Zafra en el municipio de Tenosique, Tabasco
De lo bien que se han hecho las cosas en el campo mexicano, de lo resultonas que salieron las modificaciones constitucionales, las políticas públicas y los programas oficiales para ese paraíso, da cuenta el siguiente dato, verdaderamente escalofriante: la producción del sector agropecuario nacional en 1965 participó con 13.7 por ciento del producto interno bruto total (a precios constantes de 1980); se redujo a 6.2 por ciento en 1990 y a 5.2 por ciento en 2002 (a precios de 1993); de allí cayó aún más: en 2007 representó solamente 3.5 por ciento (a precios de 2003).
En sentido contrario, y no es “política ficción”, el consumo de productos agroalimentarios se incrementó alrededor de 400 por ciento en los últimos 14 años, y a estas alturas México importa de Estados Unidos 100 por ciento de maíz amarillo y blanco, y casi 100 por ciento de arroz y trigo común, por lo que no sólo se ha incrementado la dependencia alimentaria, sino también la dependencia con respecto de un solo país, lo que puede hacer más vulnerable la posición mexicana frente al país socio.
La reducción del PIB agropecuario se debió, en parte, de acuerdo con el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados, “a los problemas estructurales que dicho sector ha enfrentado, y el riesgo que como actividad económica representa, a diferencia de la producción de otros tipos de insumos, lo que ha generado que no tenga el impulso financiero y de inversión necesarios para fortalecerlo”. Y para redondear, “un pequeño grupo de agroindustriales, con crecimiento dinámico que se orienta a la exportación, coexiste con una mayoría de productores con niveles de subsistencia, amén que el TLCAN, al reducir las protecciones, fortaleció la competitividad de la agricultura de Estados Unidos y debilitó aún más la competitividad de la agricultura mexicana”.
Si lo anterior fuera poco, “otro de los problemas que afecta al mercado agrícola fue el surgimiento de un mercado oligopólico nacional e internacional, toda vez que concentra la producción tanto de fertilizantes como de insumos para la producción, semillas mejoradas, etcétera; las grandes comercializadoras tienden al acaparamiento de productos, generando especulación en los mercados y con el productor ejercen poder de monopsonio, es decir, establecen un control sobre el precio, teniendo el productor que adaptarse a las exigencias del comprador tanto en precio como en volumen”.
Uno de los principales problemas que enfrentan algunos cultivos en México es la falta de expansión de las áreas cultivables, principalmente de granos básicos. En el caso del maíz, desde 1980 la superficie sembrada únicamente se incrementó 0.5 millones de hectáreas y desde entonces no se ha fomentado la expansión del área maicera. Por otra parte, entre 1995 y 2007, el consumo interno de maíz pasó de 20.9 a 31 millones de toneladas y tuvo una tasa media de crecimiento anual de 3.3 por ciento, mientras que la producción interna pasó de 18.3 a 21.8 toneladas y registró un crecimiento medio anual de 2 por ciento, por lo que la diferencia se tuvo que cubrir con importaciones, las que registraron una tasa media de crecimiento anual de 9.6 por ciento. La mayor parte de las importaciones provinieron de Estados Unidos y fueron de maíz amarillo que está asociado a la producción avícola y de etanol”.
Un año atrás, el titular de la Sagarpa aseguraba que los campesinos mexicanos llegaban a la apertura total del sector agropecuario en el marco del TLCAN en perfectas condiciones para lograr una “integración de tú a tú” con sus pares estadunidense y canadiense. Desde entonces, se advirtió que en el caso del maíz, por ejemplo, se reporta una de las principales asimetrías con dichos socios comerciales, especialmente con el norteño inmediato: cultivar una hectárea de ese grano básico en México resulta 300 por ciento más caro que en Estados Unidos: mientras aquí cuesta casi 80 dólares y se cosechan alrededor de 2.4 toneladas de grano, la relación en el vecino del norte es de 20 dólares y 8.4 toneladas. Doce meses después, la superficie sembrada de maíz reportó una ligera reducción, mientras la importación de maíz registró un incremento cercano a 70 por ciento con respecto de los resultados de 2007.
Entre 1994 y 2007, precisa el CEFP, las importaciones de maíz originarias de Estados Unidos pasaron de 2.3 a 7.9 toneladas métricas, por lo que en 11 ocasiones las importaciones rebasaron los cupos fijados en el TLCAN. El sobrecupo acumulado entre 1994 y 2007 fue de 23 millones 325 mil toneladas “y no se tiene evidencia de que se hayan aplicado los aranceles cuota por concepto de sobrecupos, equivalentes aproximadamente a 3 mil 143.8 millones de dólares. Asimismo, la entrada de maíz por arriba de las cuotas que se pactaron en el TLCAN ha provocado un desplazamiento de los productores locales de maíz, lo que obligó a tener que importar mayores volúmenes para cubrir la demanda interna”.
Por lo que toca al frijol, la segunda actividad agrícola más importante después del maíz, el consumo aparente pasó de 1.2 toneladas en 1995 a 1.1 en 2007, lo que significó una disminución de uno por ciento en promedio anual, mientras que la producción interna pasó de 1.3 en 1995 a 0.9 en 2007, lo que representó un descenso de 2 por ciento a tasa media anual en ese periodo. De 1995 a 2007, el incremento de las importaciones fue de 15.9 por ciento a tasa media anual y representaron el 7 por ciento en promedio del consumo aparente. Hasta octubre de 2008 se reporta una caída de 24 por ciento en la producción nacional de este grano.
Las importaciones de trigo crecieron 60 por ciento en 2008. De 1995 a 2007, el consumo nacional de este grano creció a una tasa media anual de 3.3 por ciento; la producción registra una tasa media de crecimiento anual de 0.3 por ciento. El consumo nacional de trigo se ha tenido que completar con importaciones, las cuales se triplicaron. La menor producción se debió, entre otros factores, a una disminución en la superficie sembrada debido a la falta de estímulos y al cambio a cultivos más rentables; además, la superficie sembrada se redujo a una tasa media anual de 2.3 por ciento en el periodo, mientras que las importaciones representaron en promedio 50 por ciento del consumo aparente de trigo en México.
Para redondear, en 1995 del crédito total otorgado por la banca privada sólo 5.2 por ciento se canalizó al sector agropecuario; en septiembre de 2008 a duras penas llegó a 1.6 por ciento. El de la banca de desarrollo (gubernamental) cayó aún más: en 1995 representó 4.4 por ciento de la cartera total; en septiembre de 2008, tan sólo 0.1 por ciento.
Las rebanadas del pastel
Hete allí el resultado concreto de la “integración de tú a tú” cacareada por el gobierno federal… Un enorme beso para Marianita, en su séptimo aniversario.
En sentido contrario, y no es “política ficción”, el consumo de productos agroalimentarios se incrementó alrededor de 400 por ciento en los últimos 14 años, y a estas alturas México importa de Estados Unidos 100 por ciento de maíz amarillo y blanco, y casi 100 por ciento de arroz y trigo común, por lo que no sólo se ha incrementado la dependencia alimentaria, sino también la dependencia con respecto de un solo país, lo que puede hacer más vulnerable la posición mexicana frente al país socio.
La reducción del PIB agropecuario se debió, en parte, de acuerdo con el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados, “a los problemas estructurales que dicho sector ha enfrentado, y el riesgo que como actividad económica representa, a diferencia de la producción de otros tipos de insumos, lo que ha generado que no tenga el impulso financiero y de inversión necesarios para fortalecerlo”. Y para redondear, “un pequeño grupo de agroindustriales, con crecimiento dinámico que se orienta a la exportación, coexiste con una mayoría de productores con niveles de subsistencia, amén que el TLCAN, al reducir las protecciones, fortaleció la competitividad de la agricultura de Estados Unidos y debilitó aún más la competitividad de la agricultura mexicana”.
Si lo anterior fuera poco, “otro de los problemas que afecta al mercado agrícola fue el surgimiento de un mercado oligopólico nacional e internacional, toda vez que concentra la producción tanto de fertilizantes como de insumos para la producción, semillas mejoradas, etcétera; las grandes comercializadoras tienden al acaparamiento de productos, generando especulación en los mercados y con el productor ejercen poder de monopsonio, es decir, establecen un control sobre el precio, teniendo el productor que adaptarse a las exigencias del comprador tanto en precio como en volumen”.
Uno de los principales problemas que enfrentan algunos cultivos en México es la falta de expansión de las áreas cultivables, principalmente de granos básicos. En el caso del maíz, desde 1980 la superficie sembrada únicamente se incrementó 0.5 millones de hectáreas y desde entonces no se ha fomentado la expansión del área maicera. Por otra parte, entre 1995 y 2007, el consumo interno de maíz pasó de 20.9 a 31 millones de toneladas y tuvo una tasa media de crecimiento anual de 3.3 por ciento, mientras que la producción interna pasó de 18.3 a 21.8 toneladas y registró un crecimiento medio anual de 2 por ciento, por lo que la diferencia se tuvo que cubrir con importaciones, las que registraron una tasa media de crecimiento anual de 9.6 por ciento. La mayor parte de las importaciones provinieron de Estados Unidos y fueron de maíz amarillo que está asociado a la producción avícola y de etanol”.
Un año atrás, el titular de la Sagarpa aseguraba que los campesinos mexicanos llegaban a la apertura total del sector agropecuario en el marco del TLCAN en perfectas condiciones para lograr una “integración de tú a tú” con sus pares estadunidense y canadiense. Desde entonces, se advirtió que en el caso del maíz, por ejemplo, se reporta una de las principales asimetrías con dichos socios comerciales, especialmente con el norteño inmediato: cultivar una hectárea de ese grano básico en México resulta 300 por ciento más caro que en Estados Unidos: mientras aquí cuesta casi 80 dólares y se cosechan alrededor de 2.4 toneladas de grano, la relación en el vecino del norte es de 20 dólares y 8.4 toneladas. Doce meses después, la superficie sembrada de maíz reportó una ligera reducción, mientras la importación de maíz registró un incremento cercano a 70 por ciento con respecto de los resultados de 2007.
Entre 1994 y 2007, precisa el CEFP, las importaciones de maíz originarias de Estados Unidos pasaron de 2.3 a 7.9 toneladas métricas, por lo que en 11 ocasiones las importaciones rebasaron los cupos fijados en el TLCAN. El sobrecupo acumulado entre 1994 y 2007 fue de 23 millones 325 mil toneladas “y no se tiene evidencia de que se hayan aplicado los aranceles cuota por concepto de sobrecupos, equivalentes aproximadamente a 3 mil 143.8 millones de dólares. Asimismo, la entrada de maíz por arriba de las cuotas que se pactaron en el TLCAN ha provocado un desplazamiento de los productores locales de maíz, lo que obligó a tener que importar mayores volúmenes para cubrir la demanda interna”.
Por lo que toca al frijol, la segunda actividad agrícola más importante después del maíz, el consumo aparente pasó de 1.2 toneladas en 1995 a 1.1 en 2007, lo que significó una disminución de uno por ciento en promedio anual, mientras que la producción interna pasó de 1.3 en 1995 a 0.9 en 2007, lo que representó un descenso de 2 por ciento a tasa media anual en ese periodo. De 1995 a 2007, el incremento de las importaciones fue de 15.9 por ciento a tasa media anual y representaron el 7 por ciento en promedio del consumo aparente. Hasta octubre de 2008 se reporta una caída de 24 por ciento en la producción nacional de este grano.
Las importaciones de trigo crecieron 60 por ciento en 2008. De 1995 a 2007, el consumo nacional de este grano creció a una tasa media anual de 3.3 por ciento; la producción registra una tasa media de crecimiento anual de 0.3 por ciento. El consumo nacional de trigo se ha tenido que completar con importaciones, las cuales se triplicaron. La menor producción se debió, entre otros factores, a una disminución en la superficie sembrada debido a la falta de estímulos y al cambio a cultivos más rentables; además, la superficie sembrada se redujo a una tasa media anual de 2.3 por ciento en el periodo, mientras que las importaciones representaron en promedio 50 por ciento del consumo aparente de trigo en México.
Para redondear, en 1995 del crédito total otorgado por la banca privada sólo 5.2 por ciento se canalizó al sector agropecuario; en septiembre de 2008 a duras penas llegó a 1.6 por ciento. El de la banca de desarrollo (gubernamental) cayó aún más: en 1995 representó 4.4 por ciento de la cartera total; en septiembre de 2008, tan sólo 0.1 por ciento.
Las rebanadas del pastel
Hete allí el resultado concreto de la “integración de tú a tú” cacareada por el gobierno federal… Un enorme beso para Marianita, en su séptimo aniversario.
México SA
Carlos Fernández-Vega cfvmexico_sa@hotmail.com
Carlos Fernández-Vega cfvmexico_sa@hotmail.com
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