Carlos Fernández-Vega
El reclamo, advertencia u observación de los estudiantes y maestros del Tec de Monterrey a la secretaria de Energía, Georgina Kessel, subraya, de forma precisa y concisa, una de las principales razones por las que debe rechazarse la “reforma” petrolera privatizadora del inquilino de Los Pinos, más allá de las violaciones constitucionales en ella implícitas.
En la Sultana del Norte, cuna de uno de los grupos económico-políticos más poderosos del país, a su vez fundador y mecenas del Tec, los estudiantes y maestros de esa institución educativa lo plantearon de la siguiente manera: “no queremos que Petróleos Mexicanos se convierta en un monopolio privado; no queremos otro Slim petrolero” (La Jornada, David Carrizales).
No es requisito ser vidente para adelantar el futuro de la industria petrolera nacional, y en manos de quiénes quedaría, en caso de prosperar la intentona privatizadora presentada por el inquilino de Los Pinos. Sería el mismo de otros sectores otrora estratégicos, “desincorporados” a manos privadas por los cuatro gobiernos precedentes al de la “continuidad”, y entregados a los “Slims” que desde entonces acaparan y controlan la actividad económica en el país.
Sin duda, Carlos Slim es el más exitoso de ellos (con un monopolio como Telmex, un mercado cautivo como el nacional y un gobierno como el mexicano, difícilmente alguien podría fracasar en un negocio como este), pero no es el único, aunque tampoco son muchos. A la vieja usanza de las famiglias mafiosi, en México los “Slims” se han repartido el gran pastel de la actividad económica, y, como aquellas, cuentan con su propia Comisión, que para este caso se bautizó como Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, fundado en 1962 e integrado por 37 capos que de todas, han ganado todas. De allí se ramifican otras organizaciones (reales y de membrete) de menor peso, por medio de las cuales se extienden, en el ámbito de los negocios y la política, los tentáculos de las famiglias.
Allá, los Bonanno, Genovese, Gambino, Colombo y Lucchese; aquí los Slim, Azcárraga, Hernández, Zambrano, Sada, Garza Lagüera, Bours, Larrea, Bailleres, Arango, Aramburuzavala, Fernández, Salinas Pliego, González, Saba, Harp, Servitje y algunas pocas más (extranjeras incluidas) que concentran prácticamente todo: de la telefonía fija y móvil, a los medios electrónicos de comunicación, pasando por líneas áreas, aeropuertos, medicina privada, minería, ingenios azucareros, construcción, refrescos, cerveza, carreteras, acero, satélites, alimentos, cemento, ferrocarriles, tortilla, pan industrializado, bancos, casas de bolsa, aseguradoras, exenciones fiscales, “rescates”, “apoyos”, “subsidios” y lo que se quede en el tintero.
Son los capos de sus sectores, lo que no los nulifica para integrarse en negocios comunes. Tiempo atrás, en este espacio hicimos el siguiente ejercicio (la telaraña es un cuento de hadas) como ejemplo, no como resumen: Cemex (tercero en el ranking internacional) es el monopolio del cemento en México y su cabeza visible es Lorenzo Zambrano, quien también es accionista de Televisa, otra de las involucradas en el festín fiscal, que preside Emilio Azcárraga, empresario presente en Teléfonos de México, de Carlos Slim, magnate que a su vez forma parte del consejo de administración de Televisa, consorcio en el que tenía asiento María Asunción Aramburuzavala, del Grupo Modelo, del duopolio cervecero en el país, en el que sobresale Valentín Díez Morodo, a su vez participante en el consejo de administración de Kimberly Clark, que preside Claudio X. González Laporte, éste con asiento permanente en Teléfonos de México y Televisa, emporio en el que aparece Germán Larrea, cabeza del Grupo México (el de Pasta de Conchos), consorcio en el que también participan Claudio X. González Laporte y Valentín Díez Morodo, todos ellos beneficiarios de la reprivatización de Banamex, del Fobaproa, de la extranjerización de esa institución financiera y, obvio es, de la elusión fiscal realizada a la hora de venderla a Citigroup por medio de la Bolsa Mexicana de Valores, en la que todas las empresas citadas participan.
Lo anterior, como muestra del banquete y de cómo se benefician no sólo en el consorcio que cada empresario preside, sino en el circuito de “negocios” en el que participan.
Slim acapara 94 por ciento de la telefonía fija en el país y 75 por ciento de todo el sector, cuando se incluye la telefonía móvil; Lorenzo Zambrano, 90 por ciento de la producción y el mercado del cemento; Germán Larrea y su Grupo México concentran 95 por ciento de la explotación y comercialización de cobre; Alberto Bailleres y Peñoles tienen el monopolio de la plata; la siempre pía familia Servitje, con Bimbo, el del pan industrializado (y un porcentaje interesante del otro PAN); el grupo cervecero Modelo, con Carlos Fernández González como cabeza visible, controla 65 por ciento del mercado nacional; FEMSA, de Eugenio Garza Lagüera, se queda con el otro 35 por ciento del mercado cervecero, pero controla más de 60 por ciento del mercado refresquero nacional; Televisa y su accionista mayoritario, Emilio Azcárraga Jean, concentra 70 por ciento de la televisión abierta en el país y una parte creciente de la televisión restringida; la banca extranjera, 90 por ciento del sistema “nacional” de pagos. Y así por el estilo, en el selecto cuan anticonstitucional juego del monopolio en México.
¿En manos de quiénes quedaría la industria petrolera nacional, más allá de las trasnacionales energéticas? En las mismas en las que quedó el grueso de las más rentables paraestatales privatizadas en los últimos cinco lustros, con el consabido resultado: privatización de ganancias, socialización de pérdidas; mayor concentración del ingreso y la riqueza; elevadísimos precios y tarifas y raquítico “crecimiento” económico.
Entonces, no más “Slims”. Menos en la industria petrolera nacional.
Las rebanadas del pastel:
Si de atracos se trata, 205 mil millones de pesos fue el rendimiento de Pemex en el primer trimestre de 2008, 61 por ciento más que un año atrás, pero llegó Hacienda y se quedó con 98.5 por ciento… Un enorme beso para PVV.
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