miércoles, abril 09, 2008

Los cálculos fallidos de Calderón

Escrutinio
Juan José Morales

El gobierno de Calderón estaba seguro de que no duraría mucho la indignación popular por los oscuros resultados -llamémosles así discretamente- de las elecciones presidenciales de 2006, y que con el manto de silencio que los grandes medios de comunicación tendieron durante más de un año sobre las actividades de Andrés Manuel López Obrador -quien prácticamente fue borrado de las pantallas de las cadenas televisoras y de las páginas de la llamada “gran prensa”- la gente pronto lo olvidaría.
Cuando creyó haber logrado su objetivo y que AMLO ya había sido nulificado, el gobierno lanzó su gran campaña publicitaria en pro de la privatización de la industria petrolera. A ella se destinaron -como ya comentamos en esta columna- cientos de millones de pesos para pagar anuncios en radio, prensa y televisión y comprar a conductores de noticiarios, comentaristas y hasta artistas cómicos de programas de variedades, a fin de que hablaran favorablemente sobre algo que se dio en llamar proyecto de reforma energética pero que -fuera de sus autores y sus cómplices- nadie sabe en qué consiste porque se ha ocultado celosamente.
Es, por lo demás, una campaña ofensiva para los mexicanos, a quienes por lo visto se nos considera unos pobres imbéciles dispuestos a creer cualquier cosa simplemente porque se dice en televisión. Así, en uno de tantos anuncios pagados disfrazados de noticia o comentario, se dice que una de las razones por las cuales necesitamos aceptar la inversión extranjera en la industria petrolera es porque siendo un país petrolero, importamos el 40% de la gasolina que se consume en el país. Sinceramente, no sé qué genio de la publicidad ideó semejante argumento, cuando cualquier persona con dos dedos de frente puede percatarse de que para resolver ese problema lo único que hace falta es que PEMEX -o sea el gobierno de Calderón- construya -con el dinero que le sobra gracias a los altos precios del petróleo- las refinerías que criminalmente dejaron de construir durante 25 años los sucesivos gobiernos del PRI y del PAN.
Pero lo que no esperaba Calderón es que AMLO, a quien daba por muerto políticamente y consideraba sólo un iluso patético que recorría el país diciéndose presidente legítimo, conservara ese poder de convocatoria que en menos de un mes le permitió congregar tres veces grandes multitudes en la capital de la República para oponerse a los intentos privatizadores. Las dos primeras, cientos de miles de personas en el Zócalo, frente al Palacio Nacional. La tercera, a diez mil mujeres, integrantes de las brigadas femeniles de defensa del petróleo, reunidas simbólicamente en la explanada del Monumento a la Revolución. Ciertamente, para tratarse de un cadáver político, han sido velorios bastante concurridos.
Y también resultó fallido el cálculo de Calderón de que podría repetir lo de la ley del ISSSTE y de las reformas judiciales. Es decir, que podría hacer pasar calladamente y casi sin que la gente se percatara de ello, las reformas legales que abran las puertas de la industria petrolera al capital extranjero, sumando al PAN los votos de legisladores del PRI, el PVEM y el Panal de Elba Esther Gordillo.
Esta vez las cosas serán mucho más difíciles para Calderón. Sus cálculos fallaron. Está frente a una vigorosa oposición popular con la que no contaba y que le impedirá hacer lo que se proponía, aunque no se descarta que de alguna manera -con la complicidad de PRI, PVEM y Panal- logre avanzar aunque sea un poco en sus planes privatizadores.

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