La canciller del gobierno zelayista responsabiliza, antes que a nadie, a los militares de su país
La senadora Yeidckol Polevnsky, el presidente Manuel Zelaya, la canciller hondureña Patricia Rodas y la embajadora en México, Rosalinda Bueso, durante el encuentro de solidaridad del pueblo de México con el mandatario constitucional, realizado en el Teatro de la Ciudad. Foto Marco Peláez
Blanche Petrich y Georgina Saldierna/IEl papel que jugó John Dimitri Negroponte en el golpe de Estado del 28 de junio contra el presidente Manuel Zelaya, “lo empezó a jugar a principios de los años 80, porque él –el gobierno de Ronald Reagan, en realidad– es el creador de las fuerzas golpistas”, apunta la canciller de Honduras, Patricia Rodas.
Negroponte, cabeza de los halcones, embajador de Estados Unidos en ese país centroamericano entre 1981 y 1985, cuando se consolidaron las bases del Pentágono y de la contra nicaragüense en ese territorio, fue quien hizo nacer esos engendros que hoy atacaron nuestra democracia. Pero aclara que ella no responsabiliza ni a Negroponte ni a los conservadores estadunidenses, porque ellos no tienen la obligación de ser leales a mi país. Yo responsabilizo antes que a nadie a los militares hondureños.
Patricia Rodas fue la ministra que, en los primeros minutos del golpe, fue rodeada en su casa, en Tegucigalpa, por soldados que pretendían detenerla. Fue a ella a quien primero México ofreció protección y logró traerla en un avión oficial a esta ciudad capital. Brazo derecho de Zelaya en su peregrinar por países de la región en busca de fórmulas diplomáticas que permitan revertir el golpe de Estado, admite sin embargo que la ruptura de la democracia y el estado de derecho en Honduras representan un enorme desafío para el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y para el compromiso que asumió hace apenas cuatro meses, en Trinidad Tobago, de iniciar una nueva era con América Latina.
Se pregunta: ¿Cómo va a rendir cuentas si en su primer medio año de gestión debe soportar un golpe de Estado, precisamente contra una democracia que parecía de las más estables de la región?
Rodas es una de las ministras del equipo zelayista que no vienen de la política tradicional. Hija de un viejo dirigente que combatió contra las sucesivas dictaduras militares que marcaron el siglo XX en su país –Modesto Rodas– y militante de una organización política militar (Frente Popular Revolucionario Lorenzo Zelaya), de los que se alzaron en armas en los llamados “años de la guerra fría” en esta nación centroamericana (los 80), representaba a un sector de la izquierda dentro del oficialista Partido Liberal. Apenas seis meses antes se había incorporado al gabinete.
Expone detalladamente para La Jornada su análisis de la coyuntura hondureña.
El regreso de los halcones
–¿Quién planifica el golpe de Estado? ¿Qué sector del gobierno de Estados Unidos participa?
–No podemos afirmarlo, pero tampoco rechazar la idea de que los halcones de la derecha estadunidense están detrás. El día del golpe de Estado, en el hotel Plaza San Martín, en nuestra capital, se hospedó bajo un nombre falso Roberto Carmona, socio de Otto Reich (precisamente el subsecretario de Estado para América Latina en tiempos de Reagan). Él fue uno de los operadores. También participó Billy Joya, un sicario de los 80, responsable de incontables violaciones a los derechos humanos. Estuvieron detrás de la planificación y dirigieron la operación: a quiénes detener, a quiénes sacar del país, a quiénes había que asesinar para detener las consecuencias. Y ambos procedían de Washington. Ahí hay sectores adversos al presidente Obama y los proyectos de transformación de la sociedad estadunidense.
–¿Intentan desafiar a Obama?
–No sólo a él, sino a toda la humanidad. En Estados Unidos las fuerzas de la industria militar y las fuerzas del narcotráfico son mayores que el poder del presidente.
–¿Y el papel de Negroponte?
–No hay que olvidar su intervención destacadísima para convertir a Honduras en una plataforma de agresión. No tenemos ninguna evidencia de que hubiera participado directamente ahora, en la asonada del 28 de junio, contra el presidente Zelaya. Su papel lo empezó a jugar a principios de los años 80, porque él creó esos engendros. Pero a final de cuentas él es un extranjero, no se le puede pedir ni amor ni lealtad a mi país. Yo a quien le reclamo es a quienes nacieron en esas tierras, los que están en la primera línea de responsabilidad por la agresión que está sufriendo el pueblo: los militares hondureños.
–¿Quién está pasando oxígeno a los golpistas? ¿Por qué recurren a un método tan desprestigiado y obsoleto como el golpe militar para derrocar a un gobierno como el de Zelaya?
–El sistema de partidos políticos en Honduras parecía tener mucho oxígeno. Teníamos una sociedad que empezaba a ver frutos de mayor tolerancia, íbamos a una democracia más participativa sin necesidad de llegar a la violencia; un país que se relacionaba con la Alternativa Bolivariana, pero que tiene muy buena relación con Estados Unidos. Parecía un sueño de gran pluralidad.
“Y a todo esto llega Obama, pleno de ideas y proyectos de cambios. Al grado de que el discurso de Trinidad y Tobago hace que el Alba redireccione su posición frente al tema cubano.
Un reto para el mandatario estadunidense
“Y ahí mismo ocurre un golpe de Estado militar con bayoneta en mano. Eso, desde luego, es un reto para Obama, pero lo es más para toda América Latina. Obama está ante el reto frente a su propia nación y ante la posibilidad de cambiar el tipo de relación ante los antiguos súbditos.
El golpe desafía a la OEA, pero también a los otros organismos multilaterales donde no están Estados Unidos y Canadá, como el Grupo Río.
–¿Por qué no han funcionado hasta ahora las iniciativas de la región para revertir el golpe?
–Hace falta más energía, sobre todo por parte de los países más fuertes. Les toca a ellos, como los socios más fuertes, presionar e influir ante Estados Unidos. Sabemos que en el momento en que Washington corte radicalmente la ayuda militar a nuestro ejército, en el que les congelen las cuentas, les quiten todas las visas, en ese momento el golpe se acabó. Si perdura es porque tiene oxígeno. Y alguien se lo está pasando. Ahí es donde nosotros llamamos al Grupo Río: necesitamos un paso más.
–¿Qué más se puede hacer?
–Le estamos pidiendo a todo el mundo que no reconozcan al gobierno que surja de las elecciones bajo el golpe. Los comicios son en noviembre. Los usurpadores están apostando ir a las elecciones con los dos candidatos golpistas, ganar y continuar el gobierno de facto con una cara nueva. Si eso llega a suceder y surgiera un gobierno golpista, pues pedimos al mundo que no lo reconozcan. Ya nos han respondido positivamente. Ahora necesitamos que se rebase la etapa declarativa.
–¿Ve estancada la negociación que conduce el presidente costarricense Óscar Arias?
–Somos de la opinión de que este proceso pase a un ámbito multilateral. No es un asunto que pueda dejarse en manos de un solo gobierno y quedarse al margen de los instrumentos que se han creado en el continente. No se puede quedar enclaustrado en Costa Rica.