Gabriela Rodríguez
La ciencia moderna no es un saber absoluto, sino un dominio que dio gran impulso a la cultura porque produjo un cambio profundo en las maneras de pensar al separarse de la teología e indagar directamente los procesos, así como observar, experimentar y crear el conocimiento a través de la explicación racional. La indagación científica ha ido más allá de la naturaleza y actualmente abarca el estudio de la sociedad desde diversos ángulos, incluyendo el desenvolvimiento histórico de las iglesias y religiones.
Al explicar el papel de la religión, los científicos sociales confirman que la influencia de la Iglesia católica está profundamente arraigada en la cultura mexicana, por lo menos en la relación con el Estado y en los códigos religiosos. Para ejemplificar esa influencia, analicemos algunos programas educativos sobre la toma de decisiones y los usos del cuerpo.
Una de las líneas de mayor influencia del catolicismo en la sociedad mexicana es la permanencia de ciertos valores. El papel tutelar atribuido a los representantes del Estado, a los dueños de empresas y a los jefes de familia, las actitudes de obediencia y sumisión, son características que han sido identificadas como herencia del autoritarismo católico. Muy particularmente en los programas de educación sexual, la propia institución educativa teme a la voluntad de los padres de familia, se cuestiona que sean las o los adolescentes quienes decidan cómo y cuándo tener relaciones sexuales, dudan que puedan manejar con precisión información para utilizar correctamente los anticonceptivos o los detalles para la utilización adecuada de las nuevas tecnologías, como el condón femenino o la anticoncepción de emergencia.
La cultura de sumisión de las propias jóvenes mexicanas se confirma ante el dato de que, mientras 55 por ciento de embarazos son no deseados en menores de 19 años, solamente 5 por ciento solicitan un aborto.
Los textos escolares de la Secretaría de Educación Pública (SEP) reproducen esas actitudes, abordan los temas con mucho miedo y de manera superficial, y jamás han incluido el tema del aborto legal como un derecho que tienen todas las mujeres frente a un embarazo por violación, o por otras causas que varían en los estados, incluyendo la interrupción legal del embarazo, que existe en la ciudad de México, por decisión de la mujer y hasta la decimosegunda semana de gestación.
Otra fuente de influencia de la Iglesia hegemónica es su papel en la formación de grupos de elite, conduciendo con visión teológica instituciones de educación básica, media y superior. Ahí se han formado muchos de los actuales funcionarios y legisladores. Esto ha provocado un retroceso en las políticas de población y una erosión de la educación laica: se reduce la inversión en género y salud reproductiva mientras se impulsan campañas de educación sexual de inspiración cristiana. La visión eclesial ha sido una barrera para el acceso al conocimiento científico de la juventud mexicana, y al tratar de infiltrarse en asuntos seculares ha entrado en conflicto con instituciones estatales, incluyendo legisladores y ministros de la Suprema Corte.
Con el avance del conservadurismo no sólo se ignora la ciencia, sino que se miente en nombre de la ciencia.
Es tan grotesco, que se afirma en un texto, avalado por la SEP, que si la masturbación se vuelve recurrente puede denotar estrés, ansiedad, exceso de estímulos visuales, angustia y sentimientos de soledad. O decir que la abstinencia sexual es 100 por ciento segura para prevenir un embarazo o el sida, cuando se ha demostrado que ese enfoque no reduce los coitos vaginales ni el embarazo y, en cambio, los programas exitosos son aquellos que incluyen mensajes muy directos para evitar relaciones sexuales sin protección, usar siempre el condón, tener reflexiones grupales, tutoría individual y servicios de salud reproductiva en la escuela o centro de salud.
Es un hecho que la ubicación de la ciencia como campo universal de dominio sobre otros campos fue producto de la modernidad, del desarrollo industrial y de la producción mercantil a gran escala. Vale la pena recordar que fueron necesidades sociales las que dieron origen a la ciencia moderna, fuerzas revolucionarias que después de luchas violentas lograron desplazar la construcción del conocimiento hacia un terreno independiente de la autoridad de la Iglesia de Roma.
El universo copernicano tuvo que golpear los cimientos de ese edificio eclesial que representó por tantos siglos la hegemonía sobre la verdad. Hoy nadie cree que existe un planeta en torno al cual gire el universo, como tampoco hay una sola institución dueña del conocimiento.
Hace más de cuatro siglos se comprobó que en la naturaleza no hay territorios privilegiados, pero si en aquel tiempo esa evidencia llevó a la hoguera a Giordano Bruno, hoy es la ignorancia la que está quemando a las masas con el fin de volver a monopolizar el conocimiento y fomentar la sumisión.
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