jueves, abril 12, 2007

Periodismo

Periodismo

A Fernando Morales, fino amigo, director de la revista Serpentario.

por Fausto Fernández Ponte

I

El otro día, en una plática ante estudiantes y practicantes de la difusión profesional para las masas a propósito del inicio de una publicación periódica impresa, debatióse acerca de la filosofía y la responsabilidad central del ejercicio difusor.

Esa filosofía, sábese, es a nuestro ver insoslayable: la de educar. Y la responsabilidad central es, en consecuencia, la de educar bien. No se trata sólo de educar, sino empeñarse y cerciorarse de que se educa bien.

Por supuesto, la noción de educar bien es subjetiva, como todo en la difusión para fines de comunicar. Este es un concepto vital: la comunicación es parte inherente de todos los procesos evolutivos de la vida misma, desde lo celular inclusive.

La subjetividad deviene precisamente de la naturaleza misma de la comunicación, que es un proceso neurálgico para cada individuo y que día con día adquiere importancia mayor en la sociedad planetaria y tecnologizada de la que somos parte.

La comunicación es un fenómeno omnipresente en el mundo contemporáneo, siendo, así, una suerte de común denominador de las diversas actividades humanas, principalmente las organizadas como expresión de una cultura civilizadora.

El fenómeno es inseparable, a nuestro ver, de la lucha de clases dado el uso privilegiado que hacen de ella los que detentan y ostentan el poder, fuere éste económico o político, tanto formal como fáctico o real.

Ello lleva a concluir, como bien lo enuncia Camilo Taufic, que los problemas de la difusión profesional para las masas son los de la comunicación, y éstos los de la sociedad en su conjunto. En lo que toca a México, ello es de diáfana evidencia.

II

Ello es obvio. El concepto de comunicación es extraordinariamente amplio. Su estudio —afirma Taufic— abarca un campo tan extenso como la vida misma: la comunicación está presente en todas las relaciones humanas, fueren cuales fueren éstas.

Y éstas suelen ser, esencialmente, las de producción, las familiares, las de carácter político y las de naturaleza cultural, lo cual nos lleva a la definición misma de la cultura.

Cultura es el conjunto articulado y acumulado —subráyense estas dos cualidades— de partes de la naturaleza que rodea al hombre y que éste, como ser social, ha transformado a lo largo de su desarrollo histórico.

Empero, como dice Roger Bartra, la cultura no puede ser entendida sin la comprensión de la estructura socioeconómica, pues ambas forman una unidad. La cultura es el producto de la actividad social del hombre, desde alimentos hasta obras de arte y filosóficas.

Mas volvamos al tema de la comunicación, la difusión para las masas y, ergo, el periodismo, que es la parte más dinámica de aquella. El periodismo es la concreción conceptual de la difusión para fines de comunicar. Y comunicar es educar.

En efecto. Ello, sin embargo, es un atributo distorsionado por ciertos desequilibrios de las formas de organización socioeconómicas prevalecientes. Tales desequilibrios transformaron la comunicación en información, en el sentido aristotélico del término.

Quiérese decir con esto que la comunicación es información para imponer formas. La comunicación, que literalmente significa hacer partícipe a otro de lo que uno tiene, se ha convertido en imposición de formas ideológicas y políticas.

III

Hoy, la cibernética —la ciencia de las computadoras e Internet— ha demostrado que comunicar e informar son sinónimos y que, secuencialmente, "informar" equivale a "dirigir" dentro de una misma organización social o comunidad humana.

Dadas esas premisas, comunicar es informar e informar es, en su turno, difundir para dirigir para el fin esencial de la comunicación, el de influir. Así se influye en la conciencia y en la conducta de las personas. Eso es educar.

Pero se educa bien o se educa mal, según parámetros culturales: si los instrumentos —o medios— de difusión para las masas como la radio, televisión, impresos y, hoy acusadamente, la Internet, eluden su responsabilidad educativa educan mal.

Y eso es lo que persiste, al parecer intencionadamente, en nuestro país. Los instrumentos de difusión evaden su responsabilidad cortical de encender conciencias para el conocimiento y la comprensión del entorno social y sus manifestaciones.

Al ocurrir esa evasión de responsabilidades, el resultado es terrible: perpetuar el estado de cosas prevaleciente de conciencias apagadas, con lo cual la difusión para las masas se emplea para comunicar —influir— paradigmas de conformismo y sujeción.

Esa evasión ocurre en no pocos casos por ignorancia de quienes manejan los instrumentos de difusión, aunque en la mayoría de las instancias existe premeditación cómplice de servir a los intereses del poder, perpetuando estados de conciencia apagada.

Para romper ese cerco que mantiene anestesiadas las conciencias, los comunicadores-difusores-informadores-periodistas deben ejercer su oficio y realizar su tarea con arreglo a un plan. Por ello, el periodismo es intención. Intención política.

Ello exige valentía y compromiso de los difusores y, concretamente, de los difusores periodistas. Mas lo uno y lo otro devienen de la congruencia, virtud escasísima en el mexicano porque así nos han educado. Nos educan para no comprender nuestra realidad.

Glosario:

Cortical: Relativo o perteneciente a la corteza.

Diáfana: Dícese del cuerpo a través del cual pasa la luz casi en su totalidad. Claro, limpio.

Sujeción: Acción de sujetar o sujetarse.

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