María Teresa Jardí
Raudo el secretario de Gobernación del usurpador (tocado por la corrupción y la impunidad exhibidas alrededor de sus negocios y nombramiento) ordena publicar, para que entre en vigor de inmediato, el decreto de reforma al Estatuto del Gobierno del D.F.
Sabedores los prianistas y sus amigos perredistas de que jamás van a volver a gobernar ni el PRI ni el PAN en el Distrito Federal, en sedes alternas, que es lo mismo que decir en lo oscurito y por la puerta de atrás, signos característicos de la usurpación fecalista, modificaron la ley para que los capitalinos no puedan elegir libremente a quienes quieren que los representen en la Asamblea Legislativa de la capital.
Es perder el tiempo referirse al tema, pensarán muchos de ustedes, en medio de los cada vez más graves problemas que saltan a la vista en el ámbito local, nacional e internacional.
Pero estoy convencida de que el único futuro posible para los mexicanos está en la apuesta al rearme ético de las instituciones necesarias (mínimas, es decir, esenciales) para que, quizá, el país pueda retomar el rumbo todavía como nación soberana. Opino también que a la par que seguir impulsando el cierre del televisor y mientras nos oponemos a la inmoral reforma privatizadora y entreguista de PEMEX y de todo lo demás, el movimiento ciudadano debe buscar, hasta lograr, las reformas imprescindibles entre las que destaca que los ciudadanos tengan representantes legislativos.
Parecerá una tontería dado que tampoco tenemos partidos políticos o más bien dado que los partido políticos sólo aspiran a compartir la parte del botín, pequeña o grande, que les toque en el reparto de país que entre unas cuantas familias mafiosas se ha venido haciendo desde que ocupó --con otro fraude legalizado por Fernández de Cevallos con la quema de las boletas-- la Presidencia Salinas de Gortari.
Una de las figuras que más han contribuido a la corrupción en nuestro país es esa: la de los legisladores plurinominales.
Figura necesaria cuando el PRI encabezaba la dictadura “perfecta” más larga de la historia. Pero figura innecesaria cuando se legaliza el reparto con otras fuerzas y llegan como cabeza, aunque sean más de lo mismo, otros partidos políticos al poder.
Es innecesaria la conservación de la figura de legisladores plurinominales. Peligrosa figura, a la luz de su propia historia, dada la evidencia de que todos los partidos una vez alcanzado el poder buscan convertirse, y con creces lo logran, en lo mismo que hasta antes de su llegada ofertaban que no harían fingiendo incluso que lo combatían.
Los legisladores plurinominales han jugado un papel fundamental como pieza para el desarme ético de las estructuras de las instituciones que son el pilar de toda república.
Baste pensar en Fernández de Cevallos, legislador plurinominal eterno sin dejar de ser litigante abusador favorecido por el poder que le confería el cargo, por poner un ejemplo. Hay muchos en todos los partidos. Los Yunes y los Beltrones, Gamboa Patrón y similares, la propia Gordillo, quienes jamás habrían llegado si la ciudadanía de sus lugares de origen, que conoce sus historias, tuviera que votar para elegirlos.
Claro, para eso el TRIFE legalizó el fraude. Pero no es lo mismo llegar usurpando que llegar representando y si no que se lo pregunten a Calderón y a sus panistas acompañantes cada día más fuera de sí ante la avalancha ciudadana que, hoy por hoy, en México sólo responde a las convocatorias de AMLO.
Es impensable, sin esa costosísima figura, que un Congreso borrara de un plumazo el sentir de millones de ciudadanos incluso porque son la pieza clave para elección de los legisladores. Un problema de supervivencia, pues.
En efecto, es un tema que tenemos pendiente los capitalinos, ni madres que nos vamos a dejar. Nuestros representantes en el Congreso local tendrán que contar con nuestro voto y se acabó, nada de que los partidos estén colocando a quien les dé la gana, nosotros somos sus patrones, los que les pagamos su sueldo que bastante alto es y no se mandan solos.
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