María Bolivia Rothe
Resulta que ahora, el lenguaje de la izquierda histórica es de derecha; resulta que la música, la literatura, el ideario que durante más de treinta años guió a la izquierda ahora sirve para identificar a la derecha. En resumen, resulta que la derecha se “izquierdiza”, derechizando a la izquierda, nombrándolos como “fascistas”, puesto que, según palabras de algunos presentadores “pensantes,” al interior de la izquierda se está reeditando el facismo de Mussolini y de Hitler.
Pero que está pasando? Acaso es posible que la ideología gire más de ciento ochenta grados y el discurso de izquierda puede ser apropiado con facilidad por una oligarquía de derecha, que ve perdidas para siempre sus prerrogativas?
Por favor!!! Esto es surrealista!!! Los de la derecha, asumen las banderas de la izquierda y las formas de lucha que siempre fueron la única propiedad de los desposeídos!!!!
No, no debemos confundirnos, no debemos creer esta falacia, esta mentira tan bien diseñada y puesta en práctica por la dictadura mediática que quiere envolver a la opinión pública en la absoluta confusión para que piense y se convenza que son ellos los “buenos” y todos los demás somos los “malos”.
Pero, ¿Es que acaso que el país se divide en malos y buenos? No, para nada. Lo que pasa es que los oligarcas de siempre están aterrorizados frente a la plebe insurrecta que ahora verdaderamente tiene voz y poder, por lo que echan mano desesperadamente, de todas sus influencias, redes y poder residual para marearnos la perdiz de una manera perversa, creo yo, la más perversa que han utilizado hasta ahora.
En realidad, ¿Qué está sucediendo en Bolivia? Simplemente que la desvergüenza y la antipatria están campeando de la manera más impune; la ridiculez, mediocridad, y estupidez crónica de esta clase ha llegado a extremos asombrosos, valiéndose del discurso sedicioso, amenazando con declararse independientes si es que no se les da el gusto de mantener las cosas tal y como están. Como si construir un país pasara por acceder al capricho de unos cuantos que durante medio siglo tuvieron todos los privilegios, todo el poder y que en nombre de la democracia, de la libertad y de la Patria han decidido abusivamente llevar al abismo al país entero, sin detenerse a pensar lo irresponsable de sus acciones, todas de índole personal, porque por mas que se llenen la boca cantando estribillos revolucionarios o citando a autores que fueron iconos de la lucha de los pueblos, no podrán jamás comprenderlos, porque como ya Marx lo dijo en su Capital, la burguesía no reniega jamás de su clase.
Da vergüenza tenerlos de compatriotas cuando, ignorando el pasado, creyendo que los bolivianos y bolivianas no tenemos memoria, se valen de la mentira sistemática montada burdamente al interior de medios de comunicación maniquíes de estos intereses de clase, de escritores amantes de la figuración y el show mediático, que encabezan una “huelga de hambre” como trampolín de propaganda personal, o de cualquiera que esté dispuesto a creerles el discurso de que en Bolivia se está viviendo una “dictadura fascista y totalitaria”. Parece que no recuerdan ( o no les conviene recordar), que Bolivia llevó al poder a Evo Morales, el primer presidente indio nacido de sus bases en Latinoamérica, con un porcentaje de votación del 54%, cifra que ellos jamás alcanzaron a pesar de todos sus arreglos, pactos y sociedades accidentales. Pero además, que esta indiscutible victoria, producto de las luchas del pueblo organizado y empoderado, fue, aunque se empeñen en negarlo, el certificado de defunción de esas prácticas caprichosas e interesadas que insisten en reeditar con el pretexto de los dos tercios. La falta de autocrítica y la soberbia sin límites dan como resultado lo que ahora vivimos.
Dotados de una ceguera histórica, una visión estrecha de la realidad boliviana, gritan por los dos tercios y acusan al presidente Morales de “totalitario” “autoritario” “fascista”, olvidando –con certeza de manera intencional- que ellos mismos, los que ahora están ayunando, fueron los que sistemáticamente sojuzgaron al pueblo; que cuando se trataba de sus intereses, los dos tercios eran una barbaridad y peleaban a ultranza para que en el Parlamento de ese entonces, (espacio de cuoteo y negociación) las decisiones se logren por mayoría absoluta. Claro, porque eran mayoría (solo en el Congreso, no en las calles) y les convenía, pero ahora que no pueden aceptar que son tan solo una decadente minoría, por supuesto que los dos tercios son la bandera indiscutible de lucha, porque es la única garantía que tienen de intentar mantener sus privilegios. Olvidan o quieren olvidar los actuales huelguistas que fueron ellos cuando detentaban el poder, quienes dieron su aprobación a medidas que empobrecieron al pueblo y entregaron las riquezas del país a manos extranjeras, que doblaron sus rodillas y agacharon sus cabezas en actitud francamente sumisa ante los grandes capitales trasnacionales sin pensar en ningún momento en el pueblo del cual eran parte.
Son ellos los que intentaron siempre por todos los medios, “blanquearse”, parecerse cada vez más a los vecinos del norte, porque les daba asco y vergüenza vivir en un país donde los indígenas son la mayoría; son ellos los que por décadas ignoraron la Patria profunda, nuestras raíces y nuestros ancestros, y que ahora, vistiendo aguayos y mascando coca, quieren hacernos creer que han cambiado su manera de vivir y sus creencias, que están dispuestos a ceder sus privilegios de casta en aras precisamente de la democracia, cuando jamás han defendido ni la democracia, ni la soberanía, ni nada que no fueran sus propios intereses.
En resumen, se trata del comienzo de una lucha de clases; hay que ser valientes y decirlo. Son los ricos de siempre contra los pobres de siempre. La única diferencia es que los pobres ahora, gracias a esta nueva manera de hacer y decir la política, han descubierto el significado real de “morir antes que esclavos vivir”. Los pobres de siempre ahora miran a los ojos de sus tiranos con la frente en alto y saben exactamente lo que quieren, y como lo van a conseguir. Los ignorados, los acallados, no quieren la muerte, no quieren la separación, no quieren la división. Ya lo ha dicho incontables veces el Presidente y sus colaboradores; se ha reconocido la autonomía como necesaria; se ha reconocido que bolivianos y bolivianas somos todos, los de arriba y los de abajo; se ha repetido hasta el cansancio que la Asamblea Constituyente es el espacio de deliberación de todas y todos hacia la construcción de un nuevo país, más solidario, mas incluyente, multinacional, y plurilingüe, sobre la base de las autonomías y respetando las diferentes formas de hacer y ver las cosas y la vida.
Claramente, la consigna es una Bolivia incluyente y participativa. No es el discurso demagógico de siempre, donde se decía que Bolivia era de tod@s, cuando solamente era de unos cuantos, ya que l@s otr@s no existían. Por supuesto, que nadie quiere llegar a las armas, porque los pobres que han puesto siempre los muertos, están hartos de derramar sangre cada vez que luchan por alguna de sus reivindicaciones sociales, económicas y políticas.
Pero la lucha será librada y todos esperamos que sea en el marco de las ideas, no de las confrontaciones entre hermanos. Ahora bien, si ellos están dispuestos a matar, el pueblo está dispuesto a defenderse y no solo defender sus vidas, sino la Patria y su integridad de Nación. De eso, que no le quede duda a nadie.
En este marco, la izquierdización de la derecha y la apropiación de símbolos, consignas y cultura ajena, no deja de ser una burda y mediocre manera de dar pataleos de ahogado en lugar de pensar en Bolivia.
Lo mismo en todos los territorios, pero ya América Latina tiene la madurez para avanzar hacia un mundo mejor, mexicanos, unámonos a la lucha, no seamos los agachados de siempre que dejan que unos cuántos se partan la madre y den sus vidas sin reivindicarlos. Tengamos la conciencia tranquila de que no murieron en balde porque nosotros fuimos capaces de continuar su lucha hasta obtener justicia para nuestros pueblos.
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