José Steinsleger
Asesinado a quemarropa en pleno centro de Bogotá, la muerte de Jorge Eliécer Gaitán partió en tres la historia de América Latina. El magnicidio tuvo lugar hacia el mediodía del 9 de abril de 1948, y fue perpetrado por las mismas familias que en 1830 festejaron la muerte de Simón Bolívar.
Un joven dirigente de 21 años, jefe de la delegación cubana que asistía a un encuentro continental de estudiantes, pensaba entrevistarse en horas de la tarde con el líder colombiano. Fidel Castro se quedó con las ganas de platicar con Gaitán.
El homicida fue linchado por la multitud y las radiodifusoras fueron tomadas para transmitir la noticia: “¡Mataron a Gaitán!… ¡El gobierno asesinó a Gaitán!... ¡El pueblo se levanta grandioso e incontenible para vengar a su jefe! ¡Pueblo a la carga! ¡A las armas!”
Nacido en 1898, Jorge Eliécer fue el primogénito de una modestísima pareja afiliada al Partido Liberal (PL). El padre vendía libros, la madre era maestra de primaria, y en el hogar el niño creció oyendo dos palabras: “progresistas” y “reaccionarios”. En la Universidad Nacional se graduó de abogado con la tesis Las ideas socialistas en Colombia. Luego se marchó a Italia, donde fue testigo de la génesis del fascismo.
A su retorno, el joven recorrió la Colombia profunda. Editó su propio periódico y se convirtió en el primer dirigente político en usar la radio para difundir sus ideas. En la Navidad de 1928, cuando el país quedó paralizado de terror a causa de las matanzas de la United Fruit en las plantaciones bananeras del Magdalena, habló de los niños masacrados con palabras que conservan estremecedora vigencia: “¡El ejército colombiano tiene la rodilla hincada ante el oro yanqui y la altivez para dispararle a los hijos de Colombia!”
Bloqueado por sus propios coidearios del PL, Gaitán fundó la Unión Nacional Izquierdista Revolucionaria (1930), aglutinando horizontalmente las bases populares de los partidos tradicionales. Decía: “¡Sabed que la masa conservadora, liberal y socialista os rechaza, políticos de corrillo, pequeños hombres sin ideas!”
En 1936, el llamado “tribuno del pueblo” ganó la alcaldía de Bogotá. Apenas duró siete meses en el cargo. Tiempo suficiente para crear el desayuno escolar para niños pobres y construir los primeros barrios obreros de la ciudad. Más tarde fue ministro de Educación y Trabajo del presidente Eduardo Santos (1940-43), estableciendo el “programa del zapato escolar” y organizando el primer salón anual de artistas colombianos.
No se hablaba entonces de “neoliberalismo”, ideología que en todo caso Gaitán definió premonitoriamente: “Nosotros no decimos que el hombre debe ser un esclavo de la economía; decimos que la economía debe estar al servicio del hombre”.
El bogotazo, primer levantamiento urbano popular de América Latina, dejó la capital a merced de los incendios y el saqueo. En las primeras 48 horas hubo más de 330 muertos. Los trabajadores declararon la huelga general y los estudiantes ocuparon el Congreso Nacional donde sesionaba la novena Conferencia Panamericana.
En ese cuadro, no menos premonitorio, nació la Organización de Estados Americanos (OEA). Correteados por la multitud, sus delegados se vieron obligados a buscar refugio en un garage privado de un barrio rico de Bogotá. Y allí, sin aire y con ojos de espanto, el general George C. Marshall (secretario de Estado de Harry Truman) les explicó cómo encauzar los imponderables de la democracia.
Como el narcotráfico no estaba de moda entonces, y el único árabe famoso era el sheik protagonizado por Rodolfo Valentino en un filme silente que aún se proyectaba con gran éxito en los pueblos del país, Marshall aseguró que el bogotazo era “… la primera tentativa importante comunista en el hemisferio occidental desde el fin de la guerra” (Bogotá, Reuters, 12/4/48).
Sin teléfonos celulares, sin Internet y “fuentes de inteligencia” servidas en bandeja electrónica para difundir calumnias, los periodistas serviles dieron rienda suelta a la imaginación. Un editorial de El Tiempo de Bogotá aseguró que en el bogotazo participaron “… turbas ciegas de ira en un principio, luego envenenadas de todas las pasiones y más tarde, empujadas por todos los instintos, se precipitaron sobre la ciudad amada…”
¿Lenguaje de la guerra fría? Quién sabe… La máquina de mentiras de El Tiempo se fundó en 1911, y el año pasado pasó a manos del grupo Planeta de España. Ayer señalaba a los “comunistas”. Hoy, El Tiempo asegura que las guerrillas poseen “fábricas de uranio” en la selva. Eduardo Santos Calderón, su director, oficia de vicepresidente de la “Comisión de Impunidad” (sic) de la Sociedad Interamericana de Prensa, y es hermano de Juan Manuel Santos, ministro de Defensa del presidente narcoparamilitar Álvaro Uribe Vélez.
Dos meses antes del crimen, sintiéndose amenazado, la voz de Gaitán retumbó proféticamente por las ondas radiales en llanos, selvas y montañas de Colombia: “¡Ninguna mano del pueblo se levantará contra mí! La oligarquía no me mata porque sabe que el país se vuelca y las aguas demorarán 50 años en volver a su nivel normal…”
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