■ Desagradables resultados sobre bienestar social
■ Salida de miles de millones de dólares para comprar alimentos
No se le ha ido una sola: con ganas de garantizar verdaderas “cifras históricas”, el gobierno de la “continuidad” trabaja tenazmente, y a estas alturas sí reporta indicadores al alza, aunque no precisamente los prometidos a los electores, ni mucho menos los que el país se merece. Así, ha incrementado los relativos a la violencia, desempleo, tipo de cambio, pobreza, dependencia alimentaria, déficit comercial, salida de capitales, precios y demás “catarritos”.
Por el contrario, a la baja, y marcadamente, han ido los “compromisos de campaña”: crecimiento económico, bienestar social, ahorro de los trabajadores, producción, ingreso, entre otros.
La “continuidad” cierra el año, segundo de estancia en Los Pinos, con desagradables resultados (nótese la sutileza del término), pero se ha comprometido a echarle todas las ganas para que en 2009 sean todavía peores. Allá por los tiempos de campaña electoral, el ahora inquilino de Los Pinos decía que no era amigo de bajar los precios “al chilazo, por decreto”, porque al ciudadano “se lo cobran en tortillas”. Pues bien, sin bajar ningún precio, por el contrario, en los 25 meses de estadía en la residencia oficial a ese mismo ciudadano no sólo se lo han cobrado “en tortillas”, sino con una interminable cadena de aumentos de precios en prácticamente todo, comenzando por los alimentos.
Ayer el Banco de México divulgó una noticia poco amena para esta temporada de “paz, amor y armonía”: el índice nacional de precios al consumidor en la primera quincena de diciembre aumentó 0.45 por ciento, más del doble que en igual lapso de 2007, y la mayor, para el mismo mes, de los últimos ocho años, con lo que la inflación anualizada avanzó a 6.56 por ciento, sin incluir el resultado de la segunda mitad decembrina. Y si la inflación general fue alta, la relativa a los alimentos, bebidas y tabaco (incluye productos agropecuarios, alimentos procesados, bebidas y tabaco) fue peor: 1.06 por ciento, o lo que es lo mismo 2.35 veces por arriba con respecto a la general. La meta inflacionaria original para 2008 se fijó en 3 por ciento, pero en los hechos rondará el 7 por ciento, una proporción no registrada desde 2000.
Lo anterior, en términos muy generales, porque si se va al detalle, especialmente en productos prioritarios, como los alimentos, entonces la situación se pone color de hormiga. De acuerdo con el Inegi, con cifras del Banco de México, de enero a noviembre del presente año el crecimiento del índice nacional de precios al consumidor (léase inflación) en alimentos fue de 46.5 por ciento, una proporción siete veces mayor al índice global.
No es intención amargar la cena de “noche buena”, menos la de Año Nuevo, pero a los ciudadanos se la han cobrado los discursos y las decisiones reales con mucho más que tortillas (Calderón dixit). Así, por ejemplo, el precio de la carne (res, cerdo, ave) registró (enero-noviembre) un aumento de 156 por ciento; pescados y mariscos 210 por ciento, en un país con más de 10 mil kilómetros de costas, pero con la industria pesquera en el suelo; aceites y grasas comestibles 90 por ciento; azúcar, café y refrescos envasados 117 por ciento, y otros alimentos 45 por ciento, mientras los de frutas y hortalizas se fueron a las nubes.
De acuerdo con estimaciones conservadoras, cuando menos la mitad de lo que los mexicanos alcanzan a comer proviene del extranjero. Así, no sorprende, aunque sí alarma, que (en 2008, por ejemplo) del país salgan alrededor de 2.47 millones de dólares por hora (¡687 dólares por segundo!) para la importación de alimentos. Al ritmo que va, en este año del “catarrito” México habrá gastado no menos de 21 mil 350 millones de billetes verdes para “completar” el abasto de alimentos de los que aquí habitan.
Hasta octubre pasado, según las cifras del Inegi, la importación de alimentos reportó el siguiente incremento, con respecto a 2007 (todas las cifras son porcentajes): carnes y despojos comestibles, 17.4; pescados, crustáceos y moluscos, 20.4; leche, lácteos, huevo y miel, 4.2; hortalizas, plantas, raíces y tubérculos, 15.7; frutas y frutos comestibles; 12.9; café, té, yerba mate y especias, 55.1; cereales, 56.1 (concretamente el maíz, 68); semillas y frutos oleaginosos y frutos diversos, 62.6; grasas animales o vegetales, 55.2; preparaciones de carne y animales acuáticos, 12.6; cacao y sus preparaciones, 25.4; preparaciones de cereales o leche, 4.7; preparaciones de hortalizas, frutos y plantas, 4.5; preparaciones alimenticias diversas, 6.9; bebidas y vinagre, 17.4.
El 61.7 por ciento de la importación de alimentos se concentra en cereales (22 por ciento), semillas y frutas oleaginosas (17.1 por ciento), carnes y despojos comestibles (15.1 por ciento) y leche, lácteos, huevo y miel (7.5 por ciento), todos ellos algún día producidos en abundancia en este país.
En 2008 la importación de alimentos reportaría un incremento superior a 26 por ciento, con respecto a lo registrado en 2007. En dos años de “continuidad”, del país han salido más de 38 mil millones de dólares para importar alimentos, en medio del discurso oficial que ensalza “lo bien que se hacen las cosas”, mientras los ciudadanos deben pagar la factura con tortillas, carne, huevo, pan, maíz y demás productos que vienen de afuera, los cuales no ha mucho se producían aquí mismo.
El propio Inegi divulgó ayer que al cierre de noviembre pasado el déficit de la balanza comercial mexicana sumó 13 mil 972.4 millones de dólares (46.5 por ciento más que en igual lapso de 2007), un nivel no reportado desde 1991. Los bienes de consumo importados sumaron 44 mil 500 millones de dólares, de acuerdo con el reporte oficial. De ese monto, poco menos de la mitad corresponde a compra de alimentos en mercados foráneos. Y para redondear el panorama, el barril mexicano de exportación cerró ayer en 28.72 dólares.
Así, aumento de precios, menor producción interna y creciente importación de alimentos, a la par que constante merma del ingreso se convierte en una peligrosa cuan explosiva mezcla, que no se corrige a golpe de discursos.
Las rebanadas del pastel
Por lo anterior, va el voto de México SA para que al inquilino de Los Pinos (el de la “gripa”) y al doctor Agustín Carstens (el del “catarrito”) se les otorgue la Medalla al Mérito Fox, un galardón por ellos ganado a pulso a lo largo de la “continuidad”. Y van por más... De cualquier suerte, felices fiestas, con los mejores deseos. Nos encontramos el viernes.
México SA
Carlos Fernández-Vega
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