domingo, diciembre 28, 2008

Una interpretación del momento actual

Róger Aguilar Salazar

Mayor pobreza de la población, incremento de las estafas, la corrupción y la desigualdad económica.

Más impuestos a las medianas y pequeñas empresas, a los asalariados y a la población para compensar las exenciones y las evasiones del gran capital.

Más de 8 mil muertes violentas, mujeres (algunas violadas por soldados) incluso embarazadas, niños y jóvenes inocentes secuestrados y/o asesinados por la delincuencia organizada, con o sin uniforme o pertenecientes a los cuerpos policíacos..

Más desempleados, más subcontratados sin prestaciones ni derechos laborales; más ambulantes, más migrantes del interior y al exterior, alza imparable de los productos de consumo básico y servicios como el transporte, alentado por el alza permanente y injustificada de las gasolinas, el diesel, el gas y la energía eléctrica que el desgobierno impone con fines nada claros.

Devaluación de la moneda nacional, fuga de capitales, etc., etc.

Con todo, lo peor está por venir.

¿Quiénes dijeron que algo semejante pasaría si el "peligro para México" ganaba la presidencia de la república o si se cambiaba de ruta cuando sólo tenía que cambiarse de caballo-jinete?

¿Quiénes recurrieron al terrorismo político, a los engaños y mentiras y, por último, a violar el código electoral y pisotear los principios de equidad, certeza, imparcialidad y justicia -validado el fraude cibernético, aplicado tras haber intentado todas las trampas acumuladas en el vasto arsenal de la defraudación electoral- para usurpar la presidencia de la república y hundir al país en la crisis política de la que no se salió y a la que ahora se agregan las de seguridad, económica y social?

Sí. Lo sabemos: por encima del enano mental, el alcohólico, el corrupto pelele, está la mafia de los 30 capitostes del dinero y la estafa política de la que aquél es simple mayordomo: el salinismo, los magistrados, jueces y consejeros electorales, la Coparmex, el CCE, Coppel, Bimbo, Televisa, TV Azteca, las cadenas de radio y toda la ralea de delincuentes de cuello blanco con el quiridz oculto que hoy destruyen la economía nacional, lo mismo que la soberanía y las instituciones del Estado mexicano, que han corrompido con su dinero y sus transas inmensas, a las que no escapa la verdad asesinada todos los días por los micrófonos y las pantallas constituyentes de la "santa sede" de la propaganda y la mercadotecnia.

Toda esa caterva de pelafustanes eminentes cargan sobre sus privilegios –conciencia no tienen, al cabo que sólo son "refinados" en saciar sus instintos voraces- y sus personas la responsabilidad por la tragedia de millones de desarraigados, hambrientos y sedientos de amor y justicia, que padecen enfermedades, muerte, olvido y, lo peor, desesperanza y resignación, la mayor maldición que puede caer sobre cualquier sociedad del mundo actual.

La cauda de culpabilidades que arrastran es infinitamente más grande que los caudales materiales y políticos que roban o monopolizan. Y ni el juicio más implacable podrá resarcir los daños causados a los seres humanos, la naturaleza y el impredecible futuro de nuestro planeta y, en lo particular, de nuestra maltratada nación.

El peor castigo que se les puede dar, el único posible que reivindique los sufrimientos, la depredación y las tragedias que siguen causando, es acabar con sus privilegios. El único tribunal competente que los condene a eso sólo podría ser el que conformaran sus víctimas y los sucesores de sus víctimas, los familiares y los amigos, con plena conciencia de su papel, con un grado más alto de cultura y conciencia de reparación de justicia. Esto es, con el pueblo organizado, sin replicantes egoístas en sus filas, que impongan los derechos y deberes de la mayoría por sobre los intereses, siempre ilegítimos y hasta genocidas, de los detentadores del dinero, el poder y los medios de control ideológico que ahora acaparan.

Crear ese gran tribunal social que a la vez sea el crisol de donde surja el México de justicia social para todos, es la tarea histórica que hoy se le plantea a la parte más consciente y decidida de la nación mexicana, a la resistencia civil pacífica y a los movimientos sociales que hoy abogan por la unidad de todas las fuerzas que, dispersas, hoy dan la lucha contra la tiranía de los especuladores de la economía y de la política.

Crear ese gran tribunal implica llevar adelante y más alto la resistencia de todos como resistencia unida en su pluralidad, hasta el grado de plantearse la revolución que merece nuestra nación y su historia de gloriosas batallas por la soberanía, la independencia y la justicia social que hoy se nos arrebatan.

Mérida, Yucatán a 24 de Diciembre de 2008

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