jueves, mayo 07, 2009

Editorial. De la epidemia por decreto y el Golpe de Estado.

Año 8, número 3036
Jueves 07, mayo del año 2009


Las declaraciones de Janet Napolitano con relación a la Influenza Porcina, en el sentido de que no es más peligrosa que cualesquiera otra cepa de Influenza y que su mortandad no va más allá de lo que podría considerarse como normal.

De alguna manera fortalece las teorías que en torno giran y que hablan de que todo ha sido un cuento mediático que se les salió de control a quienes nos gobiernan (las transnacionales)

Y si a eso le agregamos el negocio multimillonario por medio del cual se comprarán a Francia las vacunas contra la “pandemia” que estarán listas hasta Septiembre. O sea, a toro pasado.

Sin soslayar el hecho de que las vacunas que ha habido, y hay, contra la Influenza, son y han sido inefectivas.

Más el hecho de que prácticamente la “pandemia” comenzó por decreto presidencial y al parecer de la misma manera ha terminado (lo que es verdaderamente extraño, por no decir que kafkiano)

Toda vez que de la noche a la mañana hasta el populista gobernador del Estado de México se volvió a poner la corbata.

No deja dudas a los analistas que, ante el Estado de Excepción que todavía no se ha levantado a pesar de que el “peligro” ha terminado, ven en esto el equivalente de un Golpe de Estado, donde las garantías individuales contempladas en la Constitución son letra muerta.

Y ni para confiar en el Congreso de la Unión, cuyos vergonzantes miembros han sido capaces de solapar todas las arbitrariedades y faltas a la Constitución que el señor Calderón ha querido llevar a cabo.

Y no solo para avalar la espuriedad de quien hoy nos gobierna de facto, sino hasta el endeudamiento que no solo aprobaron, sino que hasta aplaudieron, cuando sin consultar a nadie nos endeudaron a todos los mexicanos por varias generaciones.

Por más optimismo que se tenga, no se puede decir otra cosa más que hoy la Patria está en verdadero peligro.

http://www.diariolibertad.org.mx/diario/index.php

Columna Asimetrías. Estado de Excepción y Elecciones

Por Fausto Fernández Ponte



07 mayo 2009




A la educadora Perla Lozano Delgado.
Con admiración y respeto.


I

La vida nacional –en la economía, la política, lo social y en la cultura— se desliza por inercias propias de la anormalidad y lo anómalo. Incluso, en la misma cultura del poder económico y político adviértase con fehacencia una excepcionalidad ominosa.

Sin duda. La vida nacional está en crisis –en plural-- y es, por ello, de crucialidad desesperante, tal vez porque la débil flama de la esperanza social aun titila, acosada por implacables turbiones y enrachados golpes de viento. Son días muy aciagos.

En ese contexto de crisis –anormalidad, anomalía institucional y
excepcionalidad—pretende el poder político del Estado mexicano
conducir sus asuntos cotidianos del ministerio constitucional como si
en realidad nada extraño estuviere ocurriendo.

Así, en ese contexto de excepción de hecho y bajo una tenue y
quebradiza pátina de derecho los personeros panistas y priístas y
hasta perredistas y de los demás partidos-negocio realizan, con la
imperturbabilidad de la inconsciencia, sus quehaceres.

O lo que creen que son sus deberes, descritos, entendidos y ejercidos con arreglo a grotescas y crudas interpretaciones propias --prototípicas— de ciertos sofismas de la filosofía, la moral, la ética e incluso la estética de la simulación de constitucionalidad.

Simulación. Simular, pues, que no pasa nada anormal. Simular que no
hay registro en la psique colectiva –social-- de ocurrencias y sucedidos ajenos a las premisas de la vida económica, los silogismos de la vida política y las manifestaciones de la vida societal.

II

En ese contexto de aparente –falsa— normalidad emblematizada en la
noción de “todo sigue igual” (“too está bien”) y de soslayo criminógeno de los retos a la seguridad del pueblo, elemento constituido principal del Estado, vamos a un proceso electoral.

Esas elecciones tienen por propósito programático renovar una porción del poder político del Estado federal –la Cámara de Diputados— y a poderes en algunos de los 31 Estados Unidos Mexicanos y el legislativo local en el Distrito Federal.

La elección es, al modo de ver las cosas algunos mexicanos bien
informados y conscientes políticamente de la realidad, un asunto pro
forma; mírase y disciérnese como un requisito para darle visos de
convencionalidad jurídica a un ejercicio fútil.

Esos mexicanos –un grueso muy importante en el universo de 74
millones de los empadronados como electores-- ponderan,
sospecharíase, si un ejercicio como es el de votar tiene sentido y
significancia en un contexto de insoslayable anormalidad.

Pero esa e la idiosincrasia del noble y estoico pueblo de México,
sincretizada en el aforismo –en realidad, un apotegma práctico-- de
que “tú finges que nos gobiernas y nosotros fingimos que somos
gobernados”. Simulación en doble sentido. Ida y vuelta.

El poder político del Estado simula que le sirve a su mandante
constitucional –el pueblo-- y éste, a su vez (y quizá como respuesta), simula también, haciéndole creer a aquél que se ha tragado la gragea del grosor de una rueda de molino.

III

“No somos tontos, si no que nos hacemos tontos”, diría Pito Pérez, el inefable personaje de José Rubén Romero, contemporáneo en la cultura urbana mexicana del proverbial “peladito” descubierto sociológicamente por el filósofo Samuel Ramos.

En ese Estado de Excepción --consecuencia de un equivalente moral
al “coup d´État” asaz acreditado por las ciencias políticas y sociales
y de luenga genealogía-- vamos a votar por candidatos que, congruentemente, son individuos virtuales, hologramas sólo.

El jefe de los personeros panistas del poder político del Estado, Felipe Calderón, creó esa excepcionalidad contextual, sorprendiendo a los otros personeros --priìstas y perredistas y de los otros cotos partidistas-- para segar mieses de descontento social.

Y para obtener mayor poder y afianzar éste. Pero, en ese intento de “coup d´État”, don Felipe sólo atizó el fuego del descontento social al abanicarlo con socaliñas como las del A-H1N1. El chisporroteo de la irritación puede incendiar al país.

De hecho, ya está incendiado. El llano en llamas tiene por nutriente combustivo el generalizado sentir ciudadano de que don Felipe se quiso pasar de listo y ha quedado como tonto. Creó un Estado de Excepción por decreto presidencial, nada menos.

Y sacudió brutalmente al país sin más propósito que cosechar los réditos de un inexistente capital político, cercenando mediante su ya célebre decreto del 25 de abril derechos civiles y sociales. Oportunismo político ramplón, sin filigranas.

Y oportunidad de justificar la corrupción para acrecer los tesauros de algunos prominentes personeros panistas del poder político del Estado, so pretexto de adquirir medicamentos, vacunas y equipos. Volvamos a Pito Pérez. Y al “peladito”.

ffponte@gmail.com

www.faustofernandezponte.com

Glosario:

Romero, José Rubén (1890-1952): revolucionario; se unió al maderismo y al antirreelecionismo, pero fue perseguido por Victoriano
Huerta. Hombre polifacético: al morir es literato, académico y consejero de Presidentes de la República, pero antes fue burócrata, comerciante, periodista, cónsul y embajador de México, y rector de la Universidad Nicolaíta en Michoacán.

Pito Pérez: Personaje central de las novelas “Apuntes de un lugareño” (1932) y “La vida inútil de Pito Pérez” (1938), cuya filosofía se resume en la desesperanza, que es su testamento. Mieses: plural de mies. Cereal de cuya semilla se hace el pan. Tiempo de la siega y cosecha de granos.

Ramos, Samuel (1897-1959): mexicano. Académico, director de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Auónoma de
México. Autor de varios libros, siendo el más representativo de su pensamiento “Perfil del hombre y la cultura en México”, obra de referencia obligada acerca de la psicología colectiva de la sociedad
mexicana. Vio en el “peladito” la expresión más elemental y más
claramente definida del carácter nacional.

Segar: cortar mieses o hierba con la hoz, la guadaña o con
cualquier máquina a propósito. Cortar de cualquier manera.

Plan B. Hace daño no saber

Por Lydia Cacho



07 mayo 2009


Entrevisté a un agente del FBI especializado en crimen organizado; al despedirnos me dijo que si no fuera por las reporteras y reporteros que hacen un buen trabajo su tarea sería menos efectiva. Varios casos resueltos en su país comenzaron cuando se siguió la pista a un reportaje. En México, gracias al trabajo de las y los reporteros de los estados nos enteramos de sucesos que no investigan ni las policías ni las televisoras complacientes y manipuladoras de la realidad.

No es casualidad que haya pasado inadvertido el asesinato del reportero Carlos Ortega Melo en Durango. Ultimaron su vida el 3 de mayo, Día Mundial de la Libertad de Prensa. Carlos fue una piedra en el zapato para las autoridades, para el alcalde Martín Silvestre Herrera. Es el periodista número 48 asesinado en México. Todavía está pendiente la investigación para saber si cayó por motivos vinculados a su trabajo periodístico.

A las y los periodistas exterminados los mató el virus de un sistema político cuya perversidad es mayúscula. No sólo se enfrentan a la corrupción y la violencia; son aislados por los colegas prostituidos que se venden para contar una versión falsa de los hechos. Los gobernantes gastan millones para prostituir medios locales. Quienes se niegan a corromperse terminan muertos o encarcelados. Cientos de profesionales sin fama ni fortuna se encargan todos los días de hacer eco a las demandas sociales, reportean las realidades que los poderosos intentan sepultar, que los medios masivos consideran provincianas o poco vendibles.

Los reporteros y editores que trabajan a lo largo del territorio nacional, muchas veces para medios de comunicación modestos, operan a puro “valor mexicano”, sin red de protección. Su trabajo es una expresión de la responsabilidad social del periodismo. Mientras, los diputados federales y la fiscalía especial se niegan a admitir que los poderes locales son enemigos del buen periodismo. La campaña de libertad de expresión de Artículo XIX dice: “Te hace daño no saber”. Cada vez que matan a un reportero una comunidad se enferma de silencio, se le arrebata el derecho a conocer la realidad y a ser escuchada.

Detrás de la Noticia. México estoico

Por Ricardo Rocha



07 mayo 2009


“Fuerte, ecuánime ante la desgracia”: si nos atenemos al diccionario, pocos calificativos le irían tan bien a este país nuestro de cada día. Dos semanas ya en las que el único derroche ha sido precisamente el del estoicismo.

Sólo así han podido soportarse las disposiciones fieras que todo lo cierran, que todo lo limitan. Sin restaurantes para encontrarnos. Sin cines para estimular la imaginación. Sin teatro para recrear la palabra. Sin estadios para soltar las pasiones. Sin lucha libre para mentar madres. Por el contrario, prisioneros del silencio impuesto por el cubrebocas que muchos ya no se quitan ni para dormirse o simplemente acostarse. El amor en los tiempos de la influenza.

Cada hora que pasa estoy más convencido de que en ningún lugar de este mundo —ahora tan global e interconectado— podríamos encontrar otro pueblo como éste: solidario sin condiciones; crédulo de buena fe; disciplinado sin sumisiones; bueno, de la palabra bueno, que diría el gran Machado.

Ninguno de los gobiernos podría quejarse: dijimos que sí a todo, sin cuestionamiento alguno; acatamos sin chistar disposiciones espartanas y, casi sin hacer gestos, algunas francamente arbitrarias. No hubo ni pánico ni explosiones sociales. Por supuesto que tuvimos miedo, pero lo asimilamos y lo vencimos.

Las quejas son más bien en sentido contrario. De los mexicanos hacia quienes nos gobiernan. Porque mal atendieron a muchos desesperados. Porque actuaron tarde. Porque no nos han dicho toda la verdad. Porque todavía no son capaces de darnos explicaciones racionales sobre esta etapa de contención: ¿por qué hay más riesgo de contagio en un restaurante que en una escuela? ¿Cuál es la diferencia en proximidades entre el Metro y un estadio? ¿En cuánto tiempo se comprometen a revertir la epidemia?

Y nos deben mucho más: la revisión de un modelo económico que es una gigantesca fábrica de pobres; la reconfiguración de un sistema de seguridad social y salud absolutamente insuficiente para quienes menos tienen; la puesta en marcha de un gran plan de recuperación nacional que rescate a sectores de servicios y turismo y que sea algo más que recortitos fiscales; para ello, ahí están los fondos del famoso blindaje. Urgen, en síntesis, gobiernos tan siquiera a la altura de sus gobernados. Y campañas políticas con un mínimo de decencia y propuestas surgidas a partir de estas crisis.

Por todo lo anterior, no sé ustedes, pero yo comienzo a percibir los primeros síntomas de hartazgo. Una depresión social casi generalizada de la que nadie nos dice cómo salir. Un desánimo respirable en las calles y en las casas. Un fantasma de mala suerte. Un virus de la desilusión, para el que todavía no hay vacuna. Estoicos estoicos, pero tristes tristes. Cuidado. Urge un remedio. La liga ya no se puede seguir estirando. Mañana será demasiado tarde.

P.D. Yo me refería a los gobiernos. Por supuesto que no tengo nada contra los cubanos y los argentinos. Mucho menos aun contra las cubanas y las argentinas.