Ricardo Andrade Jardí
La insistencia de algunos legisladores priístas en cuanto al error de Fecal de apoyar el regreso de Manuel Zelaya a la presidencia de Honduras, para la cual fue electo en las urnas; al tiempo que dicen condenar el golpe militar que lo depuso, es, en realidad, una muestra del miedo que el “Nuevo” PRI tiene por las formas superiores de la democracia, es decir, el miedo que tiene a la participación ciudadana. El PRI se apresta a tomar nuevamente el poder en México, pero anunciando que no permitirán ninguna forma de democracia, donde sea la ciudadanía la que tome decisiones de forma directa en los asuntos que considere trascendentales para el desarrollo de su vida social.
La insistencia de que Manuel Zelaya es responsable del golpe, porque su “afán reeleccionista” —que es el mismo discurso de Televisa y las cadenas de televisión comercial del continente convertidas ya en las voceros de los poderes de facto— lo llevó a “romper la legalidad”, cuando en realidad lo que se buscaba Zelaya, con la cuarta urna, era que los hondureños se otorgaran si así lo decidían, pues siempre existió la posibilidad de que su pretendido “afán” no ganara, una nueva Constitución, en la que, entre otras cosas, se considerara la participación ciudadana como un derecho. Tal vez los “demócratas”, que se oponen a la participación ciudadana, no quisieron arriesgarse a perder en una consulta no vinculatoria, y dar paso, sobre todo, a que los hondureños se otorgaran una nueva Constitución escrita por ellos y no como la actual dictada por la Casa Blanca y celebrada por la criolla oligarquía rapaz de ese país centroamericano, que, una vez más, prefirió dar un golpe militar e imponer una dictadura, como en los años ochenta, que dejar a los hondureños decidir su futuro próximo.
En días recientes, alguna senadora del PRI, en voz de su partido, en diversos programas de radio, insistía en que México no debe apoyar el regreso de Manuel Zelaya a terminar el mandato para el que fue electo. “Debe ser claro, para todos, que las ‘modas de cambio de rumbo o constituyentes’ no es algo que se pueda permitir más en el continente y, menos aún, en México”, pretenden decirnos los “nuevos”, aunque viejos, priístas.
En el fondo, estas declaraciones son el miedo inmenso de que por fin la ciudadanía decida los rumbos del país, a partir de instrumentos democráticos que están muy por encima de la idea de la representación; instrumentos de decisión ciudadana en que la participación sea directa, sin representantes o intermediarios; el referendo, el plebiscito, la revocación de mandato, la consulta popular, entre otros, que, sin duda, son formas superiores de la democracia; instrumentos que pueden impedir que pandillas de legisladores o gobernantes, a “nombre de todos”, justifiquen atrocidades o aprueben o decreten reformas y leyes, en detrimento del bienestar social, de la diversidad, de la equidad, del bien común de las mayorías a las que se supone “representan” esos sujetos.
Son tiempos de desorden sangriento, de confusión organizada, en que la ingenuidad ciudadana es un crimen. Que nadie se equivoque, no hay en el PRIAN, ni en el “Nuevo” PRI que se apresta a tomar el poder, gracias; hay que reconocer a Televisa, empresa tan golpista como cualquier otra cadena de televisión comercial del continente, que ya no son sólo instrumentos de control de Estado sino que son ya “Estados” de facto, que imponen presidentes y dictaduras a modo, una intención de abrir nuevos cauces democráticos, que no sean los que estén bajo su absoluto y corrompible control...
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