Por Armín Villalobos Bustillos
El diccionario enciclopédico define la democracia como el sistema de gobierno en el que la soberanía pertenece al pueblo, que ejerce el poder bien directamente, bien por medio de representantes; Abraham Lincoln la define como gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo y nuestro benemérito don Benito Juárez García la define como el destino de la humanidad futura, la libertad, su indestructible arma, la perfección posible, el fin donde se dirige. Otros grandes pensadores la definen de mil formas más, pero en la actualidad ¿vivimos en México un régimen democrático? Es cierto que ya acabó y esperamos que no regrese nunca el tiempo del monarca de los tres poderes, esta época terminó al finalizar el sexenio del doctor Ernesto Zedillo.
En la democracia, señala el maestro Carlos Alvear, el pueblo manda, ordena a la autoridad y ésta actúa porque el pueblo se lo manda, se lo ordena, lo que significa que ser el primer mandatario de un país no es democráticamente ser el primero entre los que mandan, sino que es el primero que recibe el mandato del pueblo para gobernar de acuerdo con lo que se le ha mandado, por tanto, el gobernante en una democracia, ya se trate de un Presidente o de un Congreso no puede enviar iniciativas ni dictar leyes contrarias al sentir del pueblo que le da el mandato, ya que si actúa sin el consentimiento del mandatario no existe democracia.
Lo anterior viene al caso porque nuestros gobernantes se desgañitan hablando de democracia, presumen que México tiene un gobierno democrático, pero su desempeño es contrario a la verdadera democracia, porque en este país se hace lo que ordena el Presidente aunque la gran mayoría del pueblo esté en contra, en este país el Congreso aprueba leyes contrarias al sentir de esa gran mayoría del pueblo.
Este país se presume democrático porque se supone que está representada la minoría en el Congreso, pero en realidad ésta no cuenta ni se le ha tomado en serio porque sólo han servido para fungir como “paleros” de los partidos políticos dominantes a cambio de migajas.
Las reformas energética y laboral se quieren imponer en contra de la gran mayoría del pueblo de México que es el verdadero mandante, por eso considero que en este país vivimos una democracia de caricatura.
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