MÉXICO, D.F., 20 de julio.- Más allá de la valoración que cada quien haga acerca de las alianzas electorales entre el PRD y el PAN, y del carácter excepcional que se dé al caso Oaxaca, el dato duro incontrovertible; sin embargo, es la ausencia de la izquierda en la elección de 2010.
Como proyecto alternativo, como propuesta popular, como identidad propia, la izquierda desapareció del panorama.
Asistimos a una competencia bipartidista entre el PRI y el PAN, con sus respectivos aliados cada uno. El PRD acudió en un papel subordinado. Aceptó las condiciones y reglas que le impuso la fuerza política que cuatro años antes le robó la Presidencia mediante un fraude electoral.
Aun y cuando la Comisión Política Nacional del PRD acordó por mayoría no realizar una política general de alianzas con el PAN, lo que se hizo por parte de la actual dirigencia del PRD fue precisamente eso: una política general de alianzas con Acción Nacional.
Se comenzó con el argumento de que el caso Oaxaca era una excepción. Después se dijo que la alianza en Hidalgo era una contraprestación. Más tarde se pactó en Durango, San Luis Potosí y Sinaloa. En Quintana Roo el PRD hizo alianzas distritales y penosamente asumió el encarcelamiento de su candidato a gobernador por parte de sus “aliados”. En Tlaxcala el PRD declinó torpemente su candidatura a favor del PAN, a cambio de nada, y en Zacatecas rogó lastimosamente el respaldo de los blanquiazules, sin obtener respuesta positiva.
El resultado: el PRD no ganó ninguna nueva gubernatura y en cambio sí perdió la que tenía. El PRI obtuvo los gobiernos en nueve entidades de 12, el PAN dos y Convergencia una, con un gobierno de composición que incluirá al blanquiazul.
Los promotores de las alianzas declararon que éstas fueron un éxito. Pero… ¿Para quién? El PRI gana casi todo. El gobierno panista introduce un efecto mediático para enviarle al PRI el mensaje de que le dará batalla en 2012. El PRD aparece como soporte de otras fuerzas políticas, ayudando al PAN a nivel nacional para que no pierda capacidad competitiva.
Al interior del PRD se argumenta que así se frenó al PRI y se garantiza un 2012 competido. ¿El PRD entrará a la competencia porque de 12 en disputa ganó media gubernatura?
Se olvida que en 2009 el PRD gobernaba en seis entidades y le fue muy mal; que en 1988 el PRI contaba con el 100% de los gobiernos estatales y aun así perdió la elección; que en 1997 el PRD no tenía ninguna gubernatura y se convirtió en la segunda fuerza electoral nacional. En otras palabras, tener gobiernos locales es muy importante, pero el triunfo en una elección presidencial no depende de éstos.
Al subordinarse al PAN, el PRD pierde credibilidad, pues esa es la fuerza que cometió el fraude electoral de 2006, y en su agravio directo; pierde coherencia, pues fue el PAN quien mandó a la calle a 44 mil trabajadores electricistas y tiene, además, a México sumido en la peor crisis política, económica y social de los últimos tiempos; y pierde capacidad competitiva, pues al hacer un frente común con el PAN deja al PRI jugar el rol de oposición política, que ciertamente no es.
Si en 2011 continúa la alianza con el PAN, ¿cómo convencerá el PRD a los electores de que es una fuerza distinta a la derecha? ¿Cómo podrá decir que PRI y PAN son lo mismo? ¿Cómo le quitará al PRI el discurso de oposición y de fuerza alternativa al desastre de la derecha panista?
Urge abrir un debate sobre el futuro de la izquierda en México antes de que termine por desaparecer, diluida con sus adversarios antagónicos. Si el PRD realmente quiere competir por la Presidencia en 2012, debe fortalecer su propia identidad, posicionar su programa y ensanchar su propia corriente electoral.
Vale la pena recordar un pasaje de las memorias de François Mitterrand: “Cuando los socialistas discutíamos y hacíamos alianzas con la izquierda o con el centro, tomé partido y opté por la unidad de la izquierda… mirar hacia el centro es un tentación recurrente, y el resultado siempre es el mismo: desdibujarse como alternativa. Opté por la unidad de la izquierda y no me equivoqué. No hay más estrategia que la unidad del movimiento popular y el anclaje a la izquierda”.
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