Por Fausto Fernández Ponte
"Un cambio, si no es revolucionario no es cambio real; lo demás es demagogia".
Genaro Vázquez Rojas.
I
Evo Morales fue elegido Presidente de Bolivia con un mandato: recoger la bandera de las masas populares de su país, de aborígenes principalmente, y concretar un antiguo, histórico y estratégico anhelo reivindicador de éstas: refundar el Estado boliviano.
Y refundado ha sido. Refundado con consecuencias insoslayables --algunas de ellas predecibles y, ergo, esperadas-- en lo económico, lo político, lo social y lo cultural en el ámbito boliviano propiamente, pero con repercusiones en los confines de Nuestra América y del mundo.
Hágase la salvedad que por Nuestra América alúdese aquí a los Estados actuales de la porción continental e insular de población indígena y sometida y saqueada desde el siglo XV por las potencias europeas de entonces --España e Inglaterra sobre todo-- y el Vaticano.
Las repercusiones son trascendentes en un círculo concéntrico de efectos estructurales y superestructurales e impactos inmediatos y mediatos --al sur y al norte de Nuestra América-- e identificados desde las perspectivas de la geopolítica.
Nótese que la refundación del Estado boliviano no es la secuela de un capricho filosófico, ideológico y político bolivariano y, en esa vena, guevarista --la del Che--, sino que también es secuencialmente dialéctica y responde, por ello, a imperativos telúricos.
Cierto. Imperativos profundos, ancestrales, abisales y, por lo mismo, insondables del alma boliviana, entendida ésta como en su exégesis científica, la de la psique colectiva. Es un pueblo que se reconoce a sí mismo como elemento constitutivo vero del nuevo Estado.
II
Al mismo tiempo, ese pueblo se reconoce a sí mismo como creador de un poder político --elemento constitutivo también del Estado-- que sirva a los verdaderos intereses sociales y populares. El propio Evo es legatario histórico de los afanes de su pueblo.
Más allá de la concepción, diseño y fundacionalidad del Estado como expresión organizada de una comunidad --un pueblo-- adviértense otras connotaciones. El Estado histórico, burgués o proletario, se define hoy en Bolivia bajo una guisa de indudable factura revolucionaria.
Así es. En vez de un Estado convencional, dominado por una clase o estrato social o incluso por un grupo faccioso --el hampa del poder político-- como es el caso en México, el pueblo boliviano mandante refunda su expresión mandataria con arreglo a premisas innovadoras:
Una, crea un Estado de participación de las masas, que representa a la gama variopinta de clases y estratos sociales con una conformación societal popular preponderante indígena. No es el caso en ningún otro Estado americano, exceptuando al cubano y, al venezolano.
Y, otra, la social, siendo la participación popular la que determina la naturaleza y el alcance mismo del poder político del nuevo Estado boliviano, al someterlo estratégicamente en torno a la base de una forma de organización económica colectiva.
Esas premisas tienen un telón de fondo acusadamente revolucionario: son las condiciones prevalecientes las que determinan el curso táctico a emprender para la toma del poder. Esas condiciones, en el caso de Bolivia, se emblematizan en la regla prevaleciente, la electoral.
III
Visto al través de los prismas de las teorías de la toma revolucionaria del poder político, lo ocurrido en Bolivia se desprende de la vía armada, aunque la experiencia guevarista en los sesenta tiene, sin duda, valor didáctico. No era la vía en bolivia hoy.
La experiencia boliviana de hoy --la toma revolucionaria del poder por la vía electoral, distinta axiológicamente de la armada-- es pedagógica y esos efectos advertiríanse emulativamente en México. Refundar un Estado mexicano social es posible.
Refundar un Estado mediante la movilización civil pacífica, que tal fue el método del pueblo boliviano, apoyándose, sin duda, en las luchas armadas históricas habidas, documentadamente, en Bolivia. Algunas de esas luchas fueron conducidas por mestizos y criollos.
El "efecto Evo" ha trascendido las fronteras andinas y amazónicas de Bolivia y accedido al vecindario geográfico, demográfico, sociocultural y étnico, económico y político y ha accedidio, en derrama y desparrame, más allá.
Un Estado revolucionario --por social-- en el centro geográfico mismo de la masa terránea confirmaría la cosmovisión guevarista, aunque con métodos diferentes inspirados, sugeridos y afinados por las condiciones prevalecientes hoy es un detonante de reacciones.
Reacciones de toda laya, por supuesto. A Estados Unidos, la independencia del pueblo boliviano lograda con arreglo a imperativos de las reglas de juego impuestas por el propio Imperio para dominación y sometimiento y saqueo de Bolivia no le viene bien. Le teme.
Y el temor es, precisamente, el de la emulación --"contagio", lo llamó Washington--, como le temió Madrid en el siglo XIX al independizarse las antiguas colonias americanas, desde México hasta Argentina. En México, ese temor desvela al poder político hamponil.
ffponte@gmail.com
Glosario:
Axiológico. Relativo o perteneciente a la xiología, la teoría de los valores.
Abisal: Abismal.
Estructurales: En sociología por estructura se entienede el conjunto de relaciones internas y estables que articulan a los diferentes elementos de una totalidad concreta. La estructura es tal en cuento a sus partes se corresponden entre sí.
Exégesis: Interpretación.
Superestructurales: En sociología, la estructura es el conjunto de instituciones cuya función es la de cohesionar a la sociedad en torno a la base económica, y la de asegurar la reproducción de esta última. Comprende la suma de concepciones, modos de pensar, actitudes, sentimientos e ideologías que corresponden a dichas instituciones.
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