Hoy se presentó, finalmente, el proyecto de Felipe Calderón para la reforma energética. Aún no se conoce el texto, pero ya Calderón, en su mensaje a la nación, se ha encargado de depositar sus beneficios en cada uno de los hogares. El reparto de los bienes antes de saber siquiera cómo piensan obtenerlos. Pero el asunto no es cómo se organizarán las expediciones de los dueños de los bonos a las aguas profundas, sino cómo se va a proceder con el debate, en el que todos parecen estar de acuerdo, pero que Calderón lo suprimió en su mensaje y todavía se ignoran las difíciles reglas del juego. El asunto no es coyuntural, es primordial para la República y para la identificación de patriotismo con patrimonio nacional, y por eso, la prisa mostrada por el sector de Acción Nacional y exigida por Felipe Calderón, no lleva a ningún lado, a menos que se confunda el darle la voz a unos cuantos a puerta cerrada con la discusión libre y amplia que el tema y la ciudadanía merecemos.
¿Qué es el debate necesario sobre la privatización del petróleo? Es la primera gran oportunidad de que la sociedad nacional delibere sobre su gran recurso de economía y desarrollo; es el intercambio de juicios de expertos, que se acompañen de documentos probatorios; es el ejercicio de participación (opiniones y juicios) en el tema en donde todos somos lo suficientemente expertos como para saber qué le conviene y qué no a la nación, porque lo contrario sería, antes de intentar privatizar el petróleo, privatizar la decisión y, por tanto, expulsar a la inmensa mayoría de la toma de decisiones en uno de los hechos que más le afectan.
¿Cuáles son las vías para el debate? La primera es subrayar la importancia de darle a la sociedad los elementos de juicio que se le han negado históricamente (“no van a entender, es muy complicado”) y eso exige una reflexión colectiva y personal no sujeta a los tiempos legislativos.
La segunda vía es la elección de medios en dónde desplegar las discusiones. Esos medios tienen que ser por fuerza el canal del Congreso, los canales de televisión privada, la red nacional de radioemisoras y la prensa regional y nacional. Esto no es pedir demasiado porque la persuasión, el estar convencido a través de los hechos, es el gran elemento de equilibrio de la República. Corresponde al gobierno federal presentar el proyecto complementario: cómo deben darse los diálogos, de qué manera evitar los monólogos y de qué tiempos se dispondrá. Hoy, estar de espaldas al pueblo es de manera estricta estar de espaldas a televidentes, radioescuchas y lectores.
La tercera vía es la selección de las fuerzas que deben intervenir. Por supuesto, además de los partidos políticos, necesitan hacer uso de sus razones los sectores cuya actividad profesional los vincula a la industria petrolera (nadie niega la presencia de la iniciativa privada en el sector energético, pero se ha rechazado justamente el cambio del artículo 27 constitucional), los movimientos sociales, los grupos de la sociedad civil, las universidades y los centros politécnicos, los grupos indígenas, los trabajadores petroleros. A cada uno de estos grupos y sectores, le corresponderá nombrar a sus representantes.
(A este respecto, vale la pena mencionar lo dicho por Felipe Calderón, que aseguró que esta vez sí va a haber rendición de cuentas y finalizará la corrupción. Es muy interesante que de manera no tan implícita se reconozca que el primer gobierno de Acción Nacional permitió o fomentó la corrupción, tan representada según la opinión pública por el sindicato de Pemex y su líder Carlos Romero Deschamps, tan elogiado directamente por Calderón).
La cuarta vía tiene que ver con las maneras de indagar las respuestas al debate. Se puede optar por las encuestas y queda abierto el camino del referéndum, pero no se puede dar por concluido el debate sin enterarnos de sus repercusiones sociales.
La mejor manera de incorporar las preocupaciones graves y las desconfianzas profundas a propósito de la reforma energética, es abrir cauces civilizados y democráticos. En este caso, el primero de ellos es un debate nacional sistemático y sólido. Esto alejará la tentación de la violencia oficial, históricamente siempre precedida por sus redes de provocación.
Por el Comité de Intelectuales en Defensa del Petróleo
Marco Antonio Campos; Rolando Cordera; Arnaldo Córdova; Laura Esquivel; Bolívar Echeverría; Jorge Eduardo Navarrete; Víctor Flores Olea; Luis Javier Garrido; Fernando del Paso; Héctor Díaz Polanco; Margo Glantz; Antonio Gershenson; Enrique González Pedrero; Hugo Gutiérrez Vega; David Ibarra; Guadalupe Loaeza; Lorenzo Meyer;Carlos Monsiváis; Carlos Payán; Carlos Pellicer; José María Pérez Gay; Sergio Pitol; Elena Poniatowska;Ida Rodríguez Prampolini; Enrique Semo; Héctor Vasconcelos.
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