Jorge Eugenio Ortiz Gallegos
La astilla que hiere la mano es un desprendimiento del árbol del ayer. La frase, casi epígrafe, resume las consecuencias de un sexenio que es resaca del que se fue.
Cuando se va enfriando el calorcillo de la ilusión nacida de la supervivencia y pasamos a reflexionar, advertimos que en el escenario nacional las fanáticas persistencias se asoman como astillas clavadas en la piel sensible y dolorida. Veamos algunas:
Ni los ofrecimientos del Presidente de la República que tomó posesión a finales de 2006, ni la reforma constitucional de octubre de 1989, ni la edificación del nuevo Código Electoral de 1990, han rectificado el sentido de la revolución hecha Gobierno en 1929. Terquedad fanática que no se modifica, afecta el horizonte político.
En los 60’s decía el jefe del partido oficial (PRI), el general Rodolfo Sánchez Taboada: “No dejaremos el poder ni con la fuerza de las bayonetas”. ¿Ahora le tocará al PAN, continuar con la tradición?
El fanatismo arcaico se repite, siendo una de las vías principales la de domesticar a los demás partidos, comprándolos, comprometiéndolos.
Ni bajo los dos últimos sexenios con aparente mentalidad de cambio, el gobierno se ha inclinado a un verdadero florecimiento de la democracia.
La democracia que se dice creciente en México, no resulta creíble pensando que los medios son una instancia voluble a través de la opinión pública. Tanto las organizaciones jerárquicas y personales, como los medios masivos constituyen una fuerza más en la que actúan grupos y organizaciones interesados en afectar las decisiones políticas. Estamos inmersos en una era en el manejo de la información, de la política en la que incide de manera trascendente el mercadeo. Cada vez son más efectivas, cuando los políticos formulan promesas novedosas o no, que generalmente no se cumplen cuando se llega al gobierno. Recordemos la expresión neoliberal del presidente Fox al iniciar su campaña: -Hay que mandar la doctrina de vacaciones para ganar las elecciones- y se debería agregar “además a quién le importa”.
Otro más de los fanatismos impuestos por la propaganda oficial es hacer creer que vamos hacia la modernidad del mejoramiento económico. Tantos bienes multibillonarios del Gobierno traspasados a grupos oligárquicos no indican modernidad, sino neoporfirismo. Los magnates de la afluencia en México heredan el rostro mezquino de los Limantour y demás científicos del general Porfirio Díaz.
La inflación no ha disminuido en décadas por un cambio estructural, sino por un artificial proceso de bajar el monto de los intereses.
Uno de los rasgos fundamentales de la sociedad capitalista es haberle escamoteado la cultura política a las masas y habérsela sustituido por todas las formas de la propaganda comercial. El destino de México sigue prisionero del mercado de consumo. Los políticos y los acomodados del dinero, se alzan con el poder frente a un 70% de mexicanos que viven en la angustia del porvenir.
Surge aquí el apotegma que se aplica a nuestra realidad: “Lo que es cierto y lo que se cree que es cierto tiene los mismos efectos”.
E-mail: jodeortiz@gmail.com
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