Cocina estilo “zeta”
El mundo criminal de Los Zetas no tiene límites. Para ellos no basta con asesinar a sus rivales, sino degradarlos más allá de la muerte, según consta en testimonios judiciales cuyas copias fueron proporcionadas a Proceso.Si sus antagonistas de Sinaloa, encabezados por Joaquín El Chapo Guzmán, se caracterizan por acumular poder mediante influencias políticas y protección policiaca, Los Zetas han recrudecido su sadismo desde 2004, cuando comenzaron a publicitar las imágenes de sus ejecuciones: cuerpos decapitados, descuartizados y hasta quemados. La conducta de ese grupo armado la ilustra el testimonio ministerial de un zeta que fue detenido en Michoacán y se incorporó al programa de testigos protegidos de la PGR. Su nombre clave es Karem.En una de sus múltiples declaraciones revela detalles de la forma en que Los Zetas torturan y exterminan a algunas de sus víctimas. Cuenta que en una ocasión, estando en la “estaca” (unidad que se compone de una cabeza y tres elementos) de Daniel Velásquez Caballero, El Talibancillo o 52, fue acompañado por las estacas dirigidas por Iván Velásquez y Miguel Ángel Treviño. “Fuimos a levantar al Checo Ortiz en la colonia Viveros”.Narra Karem:“Lo levantamos y lo llevamos a un rancho conocido como La Huicha, donde después de estarlo torturando, Miguel Treviño lo mató y lo entregó ahí mismo en el rancho a los cocineros para que lo cocinaran.”Cuando Karem menciona la palabra “cocinar”, aclara que se refiere a “meter (el cuerpo) en un tanque metálico de 200 litros y después rociarlo con diesel, prenderlo y constantemente rociarle diesel para que continúe el fuego”.Mientras tanto, el cuerpo es destrozado. El testigo explica: “Hay que utilizar una pala en forma de cuadro, con mango largo, para estar destrozando el cuerpo, para que se consuma más rápido hasta que se desaparezca.”Karem precisa que Miguel Treviño entregó al Checo Ortiz “al cocinero, de nombre Miguel Ángel Ábrego, alias El Gordo, y a un tal Víctor, para que se encargaran de desaparecerlo o guisarlo. Y se le prendió fuego hasta que sólo quedaron las cenizas”.Los Zetas, con sus múltiples contactos policiacos, se enteran con rapidez cuando personas extrañas andan preguntando por ellos. Y quienes pretenden conocerlos viven una verdadera pesadilla. Al menos eso fue lo que experimentó un personaje de origen extranjero que viajó a Tamaulipas y recorrió las calles preguntando quiénes eran y dónde estaban Los Zetas.Karem narra lo que ocurrió al extranjero curioso:“Aproximadamente en el mes de noviembre de 2004, cuando pertenecí a la estaca de Mario Alberto Flores Soto, levantamos a una persona de procedencia extranjera, sin recordar si era de origen alemán, porque un informante le comentó a Mario Alberto, El Cero Dos, que andaba preguntando por Los Zetas.“Lo levantamos y después de hacerle varios interrogatorios –donde procedió Mario Alberto a golpearlo y a preguntarle por Los Zetas y quién era y para quién jalaba–, lo soltamos cerca del puente internacional número dos de Nuevo Laredo. No lo matamos, no lo cocinamos porque vimos que procedió a cruzar al otro lado.”Mario Alberto Flores Soto, El Cero Dos, “era muy apreciado por Osiel Cárdenas Guillén y Heriberto Lazcano Lazcano y respetado por todos los demás zetas viejos, ya que (por) el aprecio que le tenían en la organización criminal lo dejaban mover su mercancía y trabajar sus tienditas en la colonia Infonavit de Nuevo Laredo, Tamaulipas (…) En una ocasión me comentó que él había sido rescatado por Los Zetas del penal de Loma de Nuevo Laredo”.Otra de las prácticas socorridas por Los Zetas es la decapitación, hecho brutal que le ha dado la vuelta al mundo, como aquellas imágenes que muestran cómo un grupo de sicarios irrumpió en una discoteca de Uruapan, Michoacán y, sobre la pista de baile, hicieron rodar cinco cabezas humanas recién cortadas, que –según los testigos– todavía mostraban signos de palpitaciones en sus tejidos nerviosos… (Ricardo Ravelo) l
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