Por Dr. Eugenio R. Balari
El trabajo es una de las necesidades humanas de carácter primordial, ha sido y es, fuente fundamental de vida y del propio desarrollo a través de los siglos de la sociedad humana.
El trabajo de los individuos se convirtió en el factor que le ha permitido a los mismos crecerse sobre sus limitaciones y sus mismas vulnerabilidades.
Ha sido, también, la vía fundamental del crecimiento y de todos los avances culturales y científico-técnicos que ha conquistado la sociedad humana a lo largo de toda su existencia.
Sin el trabajo no hubiera sido posible el desarrollo de la especie humana, ni se hubieran podido alcanzar tampoco las extraordinarias conquistas que hoy pueden exponer las diversas civilizaciones que nos han precedido y las propias actuales.
Una vez recordado, aunque sean sólo algunos aspectos de la importancia que implica el factor trabajo para la vida misma de las personas y la sociedad en su conjunto, deseo hacer algunos comentarios sobre las lamentables condiciones que caracteriza en la actualidad la oferta laboral y a la situación del empleo en Latinoamérica y el Caribe.
Las cifras de los desempleados o subempleados de la región son verdaderamente alarmantes, ellas son muy elevadas, sin embargo también lo son así a nivel mundial.
De acuerdo con informaciones procedentes y divulgadas no hace mucho tiempo por el Secretario General de las Naciones Unidas y pese a que se considera que se han obtenido algunos avances en esa dirección.
A fines del año 2006 se estimaba que había 1,700 millones de personas en edad laboral en el mundo, que se encontraban desempleados o subempleados.
Otro elemento de interés que fue dado a conocer recientemente ante la Comisión de Desarrollo Económico y Social de las Naciones Unidas, es que el 70 por ciento de los nuevos puestos de trabajo que se han creado desde 1980 hasta la fecha en América Latina y el Caribe han sido de carácter informal.
De igual manera se considera que, por el desequilibrado e injusto “orden económico internacional existente”, entre el 50 al 70 por ciento de los trabajadores en los países subdesarrollados poseen un empleo de carácter informal.
El panorama se hace cada vez más incierto, crítico y complejo, si tomamos en cuenta que el 80 por ciento de la población mundial continúa sin acceso a la protección social.
Por mi parte sólo me queda agregar que, aunque se insiste, se alerta, se apela a la sensibilidad o a la conciencia de los gobiernos y otros poderosos sectores, para que la comunidad internacional de las naciones contribuyan definitivamente a transformar esta lamentable situación, hasta el presente, son muy pobres los adelantos que la misma ha experimentado a escala mundial y regional.
Un grupo reducido de naciones ricas continúa disfrutando de la mayor parte de las riquezas del planeta en detrimento del resto, mantienen su modelo socioeconómico y sus políticas, que se caracterizan en su esencia por un desarrollo y consumo insostenible.
Desafortunadamente, lejos de buscar los equilibrios necesarios, de atenuar las diferencias existentes y aliviar los impactos sobre los recursos naturales, estos privilegiados países han continuado en su irracional política, ahora además generando una cierta economía artificial de especulación financiera, que ha ido convirtiendo al mundo en una gigantesca sala de casino que amenaza constantemente sobre nuestro presente y futuro.
Al limitarse o reducirse los procesos inversionistas por estos países, al no cumplir con los compromisos contraídos de la ayuda para el desarrollo y mantener aún elevados intereses sobre los pagos de la deuda externa, todos esos factores han constituido un enorme obstáculo y freno al crecimiento económico de nuestros países y por tanto, lógicamente, para propiciar nuevas e importantes fuentes de empleo.
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