Julio Alejandro Peyro
Hace aproximadamente dos años y medio, cuando todavía estaba en la universidad, en una publicación de la facultad se presentó un problema. Escondido en el anonimato que le daba un seudónimo, un compañero hizo acusaciones de corrupción y de delitos sexuales contra uno de los directivos de la facultad. Ante la falta de pruebas, se provocó sin embargo un escándalo que le costó el puesto a tal directivo. Pero las consecuencias más negativas fueron las que vivió dicho compañero, cuya identidad, por cierto, conocíamos todos los colaboradores de dicha publicación. Desprestigio, desconfianza y todo lo que empezara en “des”, fue lo que vivió este estudiante que hizo una falsa denuncia anónima. Desde entonces, decidí no usar nunca un seudónimo en mis escritos, y firmar con mi nombre asumiendo la entera responsabilidad de mis dichos. A pesar de lo que sucedió el martes 12 de Diciembre, sigo pensando que decidí bien.
Alrededor de las once y media de la mañana, mi madre contestó el teléfono que sonaba. “¿Disculpe, se encuentra el señor Julio Alejandro...Peyro, es?” Preguntó una voz masculina, a lo que mi mamá respondió que no, pero que mis apellidos son Gallardo Peyro (a mí no me gusta usar mi apellido paterno), que quién lo buscaba.
Evadiendo la respuesta, la voz preguntó: “¿qué es suyo?”. “Mi hijo”, respondió. “¿De parte de quién? ¿Gusta dejarle un mensaje?”. “Señora, ¿de casualidad su hijo escribe para un periódico, o alguna publicación?”, dijo la voz. Mi mamá sin estar muy segura respondió que para algunos blogs en internet, pero nada más. “¿Y ésos blogs de qué son?” “De la resistencia civil”. Contestó mi mamá ya enojada. “Ah...¿y a qué se dedica su hijo?” “A sus asuntos, y si no me dice quién habla entonces buenas tardes” Y antes de terminar esa frase la voz le dijo: “No se preocupe señora, nada más pídale a su hijo que mejor se dedique a otros asuntos, mucha gente escribe para esos blogs, y no sirve para nada” Acto seguido mi mamá colgó el teléfono.
Como a las dos de la tarde llegué a casa, y mi mamá me contó lo sucedido. Como era lógico, no estaba muy tranquila y me dijo que en el identificador apareció la llamada como de “número privado”, y me preguntó si había proporcionado mis datos a los blogs en los que escribo. Le dije que no, que no se preocupara. Que si alguien consiguió mi teléfono era de otra parte, y que si llamaron para preguntar eso es porque no tenían nada mejor qué hacer. Yo sólo escribo, como mucha gente más lo hace, y eso no me hace ni importante como para que me amenacen ni peligroso como para que me desaparezcan o algo así, que estaban muy ocupados reprimiendo gente en Oaxaca y en el Distrito Federal.
Sin embargo, la broma no le cayó en gracia a mi mamá. Me dijo que ahora las cosas se iban a poner peor, que vivimos en un estado dominado por los reaccionaros y que si me pasaba algo, nadie iba a apoyarme. “No me va a pasar nada, mamá” le dije, “si a los que hacen los blogs, como al del sendero del peje, los han amenazado muchas veces y siguen, a mí, que sólo colaboro, mucho menos me va a pasar algo. No te preocupes.”
Es lógico. Nunca habíamos, ni mi madre ni yo, vivido una situación similar. A mi abuelo durante la huelga ferrocarrilera lo buscaron los militares y tuvo que esconderse unos días en las afueras de la ciudad. Esto es distinto. La lucha es desde donde cada quien pueda, y somos tantos los que luchamos, que podrán amenazarnos pero no intimidarnos.
Yo lo que más o menos sé hacer es escribir. Solamente ha sucedido que el precio de la libertad de hacer lo que queremos, de decir lo que queremos, de pensar con libertad, de ser libres, ha subido. Yo estoy dispuesto a pagarlo. Lo pago todos los días, y lo seguiré pagando, porque vale la pena ser libre.
Coincidimos. Y esperamos que antes de que la cosa se ponga tan dura que hasta los bloggeros corramos peligro, nuestra fuerza democrática se haya organizado y la lucha haya culminado en que el pelele y su gobierno espurio estén fuera de la escena política del país con todo y su "mano dura".
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