Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes…
Hay que tomarle la palabra a Felipe Calderón y apurarnos para librar a México de la transa y la corrupción. Al hablar en la ceremonia de premiación del concurso nacional “Adiós a las trampas”, condenó a los “pocos políticos que han acumulado verdaderas fortunas” a costa de la pobreza de las clases mayoritarias. Lástima que tan buenos deseos no pasen de eso, y suponga Calderón que sus demagógicas salidas de tono se le pueden creer a pie juntillas. Porque a final de cuentas, su discurso, en esta como en muchas otras ocasiones, no es más que palabrerío hueco, engañoso y sin ningún sustento con la realidad.
Eso sí, tiene razón al señalar que México es un país donde no debería haber pobreza, pues le sobran recursos y cuenta con un invaluable patrimonio en su gente. Lástima que por la falta de compromiso de la elite con la nación, se haya hecho un pésimo uso de ambos activos en beneficio exclusivo de ella misma. Otra vez, podría asegurarse, sus asesores le fallaron, pues un concurso con el tema señalado era suficiente para haberlos despedido. ¿Adiós a las trampas cuando éstas son parte fundamental del sistema político mexicano?
¿A poco cree Calderón que por el solo hecho de gritar que agarren al ladrón la ciudadanía se va a tragar el cuento? Otra cosa sería si predicara con el ejemplo. Entonces, tendría autoridad moral para condenar a los transas y corruptos, de los que abundan en su administración. Bastaría, a tal efecto, que hubiera llamado a cuentas a su antecesor, cuyo desgobierno se caracterizó por una imparable y costosa corrupción que lesionó gravemente el patrimonio nacional. ¿No lo ha protegido a costa incluso de su propia imagen pública, a sabiendas de que haberle fincado responsabilidades le habría reportado una indispensable credibilidad?
Ni qué decir tiene lo risible que resulta su afirmación de que su gobierno no permitirá que “nadie, por muy influyente, por muy poderoso, por muy prepotente que sea, se sienta con derecho a violar la ley”. A su lado estaban los secretarios de Educación y de la Función Pública, Alonso Lujambio y Salvador Vega Casillas, respectivamente, quienes se arrellanaron satisfechos al saber que su jefe los seguirá protegiendo en el incumplimiento de sus responsabilidades. ¿Acaso la verdadera jefa de Lujambio no actúa en la forma que señala Calderón violando la ley para apuntalar su cacicazgo? ¿No es un hecho que la ex “pareja presidencial” goza de total inmunidad, a pesar de las muchas querellas en su contra por peculados plenamente comprobados?
El colmo del cinismo fue cuando dijo que “hacer trampa es ganar a la mala algo que no corresponde, algo que le corresponde a alguien más”. Pareciera que la conciencia le hizo una mala jugada por la forma como “ganó” las elecciones del 2006, cuando hubo que recurrir a cientos de trampas con las cuales “justificar” una victoria por escaso medio punto y así llevar al país a la peor crisis política en lo que va del siglo veintiuno. Su arribo a Los Pinos fue resultado de una transa mayúscula orquestada por Vicente Fox, cuya impunidad dependía de colocar en la presidencia de la República a un incondicional que se comprometiera a cuidarle las espaldas.
Por eso, por la debilidad con la que Calderón llegó a Los Pinos, la oligarquía prepotente, influyente y poderosa cuenta con el “derecho” de violar la ley a su antojo, las veces que sea necesario como lo demuestran los hechos. Para eso cuenta, además, con una instancia como la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que, lamentablemente, se ha prestado a servir a intereses que frenan un sano desarrollo democrático de México. Sobran ejemplos para avalar tal dicho, baste por ahora referirse a la determinación de la Corte, el miércoles, de amparar a 26 de los involucrados en la matanza de Acteal, 20 de los cuales fueron puestos en libertad “absoluta e inmediata”.
Independientemente de las fallas del juicio y de que no se les haya seguido, por razones políticas, un debido proceso, la verdad del caso es la que expresan los familiares de los indígenas asesinados el 22 de diciembre de 1997: “Estamos muy indignados… aquí todo favorece la impunidad”, afirmó Sebastián Pérez Vázquez, presidente de la mesa directiva de Las Abejas. Responsabilizó a los ministros de la primera sala de cualquier nuevo ataque que pueda sufrir su comunidad, y recordó que siguen impunes los autores intelectuales del crimen de lesa humanidad que costó la vida de 45 indefensos tzotziles, cuyo único delito fue defender la dignidad de su comunidad.
gmofavela@hotmail.com
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