La rebelión de los pueblos y el fin del monetarismo de Friedman
Cada quien se rebela y se revela a su manera. No es lo mismo el telúrico 7/11 en Estados Unidos que la insurrección contra los multimedia orwellianos en Hungría o el fascinante despertar democrático que recorre a México, en particular, y a Latinoamérica en general.
De la propia confesión de The Financial Times (29/10/06), rotativo portavoz del neoliberalismo global, el electorado brasileño se pronunció en forma contundente en contra de la "privatización" (que tiene pésima fama en el cono sur), enarbolada por Geraldo Alkcmin (el Calderón carioca), candidato perdedor frente a Lula.
Días después al telúrico 7/11, el papa Benedico XVI, quien sabe muy bien de qué lado ondean las banderas geopolíticas, fustigó la globalización en términos muy severos.
Hay que reconocer que el geoestratega Zbigniew Kazimierz Brzezinski, ex asesor de seguridad nacional de Carter y arquitecto de la globalización en la década de los setenta, había previsto hace un año el despertar generalizado de los pueblos como fenómeno compensatorio global al declive unipolar de EU (American Interest, otoño de 2005).
En Latinoamérica en su conjunto, el monetarismo goza de pésima reputación debido a su identificación con el golpismo pinochetista y las políticas depredadoras de la Universidad de Chicago (desde donde operaron Milton Friedman y Leo Strauss, es decir, la doble ideología de la misantropía global) que han perjudicado a la región para el beneficio último de las trasnacionales anglosajonas.
Pasemos por alto que el mismo israelí-estadunidense Milton Friedman, fallecido a los 94 años, había renegado hace tres años del monetarismo en una entrevista indeleble a The Financial Times (7/6/03): "El empleo de la cantidad de dinero como objetivo no ha sido exitosa. No estoy seguro de que hoy abogaría tan fuerte (sic) como lo hice en el pasado".
No es lo mismo que los biófilos críticos de la globalización produzcamos las exequias del necrófilo monetarismo, a que lo ejecute el biógrafo de la dinastía de los Rothschild, el polémico historiador británico Niall Ferguson, ya no se diga en el periódico londinense portavoz de los neoconservadores straussianos y los fundamentalistas hebreos del Partido Likud: "Murieron Friedman y el monetarismo, ¿y la inflación?" (The Daily Telegraph, 19/11/06).
Niall Ferguson y Milton Friedman, junto con Maggie Thatcher, compartieron la membresía del Hoover Institution de Stanford, uno de los más bélicos y fundamentalistas centros de pensamiento de EU controlado por George Pratt Schultz, líder del grupo de los Vulcanos (Cheney, Wolfowitz y Condi Rice) y padre putativo de la doctrina Bush y su guerra preventiva. Aún no se realiza la macabra biografía de Schultz como uno de los peores misántropos de la historia.
Para el lúcido columnista estadunidense del International Herald Tribune, William Pfaff, el "nuevo estadio histórico de la democracia de los pueblos ha llegado". En su artículo "La rebelión de los pueblos" (Tribune Media Services International, 16/11/06), Pfaff enuncia que la elección del 7/11 fue notoria por el voto "populista" y su "elemento de protesta económica": a los "votantes de EU (y Europa) queda claro que no se realizó la promesa sobre la globalización hecha por los economistas académicos como por los líderes empresariales y políticos" (nótese el orden). ¿Cómo estará entonces México, donde los mendaces multimedia orwellianos inventan lo contrario?
Los trabajadores de cuello azul han sido los grandes derrotados de la globalización: "La clase trabajadora común de los países ricos, a la que se le prometió beneficiarse de la globalización, se ha vuelto objetivamente más pobre, mientras sus países se han vuelto más ricos, así como sus trasnacionales y sus ejecutivos".
Surgió un fenómeno de "daño colateral" jamás visto en la historia del "conocimiento": los empleados de cuello blanco y de "amplias habilidades" también empiezan a ser desplazados en sus propios países, inventores de la tecnología por las fuerzas foráneas más baratas. No lo dice, pero se demuestra la característica eminentemente parasitaria de la desregulada globalización financiera en manos de la plutocracia neomedieval.
William Pfaff despedaza las promesas incumplidas de los falsos profetas de la globalización: "los trabajadores en Norteamérica (nota: ¿incluirá a México?) y Europa occidental pagaron el precio de las ganancias realizadas por las trasnacionales mediante la deslocalización (outsourcing) de la producción".
Critica en forma sutil al Nobel de Economía Joseph Stiglitz y sus explicaciones peregrinas, y quien ahora con mucho atraso reclama "estructuras institucionales" para la "coordinación de la globalización económica (sic) con la política y la de las mentes (sic)", con el fin de que funcione en forma "democrática" (¡súper sic!). ¡El delirio total!
A nuestro juicio, Stiglitz, anterior vicepresidente del sádico Banco Mundial y principal asesor económico de Clinton (quien operó la "globalización suave"), representa el medicamento tranquilizador del imperio estadunidense para atemperar la tortura de la globalización económica y financiera (que nunca aborda, porque dejaría desnudo al emperador con sus "cuentas invisibles" en los paraísos fiscales) y que sirve para aletargar el pensamiento crítico de los afectados, los masoquistas y los tontos (que no faltan). Ahora sí que a cada quien sus preferencias "Nobel": en "Economía" (v.g. Stiglitz o Friedman) o de la "Paz" (Shimon Peres o Kissinger).
Pfaff pasa por la aspiradora el "mundo plano" de otro Friedman de menor tamaño, al fanático reduccionista israelí-estadunidense del New York Times con ínfulas de pensador (Thomas): "la nueva (sic) y muy reciente ortodoxia empresarial angloestadunidense que dicta la prosecución de la ganancia sin miramiento a la obligación o costo social" que, a su decir, no es ignorado por Alemania ni por Japón, específicamente en la exitosa trasnacional Toyota.
Después de poner en tela de juicio las teorías económicas "recientes, arbitrarias, abiertas al desafío y tan transitorias como las de sus predecesores", William Pfaff asesta un fulminante epitafio a Milton (el otro Friedman), quien acaba de fallecer: "El monetarismo no (sic) morirá con él, pero será un pie de página de la historia económica. Keynes y el keynesianismo vuelven a llamar de nuevo la atención". Concluye que estos últimos "tendrán mayor influencia duradera" debido al "humanismo fundamental de John Maynard Keynes", entre otras virtudes de las que carecen, a nuestro juicio, los aburridos monetaristas de pensamiento linealmente hidráulico: su genio literario y su maravilloso sentido del humor.
Asiste la razón a William Pfaff respecto de la "arbitrariedad" de las teorías económicas de moda que han subyugado a los humanos, de otra forma no existiría más que una e inmutable teoría económica que se ajustaría a la nueva tecnología contextual.
Bajo la Lupa sigue siendo cíclicamente paleo-bíblica: los "siete años de vacas gordas" seguidos de "siete años de vacas flacas", mientras predomine el pensamiento unilateral economicista y no el trascendental humanismo biosférico.