Carlos Beas Torres
Hasta el viento se espantó esa ardiente mañana del pasado 29 de marzo, cuando cientos, si no es que miles de policías y soldados uniformados y otros tantos de civil montaron un impresionante operativo en un pequeño pueblo del istmo mexicano. Este descomunal desplazamiento de fuerzas militares y policiacas fue el contexto que permitió a Felipe Calderón, ya como Presidente de la República, hacer su primera visita oficial al estado de Oaxaca.
El lugar elegido para la visita fue el ejido de La Venta, donde inauguró ese día un parque eoloeléctrico, compuesto por 98 aerogeneradores que con un costo de 112 millones de dólares y el despojo de 800 hectáreas ejidales fue edificado por la trasnacional española Iberdrola. Como personal aportación para tal acto, el gobernador Ulises Ruiz organizó a su vez un operativo al más puro estilo priísta, acarreando a miles de campesinos, los cuales a cambio de 200 pesos y de una torta se prestaron de escenografía, lo que no pareció incomodar para nada al presidente Calderón.
En extraña mezcolanza fueron también actores de este singular encuentro empresarios nacionales y extranjeros, la clase política oaxaqueña en pleno, algunos pastores cristianos y dirigentes sindicales ligados al PRI. El intenso calor lo mismo hizo sudar a un conocido empresario español neofranquista, que a un presidente municipal perredista al que responsabilizan de haberse embolsado algunos millones destinados a obras sociales en la región
Ahí Calderón habló de reconciliación, de "cicatrizar las heridas" y de trabajar juntos por un futuro promisorio para Oaxaca; mientras tanto, la aleccionada multitud gritaba vivas al Presidente, a Ulises y al PAN. Por su parte el gobernador tirano, como es llamado por muchos en Oaxaca, no desaprovechó la oportunidad para dar la imagen de que el sangriento conflicto que sacude al estado era cosa del pasado y para mostrar su pleno respaldo al que llamó gobernante "legítimo" de todos los mexicanos. Al terminar los discursos, Ulises Ruiz y Felipe Calderón sellaron con un abrazo la alianza que ya desde hace varios meses pactaron.
Aquí cabe decir que ésta no es la primera visita que hace Calderón a Oaxaca en los últimos meses. Según fuentes bien informadas, visitó el estado el pasado mes de julio, con el fin de sostener una "reunión secreta" con el cuestionado gobernador. Se afirma que fue en Huatulco donde pactaron un acuerdo de mutuo apoyo y reconocimiento. La posición que en diferentes momentos han asumido el PAN y el PRI nos demuestra que el Pacto de Huatulco se cumplió y con creces, dejando como saldo a un numeroso conjunto de ciudadanos oaxaqueños vejados por policías federales y estatales o por grupos paramilitares.
Los medios de comunicación dieron amplia cobertura al encuentro ocurrido en La Venta, pero, como ya es costumbre, ocultaron que la masiva presencia militar y policiaca en esa zona se remontaba a un mes antes, cuando con lujo de fuerza cientos de policías federales preventivos y de corporaciones policiacas estatales se apoderaron del predio 3 de Abril, para desalojar a los ejidatarios que se negaban al despojo de tierras ejidales urdido por la Comisión Federal de Electricidad y por un comisariado ejidal priísta.
También ocultaron cómo ese caliente 29 de marzo cientos de manifestantes, entre ellos ejidatarios y miembros de organizaciones sociales integrantes de la APPO, fueron impedidos de ejercer su derecho a manifestarse, cuando fueron detenidos en retenes ubicados por toda la región.
A pesar de este gigantesco operativo, algunos cientos de manifestantes lograron burlar los retenes y marchar haciendo patente su protesta; entre empujones, golpes e insultos lograron desplegar sus mantas en las que le recordaban a Felipe Calderón que en Oaxaca aún hay decenas de presos políticos, que el megaproyecto eólico se está construyendo a costa de los derechos de comuneros y ejidatarios indígenas, y que más allá de costosos montajes en el estado todavía existe un grave conflicto político y social sin resolver.
Sin embargo, lo único que parece interesar a ambos gobernantes es mantenerse en el poder a toda costa, utilizando para ello de manera desproporcionada la fuerza de militares y policías y violando las garantías constitucionales de la población.
Esa ardiente mañana del 29 de marzo, una joven señora se dirigía a Juchitán; ella, indígena ikjots con su bebé en brazos, fue bajada del autobús en que viajaba y, al igual que a su hijo y a los demás pasajeros, gente pobre e indígena, fue revisada por siniestros policías federales; todos, incluso el bebé, fueron tratados como si fueran delincuentes y es que en México ahora los ciudadanos somos delincuentes hasta que demostremos lo contrario. El PRIAN en acción, sí señor. Dime con quién andas y te diré quién eres.
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