sábado, septiembre 16, 2006
AMLO en la CND
El grito del 15 de septiembre de 2006
Sique
Fotos: Seb Tal
Fotos: Seb Tal
La conciencia cívica se exalta cuando ante una imposición surge el sentimiento de rebeldía y el valor para reclamar los derechos ciudadanos. Este fue un grito de Independencia que no sólo conmemoró el del cura Hidalgo sino el actual: la independencia de los facciosos que no respetan la voluntad popular y pisotean al pueblo robando de sus arcas. Esta vez la voluntad popular se impuso y se gritó con más emoción y más sentido porque no fue el grito de la simulación; esta vez fueron Alejandro Encinas, un Jefe de Gobierno ético y Rosario Ibarra de Piedra, una luchadora social, quienes asomaron al balcón del viejo ayuntamiento, la multitud los vitoreó con la gratitud que se merecen, se veían contentos. Mientras el Palacio Nacional permaneció casi oculto en la oscuridad de la noche, abandonado.
Encinas dió el grito:
"Vivan los héroes que nos dieron Patria y Libertad! ¡Viva Hidalgo! ¡Viva Morelos! ¡Viva Allende! ¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez! ¡Viva Guerrero! ¡Viva Juárez! ¡Viva nuestra Independencia! ¡Viva la soberanía popular! (un viva para nosotros)"
Encinas tañó la campana que le donó el movimiento. Hubo emoción, se gritaron innumerables consignas en honor de López Obrador y en contra de Abascal que parecía una momia junto al grupo sonriente de Encinas, su esposa y Rosario, mientras la pirotecnia iluminaba el Zócalo.
¡Fuera Abascal!, ¡fuera Abascal!, ¡fuera Abascal!
Hubo un momento en que Encinas saludó sonriendo hacia el templete y simuló un abrazo, ahí estaba AMLO con Eugenia León. Todos se volvieron hacia Andrés Manuel López Obrador y cantaron el himno nacional con él y la V de la Victoria en alto.
Fue un gran GRITO DE INDEPENDENCIA y mañana a luchar por ella en la
CONVENCIÓN NACIONAL DEMOCRÁTICA.
CONVENCIÓN NACIONAL DEMOCRÁTICA.
A la nochecita
Esto ya se está haciendo costumbre. No podemos evitar traernos de La Hora del Pueblo las letras de Jaime Avilés que un día desmenuzan la realidad, al siguiente nos ofrece un vistazo lleno de humanidad y hoy pone a cada quien en su lugar.
A LA NOCHECITA
...Con Jaime Avilés
=Para criticar a López Obrador, Adolfo Gilly debe deslindarse de Cuauhtémoc
Cuando el año pasado terminaron exitosamente las movilizaciones contra el desafuero, Adolfo Gilly, maestro de maestros, escribió que el episodio en su conjunto no había sido sino “el reality-show más grande de todos los tiempos”. Era una manera, un tanto venenosa, de insinuar que el intento de Vicente Fox y la ultraderecha empresarial por meter en la cárcel a Andrés Manuel López Obrador e impedirle participar en las elecciones de este año, en realidad era una trampa. Que existía un arreglo oscuro para proyectar al tabasqueño a la cima del poder, donde gobernaría en favor de los intereses salinistas.
Gilly se agarró de allí para hacerle segundas al subcomandante Marcos en la tonadita esa de que López Obrador era el verdadero peligro para la auténtica izquierda en México, un error de interpretación que terminaría por situar al vocero del Ejército Zapatista en la misma tesitura que Dick Morris y Antonio Solá, los mercenarios que montaron la campaña “López-Obrador-un-peligro-para-México”.
Uno de los aspectos que más horrorizaba a Gilly era la incorporación de ex colaboradores distinguidos de Carlos Salinas de Gortari al equipo de López Obrador, como si Manuel Camacho, Socorro Díaz y otros que en efecto se destacaron como operadores políticos del presidente más destructivo que ha tenido México no hubieran roto, andando el tiempo, con esa fracción de la élite mexicana que se ahogó bajo una mezcla de sangre y de mierda al cabo de tantos asesinatos y tanta corrupción.
Ahora Gilly olvida sus recientes predicciones –las hizo, cuando mucho, en mayo de 2005-- y afirma en su artículo de hoy, aparecido en La Jornada, que “desde la feria de bufones del desafuero, desbaratada por la movilización popular, estaba claro que los poderes reales no iban a dejar pasar a López Obrador. Y así lo hicieron”. Bueno de reality show más grande de todos los tiempos a feria de bufones hay un aparente cambio de enfoque apostando quizá a la desmemoria de quienes lo lean.
En otros casos no: Gilly machaca y reitera lo que astuto planteó después del 2 de julio: que todos los diputados, senadores y asambleístas electos del PRD renunciaran a sus cargos. Pero antes, cuando creía que López Obrador era el enemigo a vencer, había llamado a todos y a todas a “renunciar a los privilegios” y volver a comenzar desde abajo.
Ahora expone que como no renunciaron a sus cargos pero van a apoyar al gobierno en rebeldía de López Obrador “mientras permanecen (…) en el Congreso del otro gobierno, el institucional”, se “permitirá” no respetarlos. Aquí se abre una enorme pregunta: ¿aún respeta Gilly a Cuauhtémoc Cárdenas, que tampoco renunció a su nombramiento como coordinador de fiestas patrias de Fox y teóricamente de Felipe Calderón, y que, al igual que los levantacejas de Televisa, no vio ni una sola prueba del fraude electoral, ni expresó al respecto la menor sospecha, ni criticó a su hijo Lazarito por reconocer sin tardanza la supuesta “victoria” del panista?
No, eso para Gilly no es relevante, como no lo fue la chusma que acompañó a Cuauhtémoc –léase Luis Tellez, el ex secretario de Energía de Zedillo o Claudio X González, el hombre de negocios de Salinas y muchos salinistas en activo como esos, que lo reclasificaron como “izquierdista maduro”-- durante la desfalleciente precampaña del ingeniero en pos de la cuarta candidatura presidencial.
Para que las críticas de Gilly a López Obrador asciendan a la esfera de la coherencia política y la congruencia ética, el maestro de maestros está obligado a deslindarse del ingeniero Cárdenas, de las acusaciones de traición que pesan sobre éste, relativas a su pacto secreto con Salinas de Gortari en 1988 y a su actual y renovada alianza con los intereses del salinismo.
De lo contrario, si Gilly no cumple con ese mínimo requisito moral, sus agudas observaciones, como las lamentables declaraciones de Cárdenas, serán simple papel mojado, letra muerta, bolas de humo, tornillos sin tuercas. Mañana, después del desfile militar, empezará la Convención Nacional Democrática. Y más tarde, a la nochecita, nos veremos aquí para comentar lo que haya sucedido.
Presiento que ésta historia tiene un "continuará".
A LA NOCHECITA
...Con Jaime Avilés
=Para criticar a López Obrador, Adolfo Gilly debe deslindarse de Cuauhtémoc
Cuando el año pasado terminaron exitosamente las movilizaciones contra el desafuero, Adolfo Gilly, maestro de maestros, escribió que el episodio en su conjunto no había sido sino “el reality-show más grande de todos los tiempos”. Era una manera, un tanto venenosa, de insinuar que el intento de Vicente Fox y la ultraderecha empresarial por meter en la cárcel a Andrés Manuel López Obrador e impedirle participar en las elecciones de este año, en realidad era una trampa. Que existía un arreglo oscuro para proyectar al tabasqueño a la cima del poder, donde gobernaría en favor de los intereses salinistas.
Gilly se agarró de allí para hacerle segundas al subcomandante Marcos en la tonadita esa de que López Obrador era el verdadero peligro para la auténtica izquierda en México, un error de interpretación que terminaría por situar al vocero del Ejército Zapatista en la misma tesitura que Dick Morris y Antonio Solá, los mercenarios que montaron la campaña “López-Obrador-un-peligro-para-México”.
Uno de los aspectos que más horrorizaba a Gilly era la incorporación de ex colaboradores distinguidos de Carlos Salinas de Gortari al equipo de López Obrador, como si Manuel Camacho, Socorro Díaz y otros que en efecto se destacaron como operadores políticos del presidente más destructivo que ha tenido México no hubieran roto, andando el tiempo, con esa fracción de la élite mexicana que se ahogó bajo una mezcla de sangre y de mierda al cabo de tantos asesinatos y tanta corrupción.
Ahora Gilly olvida sus recientes predicciones –las hizo, cuando mucho, en mayo de 2005-- y afirma en su artículo de hoy, aparecido en La Jornada, que “desde la feria de bufones del desafuero, desbaratada por la movilización popular, estaba claro que los poderes reales no iban a dejar pasar a López Obrador. Y así lo hicieron”. Bueno de reality show más grande de todos los tiempos a feria de bufones hay un aparente cambio de enfoque apostando quizá a la desmemoria de quienes lo lean.
En otros casos no: Gilly machaca y reitera lo que astuto planteó después del 2 de julio: que todos los diputados, senadores y asambleístas electos del PRD renunciaran a sus cargos. Pero antes, cuando creía que López Obrador era el enemigo a vencer, había llamado a todos y a todas a “renunciar a los privilegios” y volver a comenzar desde abajo.
Ahora expone que como no renunciaron a sus cargos pero van a apoyar al gobierno en rebeldía de López Obrador “mientras permanecen (…) en el Congreso del otro gobierno, el institucional”, se “permitirá” no respetarlos. Aquí se abre una enorme pregunta: ¿aún respeta Gilly a Cuauhtémoc Cárdenas, que tampoco renunció a su nombramiento como coordinador de fiestas patrias de Fox y teóricamente de Felipe Calderón, y que, al igual que los levantacejas de Televisa, no vio ni una sola prueba del fraude electoral, ni expresó al respecto la menor sospecha, ni criticó a su hijo Lazarito por reconocer sin tardanza la supuesta “victoria” del panista?
No, eso para Gilly no es relevante, como no lo fue la chusma que acompañó a Cuauhtémoc –léase Luis Tellez, el ex secretario de Energía de Zedillo o Claudio X González, el hombre de negocios de Salinas y muchos salinistas en activo como esos, que lo reclasificaron como “izquierdista maduro”-- durante la desfalleciente precampaña del ingeniero en pos de la cuarta candidatura presidencial.
Para que las críticas de Gilly a López Obrador asciendan a la esfera de la coherencia política y la congruencia ética, el maestro de maestros está obligado a deslindarse del ingeniero Cárdenas, de las acusaciones de traición que pesan sobre éste, relativas a su pacto secreto con Salinas de Gortari en 1988 y a su actual y renovada alianza con los intereses del salinismo.
De lo contrario, si Gilly no cumple con ese mínimo requisito moral, sus agudas observaciones, como las lamentables declaraciones de Cárdenas, serán simple papel mojado, letra muerta, bolas de humo, tornillos sin tuercas. Mañana, después del desfile militar, empezará la Convención Nacional Democrática. Y más tarde, a la nochecita, nos veremos aquí para comentar lo que haya sucedido.
Presiento que ésta historia tiene un "continuará".
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