MÉXICO, DF, 4 de agosto (apro).- Siempre he tenido problemas de decisión muy fuertes. No he sabido escoger. A los 14 años estaba fuera de la casa. Trabajé vendiendo ropa en la Zona Rosa. Empecé a fumar mariguana, luego éxtasis, ‘micropuntos’, LSD, cemento 5000, tachas y los últimos diez años me la he llevado con piedra.Estuve un rato en Acapulco. Fui mesero en el Baby O. Salía a las cinco, seis de la mañana, y como soy de ascendencia judía, antes de los 15 años mi hermano me llevó con una prostituta a la zona roja del puerto.Recuerdo que siempre he tenido conflictos sexuales. A las primeras mujeres que vi desnudas fueron a mi mamá y a mi hermana. Las espiaba y me masturbaba con esas imágenes, lo digo así abiertamente porque de lo que se trata es de hablar con la verdad.Ya después del Acapulcazo, de regreso al Distrito Federal, empecé a fondear con prostitutas de La Merced, de Garibaldi. ¿Por qué de ahí? Porque era lo más fácil y lo más barato. Acababa mi chamba y me iba.Rondé en casas de huéspedes, en cuartuchos de hotel hasta que mi madre falleció y me heredó un departamento en La Condesa.Pero no viví mucho tiempo ahí. Sentí que no era lo mío. Lo dejé hecho pedazos. Luego me dio por hacerle al travesti. Busqué todas las maneras de disfrutar. Estuve también a punto de convertirme en mujer.Me cuestionaba. ¿Soy o no maricón? Dejé de trabajar, empecé a vestirme con cosas de segunda mano, le entré al robo.Tenía diálogos muy locos en la oscuridad. Hablaba con sombras por 14 y 15 horas. Tenía delirios.Intenté suicidarme más de una vez. Me acuerdo que para tener en dónde ver la Copa América, acepté meterme al cuarto de un cuate. Toqué fondo.Empecé a perder peso. De 65 kilos, terminé en 42, y comencé a enfermarme de todo, hasta que un día me levanté más débil que nunca y, casi a rastras, llegué al hospital.Sabía a lo que iba. Pedí la prueba del sida. En agosto de 1998 me dieron el diagnóstico positivo (Testimonio de José, 43 años de edad, entrevistado en el albergue Árbol de la Vida, en el centro de Iztapalapa).
VIH-Sida, las dimensiones de la epidemia
MEXICO, D.F., 5 de agosto (apro).- Desde su aparición en el mundo hace 26 años, el sida se convirtió en una de las epidemias más devastadoras del mundo reciente. El síndrome atacó en el centro de las contradicciones contemporáneas: la enorme desigualdad mundial; el menosprecio de los gobiernos al derecho a la salud; la voracidad de las grandes compañías farmacéuticas, y la suma de prejuicios relacionados con la sexualidad, provocaron la constelación de los principales afectados. Ser africano, pobre, migrante, homosexual y mujer vulnerable frente a sus parejas que reclamaron sexo sin protección, se convirtió desde entonces en el coctel más peligroso para la progresión de la enfermedad.Con celeridad, el mundo científico descubrió el agente causante –el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH)--, pero hasta ahora la vacuna está lejos de ser descubierta. Un fenómeno paralelo se generó a raíz de que en 1996 se descubrieron los fármacos que, combinados, convirtieron al sida de enfermedad mortal a padecimiento crónico. A pesar de esta gran noticia, en el mundo más del 82 por ciento de las 33 millones de personas que viven con VIH no tienen acceso a los medicamentos. Y en la mayoría de los países las estrategias de prevención se han topado con el muro de prejuicios morales que se han levantado para frenar la expansión de la epidemia. Por ser una enfermedad relacionada íntimamente con la sexualidad, el VIH-Sida se volvió en una “enfermedad moral” y no en una simple epidemia o enfermedad crónica, como en el caso de la diabetes u otros padecimientos que requieren una medicación permanente. La discriminación y el estigma se convirtieron para millones de personas en la verdadera epidemia. Estudios de ONUSIDA resaltan que han fallecido más personas por el silencio, la soledad y la falta de solidaridad social –comenzando por la familia-- que por la actividad viral. La depresión y el estigma se han convertido en epidemias peores que el VIH.Por estas razones, la XVII Conferencia Internacional de VIH-Sida que se realiza en la Ciudad de México tiene como consigna: “Acceso Universal, ¡Ya!”. La frase se refiere a la necesidad de lograr que, para el 2010, por lo menos el 80 por ciento de las 33 millones de personas que viven actualmente con el VIH puedan acceder a los medicamentos.Sin embargo, la meta difícilmente se cumplirá en menos de dos años. Los más optimistas calculan que, si acaso, se logrará que el 70 por ciento de la población afectada tengan acceso a los medicamentos. Para lograrlo, se requeriría una inversión mayor a los tres mil millones de dólares. Esta cifra es apenas el 1 por ciento de lo que Estados Unidos ha invertido en gasto militar y en la invasión a Irak desde 2004. Por supuesto, la guerra es mejor negocio que enfrentar una epidemia que afecta, incluso en Estados Unidos, a 1 millón 200 mil personas, según las cifras oficiales. El expresidente Bill Clinton reprochó al gobierno de George W. Bush que permitiera un subregistro de cerca de 40 por ciento en ese país. Es decir, estaríamos hablando de más de 1 millón 600 mil personas que viven con el virus en la mayor potencia del mundo.Otras cifras revelan las dimensiones más preocupantes de la epidemia:
1.- Entre 2002 y 2007, el número de personas con acceso a medicamentos se multiplicó por diez, hasta llegar a tres millones de personas en países de desarrollo medio y bajo, pero esta expansión no se dio en regiones como Africa Subsahariana. En esta región se encuentra el 90 por ciento de los infantes que en 2007 adquirieron el VIH.
2.- Diariamente, tan sólo en 2007 se registraron 7 mil 400 infecciones nuevas. En total, fueron 2.7 millones de personas que se integraron a la lista de personas que viven con el VIH. En relación con 2006, hubo 200 mil fallecimientos, lo que significa la necesidad de mayores inversiones para personas que vivirán con el virus más de 30 años.
3.- El tercer punto más importante en relación con el VIH es la necesidad de acceder a las distintas terapias. Existen actualmente 91 medicamentos relacionados con la enfermedad, pero sólo el 17 por ciento de los enfermos en todo el mundo tienen acceso real a las distintas variedades de medicamentos.jenarovi@yahoo.com.mx