(Luis Agüero Wagner*)
El Washington Post advirtió en su portada el domingo 23 de Diciembre que la reputación de Estados Unidos podría deteriorarse aún más, sufriendo un duro golpe, si como se presume resultan falsas las acusaciones de Miami sobre los vínculos de los gobiernos de Venezuela y Argentina en el caso del maletín de 800.000 dólares, que la prensa adicta al imperio atribuyó a una donación chavista para la campaña de Cristina Kirchner. Curiosamente, este evidente ataque de la inteligencia estadounidense a un gobierno que ha despertado urticaria con su apoyo a Venezuela y el Banco del sur, recibió en Paraguay gran destaque por parte de una prensa que no tiene mucho que objetar en lo que a recibir donaciones foráneas respecta. El hecho amerita algunas puntualizaciones basadas en documentos y datos históricos irrebatibles para su mejor contextualización.
El 13 de marzo de 1989 el ex agente de la CIA y colaborador de John Maisto en la captura y asesinato del Che Guevara en Bolivia, luego empleado de Andrés Rodríguez, el embajador Timothy Towell, escribió una carta donde explicaba el objetivo de la visita del presidente de la NED Carl Gershman al Paraguay. Ese mismo año se derrumbaba el imperio soviético y con él la propaganda con que Stroessner justificaba sus abusos, mientras en Nicaragua se imponía Violeta Chamorro en las elecciones. En los comicios nicaragüenses habían sido decisivos, para lograr la derrota electoral sandinista, los mil millones de dólares invertidos por un organismo creado pocos años atrás como alternativa a la CIA para promover “golpes suaves” con el argumento de la chequera imperialista: La National Endowment for Democracy.
Considerando inminente el fin de Stroessner, el imperio norteamericano se movilizó para impedir que sus adversarios tomen las riendas a su caída, para lo cual se apresuró a ganar para la causa del continuísmo de la dominación imperialista a los disidentes con una muy buena remuneración. Entre estos disidentes a sueldo se contaron dos personajes que controlan en Paraguay un alto porcentaje de lo que se puede decir: Aldo Zucolillo y Humberto Rubín, quienes venían buscando con ansiedad un acercamiento con el imperio, logrando recibir invitaciones del ex director de la CIA y entonces Vice-Presidente George Bush (padre) en noviembre de 1986. Estos fructíferos vínculos se tradujeron en fuertes sumas en dólares que empezaron a fluir hacia Asunción, donde operaba para la CIA desde 1979 el nicaragüense-norteamericano Agustín Torres Lazo, en una oficina de inteligencia que se ocultaba bajo la falsa fachada de “Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre” en la Calle Montevideo nº 822. Torres Lazo, valga la acotación, había sido uno de los leales miembros del círculo íntimo de Somoza García como teniente de la Guardia Nacional, fiscal acusador y partícipe de las torturas de los interrogatorios que siguieron al primer ajusticiamiento, en la noche que el dictador olvidó su chaleco antibalas para asistir a la fiesta en la Casa del Obrero, el 21 de Septiembre de 1956.
Torres Lazo no solo tuvo un papel decisivo en la vinculación de los organismos imperialistas con los disidentes contratados, quienes sólo en el lapso 1987-89 recibieron por esta vía 1.074.587,00 dólares, también jugó un papel fundamental en la penetración de la patronal en el Sindicato de Periodistas del Paraguay. No es nueva, por lo tanto, la obsecuencia en un mundillo en el que basta clausurar supermercados a propietarios de medios para modificar las encuestas, y donde se tiene como cúspide de la carrera periodística convertirse en receptor de dólares de organismos de coacción imperialista.
La eficacia del andamiaje montado por la inteligencia estadounidense en Paraguay se volvió a patentizar en marzo de 1999, cuando toda la intelligentzia y la patria periodística se abocaron a repetir las consignas que les dejara el promotor del Plan Colombia y sub secretario de estado para el Hemisferio Occidental, Peter Romero. No descansaron entonces hasta derrocar por la vía mediática a un gobierno electo para imponer a un ebrio consuetudinario digitado que alcanzó niveles inéditos de corrupción.
Un nuevo ataque de la inteligencia del norte se ha evidenciado en Paraguay con las campañas que buscan instalar ante la opinión pública como referentes de la izquierda, a empleados de la embajada norteamericana en Asunción, tales como los operativos del Plan Umbral, USAID y la National Endowment for Democracy que motorizaron la candidatura del obispo jubilado y falso teólogo de la liberación Fernando Lugo desde ABC color, el PMas, Tekojoja y otros grupos afines a instituciones tan izquierdistas como el Partido Liberal, el Vaticano y la CIA, pretendiendo pasar por “chavistas” de izquierda y llegando a engañar al mismo gobierno bolivariano de Venezuela. Sería sumamente contradictorio que la NED y USAID, que sólo en el 2004 invirtieron 9 millones de dólares para desacreditar y desprestigiar a Hugo Chávez, promuevan en Paraguay a partidarios del socialismo del siglo XXI.
En contrapartida, sí sería coherente que Rocío Casco o Camilo Soares (quienes ya “confesaron” la ingerencia venezolana en la política paraguaya) aparezcan un día en portada de los diarios paraguayos sorprendidos con un maletín similar al de Guido Antonini, como parte de un insistente libreto de Langley que ya fuera montado contra Hillary Clinton y repetido contra Cristina Kirchner, para luego tomarse unas merecidas vacaciones en Miami.
* Escritor e investigador paraguayo, autor de “Las Banderas de Mitre” y “La increíble historia de Jorge W. Arbusto.
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