Julio Hernández López
Felipe y sus recetas
¿Refinería? ¿Negociación?
El neumólogo Calderón estornudó ayer un plan constipado para hacer frente a los catarritos financieros de temporada. No incluyó en sus recetas apresuradas el despido de sus compañeros de consultorio especializados en diagnósticos ligeros y equívocos, que a la luz de los hechos resultan insultantes (Carstens hablando de gripas mexicanas frente a pulmonías gringas; el secretario de Economía declarando ocioso prepararse para una crisis que aún no llegaba). Tampoco se aplicó a sí mismo algún remedio preventivo, a la vez que correctivo, por los alegres aires retadores con que discursivamente aseguraba estar presto para enfrentar y vencer el desastre económico por todos tan anunciado, pero al cual el facultativo Felipe pretendía conjurar a base de palabrería voluntarista; casi un hechicero de pueblo frente a la descompostura mundial en camino, futuro premio Nobel de Economía por haber descubierto el poder de la saliva frente a la realidad.
Pero eso sí, con solemnidad e histrionismo que ya resultan patológicos en cuanto usualmente no llevan de verdad a nada, el usuario frecuente de espacios electrónicos para avisos de ocasión dio a conocer una fórmula de presuntas curaciones que en esencia consiste en un replanteamiento presupuestal para el año entrante, un impreciso sistema de auxilio a pequeñas y medianas empresas, la promesa de que no se recortará el gasto público y que se cambiarán las reglas de ese gasto en cuanto a infraestructura, y desregulaciones y desgravaciones en materia de aranceles. A reserva de conocer el detalle de los fármacos y la yerbería propuestos, pareciera que el encargado del caldero del hervor en aumento estuviese practicando malabares programáticos ya muy vistos durante los casi dos años que lleva de médico de guardia: la misma gata burocrática, pero revolcada; proyectos ya aprobados o en curso son reformulados para que parezcan nuevos o para destacar aristas que no habían sido demasiado difundidas antes; el mismo dinero disponible y las mismas posibilidades ya sabidas y anunciadas, pero ahora todo presentado con etiquetas y luces novedosas.
Hubo, sin embargo, en el paquete estricto de medicina económica, un anuncio sugestivo: la construcción de una refinería. Así, nada más, como si de pronto la administración FeCam (Felipe y Juan Camilo) se hubiese percatado de que es bueno hacer refinerías y que hay dinero público suficiente para esos menesteres, como si los promotores de privatizaciones cada vez menos viables (la crisis económica vuelve muy arriesgada la mayor apertura de Pemex a capitales privados, sobre todo extranjeros) quisieran enviar un guiño con bandera blanca a la peje cúpula que domingos atrás lanzó desde el Zócalo capitalino una singular propuesta de diálogo y negociación políticos a la que ha seguido una especie de tregua en los hechos, aunque el discurso del peregrino tabasqueño advierta una y otra vez su disposición a convocar y encabezar protestas sociales si persisten los apetitos privatizadores, que según los legisladores perredistas amigos del calderonismo (Gra y compañía, por ejemplo) ya han sido atenuados o francamente retirados, listo todo para presentar, en pocos días más, un dictamen sobre reforma energética que según eso quedaría tan light que ni necesaria haría la aparición de la resistencia civil pacífica, aunque a algunos de quienes en estas tropas militan les parece preocupante que de pronto parezca que hay una desactivación pactada, sospechosismo agravado por episodios tan peculiares como la tolerada presencia de Calderón en el Senado para la entrega de la medalla Belisario Domínguez, en una ceremonia en la que, salvo la ausencia de legisladores que no quisieron participar de la escenificación, y protestas gráficas como la de doña Rosario Ibarra de Piedra, el perredismo negociante pareció plenamente incorporado a un proceso de “normalización” institucional. Haigan sido como estén siendo las cosas, Calderón reculó ayer en materia de privatizaciones petroleras, pues el anuncio de la construcción de una refinería contraviene la intención original de recurrir a fuentes externas para reactivar la industria petrolera nacional. Eso sí, de austeridad, recortes de personal de confianza, reducción de sueldos, bonos y privilegios, nomás no dijo nada el enfermero Felipe.
Y, sin embargo, ¿el Programa para Impulsar el Crecimiento y el Empleo es una respuesta acordada al Plan del Zócalo? ¿No son todos los puntos planteados, pero sí los suficientes para guardar las hachas guerreras? ¿El antedicho programa es una zanahoria presupuestal para las bancadas perredistas en las cámaras? ¿El anuncio de la refinería significa que habrá una reforma energética superficial aprobada nomás para salvar la cara al calderonismo, si acaso con algunas concesiones en letra chiquita para negocios “aceptables”? Ahí avisan, por fa.
Astillas
Como sucedió con la APPO, cuyo crecimiento se dio en tiempos que llevaban a mantener la vista puesta en lo nacional y en lo electoral, hoy el movimiento magisterial de Morelos tiene competencia informativa que impide valorar a plenitud la importancia de la lucha que se desarrolla ya no sólo en la demarcación gobernada por el ultraderechista Marco Antonio Adame, sino en las carreteras federales y en la ciudad de México. El citado movimiento (M3) está ganando, sin embargo, resonancia en secciones sindicales de otras entidades y está mostrando tal profundidad y fuerza que los gobiernos derechistas involucrados, tanto el morelense como el federal, montan ensayos represivos, asustados porque tienen enfrente una movilización consciente y organizada y porque están entrando en riesgo dos piezas preciadas del ajedrez calderonista: la secretaria de Educación Pública y la rencorosa cacique sindical… Y, mientras continúan las acusaciones de fraude electoral en Acapulco, donde el PRI fabricó un presunto triunfo creyendo que la división de las “izquierdas” apagaría cualquier reacción popular de rechazo a las mapacherías practicadas, ¡hasta mañana, entre lluvias!
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