Impulsará el desarrollo sudamericano y el control de la riqueza, dice el venezolano Cabeza
Será la primera institución subregional no controlada por los centros del poder financiero
El siguiente paso será crear un fondo monetario regional y, tal vez, una moneda única
Roberto González Amador (Enviado)
Washington, DC, 22 de octubre. El Banco del Sur, proyecto al que se han acogido ocho países sudamericanos, “nace de una voluntad política por la integración”, define Rodrigo Cabeza, ministro del Poder Popular de Finanzas de Venezuela. Es un hecho político que surge para impulsar el desarrollo de la región y lograr mayor grado de soberanía y control sobre la riqueza natural de los países, dice. “No podemos darnos el lujo de fracasar”, apunta al referirse a la primera institución subregional no controlada por los centros de poder financiero, que nacerá formalmente el 3 de noviembre en Caracas.
Como ministro de Finanzas en el gobierno del presidente Hugo Chávez en Venezuela, Cabeza, economista de 51 años, con carrera como dirigente estudiantil y en el ámbito legislativo, escritor de artículos periodísticos y de poemas –que no ha publicado–, es uno de los responsables de llevar a la práctica hasta su concreción el proyecto conjunto de Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Paraguay, Uruguay, la propia Venezuela y, recientemente, Colombia.
En entrevista con La Jornada, Rodrigo Cabeza habla de la forma en que fue madurando la idea de crear un banco regional, independiente de la arquitectura financiera controlada por Washington; de un siguiente paso en la integración consistente en crear un fondo monetario regional, constituido con las reservas de los países de la zona –abundantes ahora por los altos precios de las materias primas– y de la posibilidad de que ello derive en el lanzamiento de una moneda única. También se refiere al papel del gobierno mexicano ante este proceso.
Rodrigo Cabeza asistió a esta ciudad, en la que ya concluyeron las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, aunque declinó participar en ese foro. En cambio, ha sostenido una agenda de trabajo con ministros sudamericanos y con organizaciones sociales que tienen su sede en la capital estadunidense, en las que ha hablado y explicado el proyecto de constitución del Banco del Sur.
–¿Cómo fue madurando la idea de constituir un Banco del Sur hasta llegar al momento actual?
–En 1999, cuando el presidente Hugo Chávez asumió el poder, afirmó que su prioridad era la integración sudamericana, volver la cara de Venezuela al sur. Planteó la necesidad de que tuviéramos un banco de la región. Fue la primera vez que en el contexto latinoamericano se planteaba una propuesta específica sobre el tema. Había antecedentes que apuntaban más a la integración comercial. Pasaron varios años para que esto pudiera madurar. Y maduró. Así son los hechos políticos y económicos, que deben tomar su tiempo.
–Maduró en un contexto político particular.
–El Banco del Sur madura en el contexto de una profunda voluntad política que comienza a operar en Sudamérica, en torno al tema de la integración. Se ve fortalecido por el ingreso de Venezuela al Mercado Común del Sur, que lo potencia en tanto fuerza energética que se asocia a las potencialidades industriales y agrícolas que ya tenía el Mercosur. En ese contexto además debemos agregar un hecho político que es el arribo de gobiernos de carácter progresista y de izquierda en Sudamérica, que ayuda a la idea de concretar una integración de carácter financiero.
Vencer las asimetrías
El acta de fundación del Banco del Sur, institución que tendrá su sede en Caracas y oficinas en Buenos Aires y La Paz, concibe a la institución, explica el ministro venezolano, como un mecanismo para financiar el desarrollo. Pero, apunta, le da objetivos “nobles”, como el de trabajar “para vencer las asimetrías que existen en nuestros pueblos y entre nuestros pueblos”.
La nueva institución sudamericana tendrá un modo de gobierno que es totalmente opuesto al que prevalece en el FMI o el Banco Mundial, donde el poder lo concentra el mayor accionista, en ambos casos, Estados Unidos. En el nuevo Banco del Sur, explicó Cabeza, cada país miembro tendrá un voto, independientemente del capital que suscriba para la constitución del banco.
“Tenemos bien claro que no habrá préstamos condicionados a política económica alguna, dado que nadie ejercerá ninguna hegemonía, y mucho menos préstamos condicionados a políticas de corte neoliberal o con condicionantes”. Los préstamos del FMI y el BM siempre están sujetos a condicionantes que van desde la privatización de entes públicos, al adelgazamiento del Estado, o la liberalización de sectores de la economía a capital privado nacional y extranjero.
El ministro Cabeza anticipó que el nuevo banco estará operando en 2008, aunque declinó dar detalles sobre los primeros proyectos que financiará con los 7 mil millones de dólares de su capital inicial. Precisó que la aportación de arranque no será igual para las naciones fundadoras, aun cuando cada una tendrá el mismo poder de voto. Se reconocerá que algunos de los socios tienen menos capacidad de pago para aportar. “Estimo que Brasil, Argentina y Venezuela tendrán que hacer el esfuerzo mayor” en cuanto a las cuotas iniciales.
–¿Cómo concibe el Banco del Sur su función integradora?
–Viene a llenar un vacío. No tenemos los sudamericanos un banco regional para el desarrollo que una las potencialidades de Sudamérica. No podemos decir que el Banco Interamericano de Desarrollo sea nuestro. Es básicamente un banco donde tenemos presencia, pero con hegemonía estadunidense. La Corporación Andina de Fomento sí es nuestra pero tiene un alcance limitado. Será un banco para Sudamérica. Quizá después se pueda ampliar al concepto de América Latina.
–El proyecto tiene un carácter económico, pero también una esencia política, como usted dice. ¿El banco actuará con criterios de índole política o económica?
–Está naciendo como un hecho político integracionista. No era posible explicarse un Banco del Sur, de la naturaleza que nosotros le estamos dando, en la década de los años ochentas y noventas, cuando se enseñoreaba en América Latina todo el pensamiento de carácter neoliberal que se confrontaba con cualquier posibilidad de que las naciones pensaran el proceso de integración profunda. Era el tiempo de la apertura generalizada de nuestros comercio, era lo que se postulaba en Sudamérica en ese momento. Por eso, en rigor histórico, nace como una voluntad política por la integración y por mayores grados de soberanía en relación a nuestras propias riquezas.
“El Banco del Sur va a ser un espacio para unir las fuerzas que tienen nuestros excedentes financieros, porque hoy no hay ese espacio en Sudamérica. Los países sudamericanos tienen sus reservas internacionales y los depósitos de su sector privado nacional, en los países desarrollados. Hacemos esto para construir un espacio que nos permita tener nuestros excedentes, nuestras riquezas, nuestra acumulación de capital, en espacios de nuestra propiedad y al servicio de nuestros pueblos”, añade. “No es el banco de Chávez. Es una responsabilidad de toda Sudamérica, que debe proteger esta experiencia para que no vaya a naufragar”.
Rodrigo Cabeza dice que para financiar el desarrollo, “entendido como la conquista de grados mayores de calidad de vida y de bienestar colectivo”, el Banco del Sur considerará temas como las asimetrías de los países que lo integran. Se centrará en la infraestructura de apoyo a la producción y en proyectos de educación y salud. También a planes que involucran a más de una nación, como el propuesto gasoducto sudamericano. Una de las ideas, dice, es abordar los temas de financiamiento de infraestructura de apoyo a la producción para dar nuevas oportunidades de inversión del sector privado nacional o al propio sector público.
–Usted dijo que el banco se hace posible por los excedentes de divisas de varios de los países que lo fundarán. Esos excedentes vienen del alza en el precio de materias primas.
A largo plazo ¿cómo se hace sostenible si ocurre un cambio en la tendencia mundial de precios?
–Es un escenario pesimista. Esa futurología es compleja porque desde Venezuela tenemos una visión optimista para las próximas dos décadas. Nosotros avizoramos que hemos entrado en una etapa bonancible de petróleo, que no es posible en rigor científico-técnico avizorar a mediano plazo la posibilidad de que regresen los precios del barril de petróleo a niveles de los años noventas, debajo de 25 dólares por barril.
Parafrasea al escritor venezolano Arturo Uslar Pietri: “Hemos decidido ‘sembrar el petróleo’, en términos de crear la infraestructura productiva capaz de soportar mañana o pasado mañana cualquier hecho histórico, ya no una caída de precios, sino la superación histórica del petróleo como fuente de energía planetaria. Entonces, hemos comenzado este proceso de recuperación. Para ese escenario de dificultad es que vamos a impulsar después de que nazca el Banco del Sur y antes que termine esta década, la idea de que podamos tener una especie, no quiero ponerle nombre, de instrumento en el campo monetario.
–¿Cuando habló de la unión monetaria de Sudamérica está pensando en una moneda única?
–Sí, claro. Un paso previo a una moneda única tendrá que ser el esfuerzo por una unidad monetaria, un fondo único de reserva donde todos tengamos nuestras reservas internacionales, nuestras divisas, y sería un excelente instrumento para dar el otro paso. Cuándo será eso, no sé. Ya está planteado en el debate y a partir de la argumentación de Ecuador y Brasil, Venezuela respalda esa idea.
–¿En algún momento fue invitado México a participar en este proceso? Si así fue, ¿qué respuesta hubo?
–Ya en 2007 el Banco del Sur se concibió como un proyecto de Sudamérica. Venezuela planteó la posibilidad de que se le diera el carácter latinoamericano, pero está idea no tuvo consenso. Y nosotros cedimos un poco. El consenso fue por un banco sudamericano, de manera que no podríamos hablar que hubo un rechazo de México a participar, por la naturaleza con la que se asumió el debate en Sudamérica.
“Lo ideal es que algún día podamos pensar en el Banco de Latinoamérica, para que eso ocurra tendría que haber una voluntad política en México. Daría un impulso extraordinario a cualquier esfuerzo de construir una institución financiera la presencia de México. Su presencia sin lugar a dudas colocaría en otro nivel cualitativo y cuantitativo un banco que dejaría de ser sudamericano y pasaría a ser latinoamericano, o una moneda única en Latinoamérica. Sería clave para darle el carácter latinoamericano el papel que pueda jugar México. En el corto plazo no vemos esa posibilidad.
En México no existe tal posibilidad porque mientras los países que se integran en el Banco del Sur avanzan hacia su soberanía, México retrocede y la pierde cada vez más:
México no entrará porque no tiene independencia
Correcto, el plan de Sudamérica de desligarse del FMI: experta
Antonio Castellanos
El proyecto de los países de América Latina para abandonar el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial es correcto, porque sus políticas restrictivas desde mediados de los 70 han sido nefastas. Sin embargo, México no podrá entrar, no puede apostar a esa iniciativa porque no tiene independencia política ni económica.
Alicia Girón, del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, dijo que a pesar de que el gobierno federal ha reducido el débito foráneo, cada año transfiere al exterior más de 10 mil millones de dólares para pagar intereses, afirmó Girón. La deuda externa ya se ha pagado varias veces, recalcó.
Indicadores de la Secretaría de Hacienda señalan que al cierre de agosto el saldo de la deuda externa neta del gobierno federal fue de 41 mil 200 millones de dólares, cifra superior en mil 400 millones de dólares a la del 31 de diciembre de 2006.
Asimismo, destacan que el costo financiero del sector público se ubicó en 157 mil 600 millones de pesos, nivel 10.3 por ciento inferior en términos reales al registrado en el mismo periodo del año previo.
Girón precisó que todas las políticas de estabilización del Banco Mundial y del FMI desde hace 37 años, han sido negativas para la economía de la región. Uno de los principales problemas es que han sido orientadas al pago de la deuda y a la restricción del gasto público.
Lo anterior, dijo, hizo que las economías latinoamericanas dejaran de crecer, abrieran sus mercados y se modificara la estructura productiva. Ello desembocó en un desempleo elevado y un costo social muy alto.
En el caso de México, agregó, hay una grave dependencia del petróleo y de la industria maquiladora, pero la irrupción de los productos de China en Estados Unidos, ha hecho que la producción mexicana no pueda ser competitiva. Definitivamente aquel país ha desplazado la producción nacional.
El gobierno de México no tenido la visión de transformar su mano de obra capacitada; tampoco ha impulsado la educación que es un sector muy rezagado, situación a la que se debe agregar los problemas que se derivan de la deuda externa que ya se ha pagado varias veces a través de los intereses.
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