubrí una forma distinta de ser ser humano. Me encontré con un grupo de profesores, autoridades y compañeros que compartían una serie de creencias y de actitudes. La solidaridad, la igualdad y la libertad eran las frases y las búsquedas cotidianas. Los proyectos de vida eran incluyentes y reflexivos. Poco a poco fui empapándome de esas visiones de mundo; las fui haciendo mías, pero no como modas, sino como modos de vida.

Ser de izquierda en ese entonces no era moda, no daba “prestigio”, sino significaba lucha, clandestinidad la más de las veces. Significaba prepararse, conocer, comprender y arriesgarse. Aunque dentro de esta institución, la UAP, se iba viviendo de forma cotidiana, tanto que para nosotros como estudiantes resultaba familiar hablar de Marx, Engels, Cuba y la URSS; participar en las manifestaciones, asistir a las reuniones o apoyar y difundir estas ideas. Pero quizá lo que más aprendí fue a hacerme cargo de mis decisiones y a exigirme más como persona. Era necesario ser consciente de mis actos, de mis deseos y de sus implicaciones:

Yo no canto por cantar

ni por tener buena voz,

canto porque la guitarra

tiene sentido y razón.

Asistir a una clase no era simplemente escuchar el discurso del profesor para aprobar después una asignatura. La asignatura principal era hacer de mí un ser crítico, comprometido con su tiempo y con su gente. Aprendí a cuestionar aquello que no entendía, a disentir de mis profesores, a defender mis puntos de vista. A mis diecisiete años disfrutaba y me enfrentaba a la literatura, la música, el teatro, el cine[4], los panfletos, etc. que exigían de mí mucha atención. Entonces mis profesores no eran distantes ni ajenos a mis dudas, muy por el contrario, éramos una “piña” en la cual era difícil saber quién estimulaba a quién. Los acontecimientos de mi país no me eran indiferentes, tampoco los del mundo. Escuchar los noticieros y conocer por lo menos las portadas de los diarios eran tarea natural.

Cabe destacar algo. Yo no era una adolescente prodigio, ni fuera de lugar. Yo compartía con la mayoría de mis compañeros y profesores estas características. Más aún, era la norma dentro de la Universidad, tanto así que cuando los FUAS[5] tomaron por asalto y a mano armada las instalaciones de nuestra casa de estudios salimos inmediatamente y sin convocatoria alguna a defenderla públicamente apoyando sin la menor duda al Ingeniero Rivera Terrazas[6], rector en ese entonces.

Durante mi estancia en ella ya sea como estudiante o como profesora que llegué a serlo, jamás me obligaron a pensar de una forma determinada ni a formar parte de ningún partido, pese a que yo misma observaba cómo algunos entraban al Partido Comunista como forma de “agilizar” algunos puestos de trabajo a su favor, pero sin la mínima convicción en su ideología. Hasta la fecha nunca he pertenecido a ningún partido político porque no estoy de acuerdo con sus formas de reclutamiento y militarismo.

Cuando surgió el sindicalismo independiente en las Universidades y en algunas fábricas en México, se vivía un clima de compañerismo, de búsqueda de beneficios colectivos pero, sobretodo, de libertad. Es verdad que también se daban casos de corrupción y abusos de poder, sin embargo esto era la excepción, pero no la regla. En ese periodo la mayoría ingresamos a trabajar a partir de haber ganado una plaza a través de un concurso abierto y público de conocimientos sobre las materias a impartir, además de la revisión de nuestras historias académicas particulares. Se respetaban los criterios institucionales y no existía grandes diferencias salariales ni privilegios entre los trabajadores y los directivos institucionales, con lo cual, las disputas de poder no tenían como base los beneficios económicos.

¿Estoy idealizando ese periodo? Creo que no. Son hechos que bien pueden documentarse y compararse con lo que pasa ahora. ¿Entonces, qué fue lo que pasó?

“Poderoso caballero: Don Dinero” vs. Conciencias que no se compran

En una ocasión escuché decir a Edward James Olmos[7], actor méxico-americano, que era más fácil no tener dinero que tenerlo, porque al tenerlo la gente pierde el piso y se vuelve estúpido. Usar el dinero, como si fuera la zanahoria para atraer al conejo, ha sido la estrategia de la derecha para hacer dudar a muchos. Como diríamos en México, se trata de “llegarles al precio”.

Efectivamente, de forma silenciosa y tendenciosa, los grupos conservadores de todo el mundo han encontrado la estrategia infalible para separar y enfrentar a la población entre sí. El modelo globalizante o neoliberal ha encontrado el talón de Aquiles de muchos que hasta hace poco se definían de izquierda. Como todo proceso de seducción, se trata de ir cambiando las formas y expectativas de vida sin que se den cuenta . En principio se propician conductas individualistas como nuevos valores fundamentales y 'modernos”, descalificando los anteriores como populistas, anticuados y/o antiprogreso. En otras palabras, “ser de izquierdas” es, según esta estrategia, pasado de moda y condición de algún despistado que se quedó instalado en los setenta. Por el contrario, ser competitivo y contemporáneo supone ser individualista, luchar por sus intereses personales, destacando por encima de todos; realizarse alcanzando los puestos de poder más importantes. En otras palabras, ser hombre (o mujer) de éxito.

Formar parte de la sociedad VIP[8]es el sueño de muchos. Es como alcanzar la cima de la montaña más grande del mundo. Consiste en no ser “del montón”; en vestir del diseñador de moda; en comprar el coche más lujoso o por lo menos soñar con él. Entrar por una puerta especial y ser admirado u odiado por aquellos que no lograron lo que nosotros tenemos. Ser VIP es tan particular que muchos invierten tiempo, dinero y esfuerzo para lograrlo[9], aunque, evidentemente son muchos los invitados, pero muy pocos los elegidos:

Soy snob, terriblemente snob

Y cuando hago el amor

Lo hago con guantes y en el comedor

Mucha gente de izquierda, incluidos varios compañeros y profesores míos sucumbieron al canto de las sirenas y ahora sólo se acuerdan de sus ideales pro-comunistas en algunos foros y espacios académicos inevitables. Conmemoran los aniversarios luctuosos o nacimientos de poetas, músicos, escritores o políticos claramente socialistas o comunistas, pero después de esto terminan por intentar entrar al grupo vip. Algo así como “pon la direccional de izquierda, pero da vuelta a la derecha”[10].

Abandonar las convicciones o ideales de izquierda es más fácil que perder la virginidad. Argumentos para justificar nuestro cambio de rumbo es pan comido, más cuando los “de enfrente” (entiéndase derecha) están dispuestos a apoyarnos a la hora de hablar mal de la izquierda.

¿Qué joven, hoy por hoy, puede aceptar y arriesgarse a defender el derecho del colectivo? ¿Quién en sus “cinco sentidos” estaría dispuesto a exigir igualdad de derechos para todos los trabajadores, si ser number one es lo de hoy? ¿Habrá alguien dispuesto a renunciar a beneficios individuales para compartirlos con el colectivo? ¿Cómo defender a la “izquierda” cuando los vemos en “videos escándalos” apañándose el dinero de quién sabe quién? Es decir, por un lado la derecha se encarga de mostrarnos cómo ser exitosos, al margen del bienestar social, mientras la “izquierda”, por su parte, nos da muestras de cómo dejar de ser de izquierda con bastante facilidad. El “para todos todo, nada para nosotros[11]”, no deja de ser para la mayoría una frase bonita, pero nada más. Peor aún, puedo asegurar que muy pocos comprenden la esencia de esta frase.

Ser de izquierda no significa comprarse un póster del Ché o vestir un traje indígena en una manifestación. Tampoco grabar un disco con “el sub” o colgarse un listón en un evento. Ser de izquierda es una forma de vida, una filosofía y una práctica de todos los días y en cualquier circunstancia de nuestro vivir.

Canto que ha sido valiente

Siempre será canción nueva.

Los intereses individuales y de partido.

En los últimos comicios electorales (2006) la izquierda tuvo todo el terreno a su favor gracias a la aparición de un líder poco convencional frente a la derecha mexicana. El tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, el cual se había ganado la simpatía, respeto y apoyo de sus gobernados en la Ciudad de México. Sus programas gubernamentales fueron su carta de presentación que, además, llegaron a despertar admiración, interés y hasta envidia por otros gobernantes y exgobernantes mexicanos. La derecha se dio cuenta del “peligro” que representaba y decidieron apuntar hacia esa dirección –su “peligrosidad”—generalizando que, lo que para ellos (la derecha) era un peligro, lo era también para la población en su conjunto. Entonces orquestaron una terrible campaña de desprestigio apoyados por gobiernos y empresarios extranjeros. Sin embargo, y pese al gran apoyo y convencimiento ciudadano, nuevamente “la izquierda institucionalizada” decidió darle la espalda al nuevo líder. De esta forma, el llamado (intencionalmente por los medios) “líder moral de la izquierda”, ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, hijo del muy querido expresidente Lázaro Cárdenas (Tata Cárdenas), decidió que no podía haber otro líder ni mucho menos otro líder moral que no fuera él e hizo mutis por el foro afiliándose a la campaña de desprestigio hacia El Peje, López Obrador.

En el Distrito Federal, bastión perredista y con un millonario grupo de simpatizantes ciudadanos, se contaba con el respaldo del enorme y admirado trabajo de gobierno de Obrador, por lo que el triunfo estaba seguro y así ocurrió; sin embargo, y como también habría cambio de gobierno, uno de los aspirantes a la jefatura de gobierno capitalino, Jesús Ortega, nunca terminó de aceptar que no fuera él el elegido para la candidatura y, cual Judas en Semana Santa, guardó su rencor para mejor momento. Más aún, fingió ser disciplinado y hasta ocupó el cargo de jefe de campaña de Amlo, no obstante, y cuando más se le necesitaba, expuso sus reclamos de la peor forma, afiliándose también, como otros más rencorosos perredistas y supuestamente izquierdosos[12], a la campaña de odio, desprestigio y divisionismo, olvidándose que el alza en las votaciones que últimamente ha tenido el PRD no fue por sus logros y virtudes, sino por el sorprendente liderazgo que despertó y encabezó (y sigue encabezando) López Obrador.

Si el PRD piensa que sus bonos subieron por sus admirables hazañas están muy equivocados o caen nuevamente --y por desgracia— en la arrogancia producto de su ignorancia y egolatría. La mayoría de quienes votamos por ellos no formamos parte ni siquiera del PRD, somos ciudadanos libres que voluntariamente y por coincidencia hemos aceptado y apoyamos la mayoría de las acciones de Amlo porque vemos en él a un ciudadano libre, capaz de enfrentarse a los gobernantes autoritarios, corruptos y mentirosos. Lejos de lo que muchos piensan, sobre todo en la derecha, el movimiento ciudadano ha rebasado, y con mucho, al partido del Sol Azteca. No creemos en sus integrantes ni en sus lealtades y si AMLO se sigue sosteniendo es porque los ciudadanos libres estamos convencidos de que es necesario resistir y apoyarlo mientras sigan las coincidencias con él.

El único futuro que le queda a la izquierda mexicana es escuchar, apoyar y representar realmente a la mayoría ciudadana que durante décadas ha vivido una dictadura sociopolítica disfrazada de democracia. La izquierda debe representar a la mayoría de la población cada vez más pobre, sin esperanzas y reprimida ahora incluso hasta por los medios informativos.

Son estos, los medios, quienes precisamente se han encargado de tergiversar la realidad sociopolítica en México mediante la falacia de que el movimiento ciudadano no es otra cosa que un manipuleo de López Obrador sobre una serie de sujetos ignorantes, alienados y cuasi autómatas. En otras palabras, la estrategia del gobierno federal y los demás poderes fácticos (empresarios e iglesia) consiste en centrar la guerra sucia sobre un solo sujeto (Andrés Manuel López Obrador), ignorando intencionalmente al verdadero agente opositor, la sociedad civil organizada, quien, durante más de dos años ha dado muestra de su convicción sobre un movimiento de transformación social y político. Es de esta forma como se evidencia cómo el colectivo ciudadano ha rebasado las acciones de los propios partidos, incluido aquél por quien votó. Es a esta fuerza ciudadana independiente a quien el gobierno federal y los demás grupos de poder pretenden desaparecer a través de ignorarla y descalificarla. Sin embargo, la torpeza del PRD, y en especial de aquéllos que pretenden quedar bien con “las autoridades institucionales” (de entre ellas la señora Ruth Zavaleta[13]), los convierte en presa fácil del manipuleo y la táctica de la zanahoria toda vez que lo que defienden son sus beneficios personales y no los objetivos ciudadanos. En síntesis, el ataque sistemático al Peje en realidad es una forma indirecta de atacar al verdadero opositor: la sociedad civil organizada. Concientes de que no pueden enfrentarse directa y públicamente contra la sociedad, pretenden hacer creer que un solo hombre es capaz de manipular a millones de personas las cuales, aseguran, ven en este líder a un mesías que los sacará de la pobreza. Sabe bien el gobierno que la situación es mucho más compleja, más seria y mucho más difícil de lo que se imaginaba. Han pasado más de 30 meses desde el intento del desafuero, más de 18 meses desde el fraude electoral, y muchos momentos de represión y descalificación y la sociedad organizada sigue organizándose. Al margen de los conflictos y no conflictos del PRD, el movimiento de resistencia civil pacífica sigue y seguirá porque esto no es un problema partidista es una problemática social que día a día va creciendo y consolidándose.



[1] Aunque no hay un consenso claro sobre estos conceptos (derechas e izquierdas), está más difundida la idea de que éstos fueron aplicados en el parlamento francés del siglo XXI por alusión al lugar que ocupaban los grupos políticos según su tendencia ideológica. Del lado derecho del jefe de debates los conservadores, del izquierdo los liberales.

[2] América Latina es el continente con mayor desigualdad social, por encima de África. Según la Organización Internacional del trabajo el salario promedio en América Latina es de 4 dólares diarios. En México el salario mínimo actualmente es de 40 pesos, es decir, menos de esos 4 dólares.

[3]Me refiero a una izquierda moderada o una ideología de centro izquierda, pero no la claramente procomunista.

[4] Durante este tiempo (70-85) la universidad ofrecía gratuitamente a sus estudiantes conciertos de prestigiados artistas a nivel mundial: Calchakis, Atahualpa Yupanqui, Mikis Teodorakis, Nacha Guevara, Ballet Volshoi, Mario Benedetti, etc.

[5]FUAS siglas del Frente Universitario Anticomunista formado dentro de la UAP por estudiantes y profesores de ultraderecha que fueron expulsados de ella. Poco después éstos fundaron la Universidad Popular del Estado de Puebla.

[6] El ingeniero Luis Rivera Terrazas ha sido considerado uno de los intelectuales más prestigiados del Estado de Puebla (México), así como un comunista destacado de las décadas 70 y 80. Sus restos se encuentran en la Rotonda de los poblanos ilustres del Panteón Valle de los Ángeles, Puebla.

[7] Olmos interpreta el papel del jefe de policías en la serie americana Miami Vice. Antes de este papel, la producción le ofrecía otro, el del clásico latino ladrón, tramposo y delincuente. Pese a las ofertas económicas él se negó. Después de varias propuestas de personajes logró un contrato como él lo buscaba.

[8] Very important people: Gente muy importante.

[9] Recientemente en Europa se realizó el festival Euro-junior. España ganó el primer lugar cuando María Isabel, una niña de 9 años, interpretó: “Antes muerta que sencilla”, supuestamente de su autoría. Me parece que la frase es en sí misma muy significativa.

[10] Esta frase la vi una vez en un panfleto en la UAP, durante una huelga de trabajadores, intentando burlarse de las conductas “camaleónicas” aún incipiente de las autoridades universitarias (otrora dirigentes comunistas).

[11] Frase nacida en el Frente Zapatista como filosofía político-social.

[12] Lázaro Cárdenas Batel, hijo de Cuauhtémoc, Amalia García, entre otros.

[13] Quien al ser nombrada presidenta de la cámara de diputados no se dio cuenta que lo hicieron precisamente para poder manipularla con mayor facilidad al “hablarle bonito”, dejándola vivir sus cinco minutos de fama, con televisión y entrevistas incluidas, haciendo que hasta los conductores la halagaran.


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