miércoles, abril 30, 2008

Colombia: a Álvaro Uribe le urge una guerra

José Steinsleger

En lo que resta de su mandato, el inquilino de la Casa Negra intentará ejecutar, por todos las vías, un par de fuertes jugadas políticas: el derrocamiento del presidente boliviano Evo Morales, y el sostén a ultranza del gobernante narcoparamilitar Álvaro Uribe Vélez, jefe de jefes de la mafia colombiana.

Apolinar Díaz-Callejas, eminente jurista internacional, calificó de “tremenda” y “nunca antes vista” la situación del país sudamericano. No es para menos: 33 legisladores oficialistas tras las rejas, 70 más investigados por la justicia, y un presidente con “84 por ciento de popularidad” según Mitosfky, encuestadora gringa que amerita su nombre.

Recordemos a Luis Guillermo Giraldo, ex embajador de Colombia en México, cuando muy ofendido observó que no era cierto lo afirmado por este articulista al decir que tres cuartas partes del Congreso de su país estaban integradas por diputados y senadores vinculados con los cárteles del narcotráfico y los paramilitares (El Correo Ilustrado, 8/7/06).

Respetuoso de la investidura diplomática como soy, pensé que mis fuentes habían sido manipuladas por Amnistía Internacional, Human Rights Watch y la mala vecindad. Pero luego supe que el 2 de enero de 2005, viajando en su automóvil por Insurgentes, de sur a norte, don Luis dio una vuelta prohibida a la izquierda y chocó contra el Metrobús.

El caballero acabó en el hospital y, a causa del accidente, una joven de la embajada asegura que su jefe quedó mal de la cabeza. “Por todos lados creía ver colaboradores de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)”, me dijo. En noviembre de 2006, Giraldo fue remplazado por el señor Luis Camilo Osorio.

Ideólogo de la “seguridad democrática”, Osorio es un firme partidario del drama uribista: plomo más motosierras, con telón de fondo de miles de campesinos que lloran a sus familiares masacrados, y cerca de 4 millones de desplazados. El fiscal general de 2001 a 2005 ha sido acusado de encubrir masacres, ejecuciones extrajudiciales, e inhumaciones clandestinas de cientos de personas. Pero ya el colega Carlos Fazio se ocupó del señor embajador en un artículo donde se detallan sus patrióticos servicios a Colombia (La Jornada, 17/6/07).

En noviembre pasado, la presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Senado, Rosario Ibarra de Piedra, solicitó al gobierno federal el retiro del plácet al susodicho embajador por “coordinar las actividades en México de agentes colombianos encubiertos”.

Y vea usted. El 10 de abril apareció en un periódico capitalino un reportaje a plana entera, intitulado con grandes letras que decían: “Ubican a dirigente sindical como el nexo con las FARC”. Naturalmente, las fuentes del estoico chayotero que firma el brulote provenían de la famosa computadora atómica de Raúl Reyes, el abatido comandante de las FARC. ¿Quién era el vínculo con el tal “dirigente sindical”? ¡Acertó! Rosario Ibarra de Piedra…

Indiferente frente a lo que le espera en los tribunales de justicia de su país, Osorio acaba de enviar al doctor José Narro, rector de la UNAM, una carta en la que con la insolencia propia de quien ignora las generales de la ley, le sugiere dirigir su condena a la presencia de estudiantes mexicanos en el campamento de las FARC, y no al presidente Uribe.

En días pasados, la justicia colombiana ordenó la captura de Mario Uribe Escobar (primo hermano y socio del narcopresidente), ex titular del Senado y fundador del partido Colombia Democrática, base de sustentación parlamentaria del régimen terrorista.

El primo se refugió en la embajada de Costa Rica y pidió asilo diplomático. Pero el Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice) se trasladó al lugar y, acompañado de mariachis, le cantó: Estás que te vas, y te vas, y te vas, y no te has ido…

La cancillería del presidente Oscar Arias hizo saber que consideraba improcedente la solicitud del prófugo. “La histórica institución del asilo no debe ser desvirtuada”, precisa el comunicado. Simultáneamente, el curul del mafioso era ocupado por el senador Ricardo Elcure Chacón, cosa que llevó a que la justicia ordenase la inmediata captura del suplente, y así sucesivamente con otros criminales del “paramilitarismo democrático”.

Apolinar asegura que la alianza familiar y política del sátrapa “… marcha a toda velocidad hacia el abismo y el caos de la administración pública por el poder que con ella tienen los paramilitares, parapolíticos y narcotraficantes” (Argenpress, 23/4/08).

Sus predicciones distan de ser simples deseos. Tal como en Saturno devorando a sus hijos, el estremecedor óleo de Goya, el bloque legislativo paramilitar que sostiene al régimen más asesino de la historia colombiana se resquebraja sin solución de continuidad. Acorralados por la Corte Suprema, sus integrantes empiezan a destrozarse recíprocamente.

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