Pedro Echeverría V.
1. En varias ocasiones hemos observado por la televisión (sobre todo a raíz de que el pueblo: niños, ancianos, mujeres, ha sufrido hambres después de ser azotado por grandes temblores y huracanes), que se registran saqueos sobre las grandes tiendas. La realidad es que nadie puede dejar morir de hambre a su familia mientras un puñado de ricos monopolizan mercancías y hacen negocios con ella en los momentos en que más desesperación hay. Por las terribles y desesperantes denuncias que hemos leído en los últimos meses, de grandes saqueos que se han registrado en varios países en donde la gente no puede ya adquirir las mercancías o la comida para vivir, hace pensar que estamos entrando a otro período del capitalismo en que (por la súper concentración de la riqueza) no tiene capacidad ya de atender las necesidades más inmediatas de las grandes masas de la población. ¿Será que unos ya no puedan y otros ya no se dejen dominar?
2. En los últimos días he leído algunos interesantes reportajes acerca del aumento de los precios de artículos agrícolas de primera necesidad en varios países del mundo. Lo alarmante es que no es por escasez o por baja producción, sino porque el pueblo no tiene dinero para comprarlos ni las condiciones para producirlos por propia cuenta. Los gobiernos capitalistas y los empresarios más voraces han despojado a los campesinos de sus tierras, de créditos, de mercados y los están expulsando del campo obligándolos a mendigar trabajo en las grandes ciudades o a emigrar a países de más alto desarrollo. Los campesinos sufrieron hambres y pestes que diezmaron sus poblaciones en siglos anteriores, pero esos problemas eran provocados esencialmente por problemas de la naturaleza que entonces no podía controlar (tempestades, sequías, guerras fratricidas) Hoy la “escasez” la provocan los criminales capitalistas para obtener más ganancias.
3. El reporte de Luis Hernández que hoy publica La Jornada con el título “Alimentos: silente asesinato en masa” demuestra que en el mundo capitalista “e speculación, biocombustibles y cambio climático atizan la carestía”; que según datos de la FAO, en 37 países del mundo se ha desatado la crisis de víveres y que la única salida es un cambio radical en el sistema agroalimentario. Comenzó en México como la guerra de la tortilla en enero de 2007. Se siguió a Italia como la huelga del espagueti nueve meses más tarde. Después se convirtió en alud imparable. Las protestas contra el alza en el precio de los alimentos se sucedieron en Haití, Mauritania, Yemen, Filipinas, Egipto, Bangladesh, Indonesia, Marruecos, Guinea, Mozambique, Senegal, Camerún y Burkina Faso. La desesperación y la rabia ante el hecho de no tener un bocado que llevarse a la boca han provocado saqueos y robo de cereales en campos, bodegas y tiendas; también caos, pillaje e incendios.
4. En la Cumbre Alimentaria realizada en Nicaragua, el pasado 7 de mayo, Esteban Lazo de Cuba, dio datos elocuentes: “En el año 2005, pagábamos para importar una tonelada de arroz 250 dólares; ahora pagamos 1,050 dólares, cuatro veces más. Por una tonelada de trigo pagábamos 132 dólares; ahora 330 dólares, dos veces y media más. Por una tonelada de maíz pagábamos 82 dólares; ahora 230 dólares, casi tres veces más. Por una tonelada de leche en polvo pagábamos 2200 dólares; ahora 4,800 dólares. Es una situación perversa e insostenible. Esta realidad afecta directamente a la población, en particular a los más pobres y lleva a la indigencia a millones de personas. Hay países que hace sólo unas décadas se autoabastecían de arroz y maíz. Pero las recetas neoliberales del FMI los llevaron a liberalizar el mercado e importar cereales subsidiados de EEUU y Europa, con lo cual fue erradicada la producción nacional.
5. Los profesores canadienses Annette Aurélie Desmarais y Jim Handy, ligados al movimiento La Vía Campesina, han escrito: “En todo el mundo proclaman la actual crisis global de alimentos. Los precios de los granos básicos se elevan e imposibilitan a millones de personas la compra de comida suficiente para sostenerse; en varias partes del mundo estallan disturbios por alimentos y los gobiernos luchan por encontrar salidas rápidas. En tanto el hambre y el miedo al hambre se extienden, empresas trasnacionales, especuladores e inversionistas cosechan pingües ganancias. Los partidarios de la globalización neoliberal quieren hacernos creer que la crisis súbita es resultado de "escasez de productos" y "fallas del mercado". Le dan apoyo total al mercado, elevan la producción mediante la adopción de semillas modificadas genéticamente, y liberalizan aún más la agricultura y los alimentos. Es obvio que los investigadores tienen razón. 6. Durante más de 30 años (dicen entre otras cosas los investigadores) trazadores de políticas, gobiernos nacionales e instituciones como el BM, el FMI y la OMC guiaron la reestructuración de las economías nacionales teniendo como base la desregulación, la liberación y la privatización. En la agricultura se sustituyó la producción para el consumo doméstico por la producción para la exportación. Campos que normalmente se cultivaban con alimentos para la población nacional fueron remplazados por hectáreas de brócolis, chícharos en vaina, mangos, camarones y flores para los mercados del norte. En consecuencia, muchos países en desarrollo, que eran autosuficientes en granos básicos, son ahora importadores de alimentos. Mientras los pequeños agricultores han sido expulsados sistemáticamente de sus tierras los consorcios incrementaron su control sobre la cadena alimentaria. Así se han desarrollado las políticas en los últimos años. 7. Es este modelo agrícola neoliberal, industrial, impulsado por consorcios, el que ha sido globalizado en los 30 años pasados. Es un modelo que trata a los alimentos como cualquier mercancía, presenta la agricultura exclusivamente como un proyecto para obtener ganancias, concentra los recursos productivos en manos de la agroindustria y coloca los alimentos en mercados de futuros. Allí, especuladores hambrientos de ganancias, inversionistas y fondos de riesgo se embolsan millones de dólares mediante frenéticas ofertas y apuestas sobre cambios de precios y predicciones de escasez. La agricultura se ha alejado de su función primaria: alimentar a seres humanos. Hoy, menos de la mitad de los granos del mundo son consumidos por humanos. Se usan en cambio para alimentar animales y, en fechas más recientes, se convierten en agrocombustibles para alimentar vehículos. Esto es escasez manufacturada por excelencia.
8. Como podrá verse, los estudios y las denuncias del mexicano Hernández, del cubano Lazo, de los profesores canadienses y de otros más que participaron en la Cumbre de Alimentaria de Nicaragua, enseñan un mundo que cada día sufre más miseria, hambre y desesperación. Pero también demuestran, como Fidel Castro alertó hace 12 años (en 1996) "El hambre, inseparable compañera de los pobres, es hija de la desigual distribución de las riquezas y de las injusticias de este mundo. Los ricos no conocen el hambre… Por luchar contra el hambre y la injusticia han muerto en el mundo millones de personas". Un número creciente de personas ya no puede comer alimentos básicos por que no tiene dinero para comprarlos ni tampoco las condiciones para producirlos. Las poderosas empresas las concentran, las comercian buscando enriquecerse más en complicidad con los gobiernos. Por eso no es sorprendente entonces que, por hambre, los pueblos acudan a la protesta, para salvar sus vidas. ¿Sonará el fin del capitalismo?
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