martes, mayo 13, 2008

Historias de traición
Alberto Begné

México, D.F., 12 de mayo (apro-cimac).- En menos de lo esperado, en ocho semanas apenas se autoinmolaron dos partidos políticos, ambos de izquierda moderada. Uno, importantísimo; el otro nacido con otra denominación hace 12 años con la bandera avanzada del feminismo.En la escena ha jugado un papel trascendente el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) que avaló la asamblea donde sacaron a golpes a Patricia Mercado; es decir, se avaló la violencia misógina, la violencia irracional, la violencia en fin. Ya no hay remedio y ha quedado en una frase eso de la transición a la democracia.Este tribunal le dio carta de naturalización a un grupo muy definido, el de Alberto Begné, luego de sus componendas con el PRI en Veracruz la pérdida de su origen. Claro que todo comenzó cuando Alternativa Socialdemócrata reconoció las elecciones espurias de 2006, y esperó como aliada a la derecha, que hoy sabemos, es extrema y sin escrúpulos… En el caso del Partido de la Revolución Democrática (PRD), el TEPJF ordenó contar todos los votos, desoyendo que esos que faltaban eran vergonzosos, de los lugares donde se rellenaron las urnas y también hubo violencia. Lo interesante es el paralelismo entre Alberto Begné y Jesús Ortega, ambos sospechosos de sus relaciones con el PRI. Ambos con historias de alianzas con el poder, con historias de traición.Hace más de 22 años, Jesús Ortega, junto con Rafael Aguilar Talamantes, me explicaron que en política se negocia todo, hasta los muertos. Me lo dijeron a propósito de un reportaje que hice en Sinaloa, donde fueron asesinados campesinos que tomaron tierras a instancias del antiguo Partido Socialista de los Trabajadores, origen de Jesús Ortega.Yo vi. La balacera, digo como periodista no me quedaba otra, yo levanté los papeles de un anciano acribillado; yo fui con Ortega y con Graco Ramírez a una reunión donde se dio parte del conflicto y sus consecuencias. Hubo una mujer baleada en la frente, cuyo cuerpo despareció. Aguilar Talamantes era diputado.Me desmintieron todos. Para los políticos, no había muertos, y ese era el eje de la discusión sobre la represión que sufrieron los campesinos. Para Jesús Ortega, se negocian los muertos; esa es la política. Esa es la tesis, la ética, la manera de conducirse, la forma como se arreglan las cosas, los caminos por donde se llega o se mantiene el poder, el aparto, los votos, las asambleas, los consejos partidarios.Y tal vez ese es el drama principal. Una amiga me decía que, en el fondo, todos los partidos políticos y todos sus actores son priistas. Nacieron con el sello de la Revolución mexicana, con el aval de la traición como herencia familiar, como móvil de la sobrevivencia.Es como si estuviéramos viviendo la época de Venustiano Carranza que organiza los batallones rojos para acabar con el levantamiento campesino que hizo la Revolución, y se alegra de los asesinatos de Emiliano Zapata y Pancho Villa. Es igual, como cuando en el Senado, Jesús Ortega avaló la ley indígena antizapatista.Es semejante a la traición de Adolfo de la Huerta, quien organizó el asalto al poder. Nada más perecido con Alberto Begné y su grupo de golpeadores.Tal vez por eso caen en el vacío algunas declaraciones como las de Alejandro Encinas, referidas a realizar un acuerdo político para salvar lo que queda del PRD, que se mira de lejos como un harapo, desgarrado, sangrante, herido por todas sus partes, donde finalmente nadie gana nada y todas y todos perdemos.El origen de los conflictos en estos dos partidos es la lucha encarnizada por el poder entre hermanos. La lucha por el control partidario, por su dinero y sus bases. A los 19 años, el PRD, la organización política más importante después del control total del partido de Estado, del viejo régimen, de la persecución contra la izquierda, va a dividirse, a esfumarse, a desaparecer del mapa, como se dice.Es una de las más grandes desgracias que sucede a nuestro país. Y el intento, ese que comenzaron Patricia Mercado y Elena Tapia, también fue eso, un intento, de algo distinto que parece terminará igual. La más sabia frase que he escuchado de la feminista Marta Lamas es precisamente esa: la política de los hombres, es eso, la política de los hombres, donde las mujeres nos sentimos extrañas.
saralovera@yahoo.com.mx

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