¿Qué hacer con Calderón?
23/04/2010 - 09:00
Por: Francisco Rodríguez
USTED LO SABE: Un estadista es un hombre que más allá de solo dirigir un Estado, planea para formarlo o mejorarlo. Un estadista define o redefine, con leyes, la estructura de un Estado no solo políticamente sino económica y financieramente: mejora las condiciones sociales al ir tras el empleo pleno, los salarios verdaderamente remuneradores, la salud, la educación, la vivienda.
Sabe usted también que se habla de un estadista en la historia cuando bajo su gobierno el Estado se reestructuró y llegó a ser estable. Cuando el gobernante enfrentó dificultades y, al lado de sus gobernados, consiguió superarlas.
Un estadista sobresale por su don de mando con el que guía, fija rumbo y brinda dirección. Un estadista conduce con autoridad al amparo de su jerarquía. Un estadista se hace merecedor de la confianza de la población por su manejo al frente del timón.
Nada de eso hay ahora en México.
Por el contrario. Cada discurso, una tras otra acción del señor Felipe Calderón, sólo denotan titubeos e inyectan incertidumbre social.
Quienes en el 2006 y los meses inmediatamente posteriores le apoyaron son hoy los primeros en mostrar no nada más su desencanto, incluso su zozobra ante el muy largo lapso que aún resta –32 meses-- a Calderón cual ocupante de Los Pinos. Cualquier cosa puede pasar –y no necesariamente buena-- en esos casi mil días.
Y aunque ya son muchos millares, relativamente aún son muy pero muy pocos los mexicanos que han conseguido literalmente escapar o huir del país, ahora que la inseguridad, la ausencia de oportunidades, el enseñoreo de la corrupción gubernamental, los incontenibles abusos de la banca extranjera y las empresas privadas, pero, sobre todo, de la mediocridad, la ineficiencia y las acciones fallidas de la Administración que son el pan nuestro de cada día.
Esta dramática situación se agrava todavía más por la tibieza con la que las oposiciones hacen frente a Calderón. No sólo le han dejado sueltas las manos, cuando por malas artes y con apenas un 0.6% de los votos emitidos –el famoso "haiga sido como haiga sido"-- se convirtió en ocupante de Los Pinos, incluso le siguen el juego, los priístas; o se alían electoralmente con él, los caricaturizados perredistas.
La sociedad, así, se halla en práctico estado de indefensión.
¿Qué hacer con Calderón?
¿Qué hacer con un tipo que habla y actúa con ligereza cuando sus palabras y sus hechos deberían ser de lo más sólidas?
Calderón ha sido pillado ya como mentiroso en no pocas ocasiones. El diario más influyente del mundo, el The New York Times, lo evidenció hace poco más de un mes como un personaje que no cumple sus promesas, cosa que los mexicanos ya sabíamos de hace tiempo.
Peor aún que sus mentiras son sus asertos sobre asuntos de los que carece de información.
Nada más en lo que va de este 2010, Calderón no sólo calificó con liviandad a los jóvenes asesinados en Ciudad Juárez llamándolos "pandilleros", también ha minimizado las muertes de civiles: ancianos, mujeres, niños, en su desastrosa –o ingenua, dice el cantante-- "guerra" en contra de la delincuencia, y apenas "mató" discursivamente a un funcionario aduanal, cuyo paradero aún se desconoce.
Lo peor es que el michoacano no resiste la crítica e, inmediatamente, se nos "achimoltrufia": sin mediar explicación alguna, ignorando sus muy ligeras afirmaciones, acto seguido las desvirtúa. Y "como dice una cosa, dice la otra…"
Demasiados titubeos sólo acarrean más y más incertidumbre. El timón gira de un lado para otro, sin control. El rumbo está perdido. Ni siquiera se ha fijado un destino.
El país está en la zozobra, mientras muchos nos preguntamos ¿qué hay que hacer con Calderón?
Faltan todavía 32 meses…
Índice Flamígero: La cadena de la vida: "El rico vive del pobre. El policía dice que cuida a los dos. El ciudadano común se cuida de los tres. El trabajador mantiene a los cuatro. El vago vive de los cinco. El comerciante comercia con los seis. El abogado enreda a los siete. El cantinero emborracha a los ocho. El cura absuelve a los nueve. El doctor cura a los diez. El sepulturero entierra a los once. El partido en turno gobierna a los doce. El presidente engaña a los trece y, a su vez: Al rico lo hace más rico. Al pobre lo hace más pobre. Al más pobre lo hace pendejo con sus programas de bienestar social. A los pendejos los hace secretarios del Despacho, diputados, senadores y gobernadores; y así dejan de ser pobres. El consuelo es que en México sólo cinco "personas" tienen problemas: ¡¡¡Yo, tú, él, nosotros, y vosotros!!! Porque "ellos" la pasan fantástico.
http://www.machetearte.com/
A lo seguro-Fisgón
¿Y el Censo?
22/04/2010 - 11:31
Por: Francisco Rodríguez
DENTRO DE UNOS días, justo en mayo, inicia en todo el país el levantamiento del censo nacional de población y vivienda correspondiente a la primera década del Siglo XXI. Limitado y para no variar fallido, este registro gubernamental –aunque encargado a un organismo aparentemente "autónomo", cual lo es el INEGI-- estará enmarcado por la desconfianza ciudadana surgida de la confirmación de que sus datos personales, igual los del IFE que los del SAT o los de empresas telefónicas y tiendas departamentales, se venden al mejor postor.
¿Con qué seguridad va usted a proporcionar ahora al INEGI la información que le sea requerida, si muy posiblemente ésta va a terminar en manos no sólo de policías, mercadólogos políticos, incluso delincuentes?
Censo "trunco", dice de este ejercicio el especialista Ciro Murayama, quien resalta que este que se iniciará en un par de semanas, por ejemplo, "no contempla incluir preguntas que permitan conocer el nivel de ingresos de los hogares y, con ello, se priva de la oportunidad de saber, a través de un ejercicio censal, la situación real de la desigualdad social que las encuestas no captan --pues simplemente no llegan a los estratos de más altos ingresos".
¡Qué bueno!, podría exclamar usted. Así ni los policías ni los delincuentes sabrán con cuánto es que pueden extorsionarlo, ¿no cree usted?
De acuerdo a Murayama, el cuestionario básico del censo también "excluye preguntas sobre condición de actividad económica, es decir, las que permiten determinar si una persona trabaja o no, además de las referidas a la rama de actividad y posición en el empleo, con las cuales se configura la información sobre la estructura ocupacional del país y se tienen elementos para estimar la dimensión de la precariedad laboral.
"La exclusión de preguntas sobre ingreso y condición de actividad es grave porque a partir de esos datos se puede hacer la estratificación indispensable para el diseño de las más diversas encuestas, así que también se está causando un daño a la calidad de las inferencias estadísticas, públicas y privadas, por venir."
Eso sí, la derecha política gobernante, no omite preguntar sobre la religión de los mexicanos.
¿Con qué seguridad va usted a abrir la puerta de su hogar a quienes levanten el censo?
¿Con qué seguridad, sobre todo ahora que el crimen del siglo es, precisamente, el robo de identidad?
Datos de Estados Unidos revelan que cada cuatro segundos una identidad es robada y que alrededor de 10 millones de ciudadanos de ese país ya han resultado afectados.
Se calcula que el costo promedio de recuperar una identidad robada es de 8 mil dólares.
Los perjudicados tardan unas 600 horas en librarse de esta pesadilla y varios años en recobrar su buen nombre e historial crediticio.
Este ilícito es mucho más pernicioso que el fraude tradicional con medios de pago, que ocurre cuando alguien usa ilegalmente la chequera, la tarjeta de débito o la de crédito de otra persona.
El robo de identidad permite al delincuente abrir cuentas de banco, obtener tarjetas de crédito y teléfonos celulares, arrendar autos e inclusive departamentos a nombre de la víctima sin que ésta se entere.
En promedio, pasa un año antes de que el afectado descubra el robo. Por ello, pocos ladrones de identidades son detenidos.
Súmele a ello, también, las extorsiones telefónicas sobre supuestos secuestros, el cobro de cuotas de "seguridad" a comerciantes e industriales, y un largo etcétera de calamidades a las que los ciudadanos estamos expuestos.
No es el mejor momento para levantar el censo de población y vivienda.
Bien podría diferirse su levantamiento para el año próximo, luego de que exijamos a la Administración Federal el resguardo de todos los padrones que con nuestros datos, tiene en su poder.
¿O lo dejamos así, limitado, fallido, para nuestra seguridad?
Índice Flamígero: Comienzan a caer todos los teatros del histrión Genaro García Luna. El caso Florence Cassez, la "sustituta" inventada de "La Lore", la falta de información sobre la presencia de los agentes de la SS en Ciudad Juárez, sus comentarios ácidos sobre Julio Schrer y su hijo del mismo nombre en reunión au petit comité, sus enormes fracasos en el combate a la delincuencia… más los que se acumulen de aquí al fin de semana.
http://www.lydiacacho.net/
Los hijos del sexenio-Fisgón
Locura en la administración
21/04/2010 - 00:04
Por: Francisco Rodríguez
SÓLO LA PARRANDA los convoca. Mariachis, tequila, un trovador… Estamos frente y bajo una Administración que no sólo es fallida, sino a la que ya ha invadido la locura, la estupidez, la estulticia.
Una Administración a la que el cantautor le entona cómo es que llegó borracho el borracho y, además, insiste en llamar –"por decir lo menos"—ingenua.
Estamos ante y bajo una Administración que sigue una política de acción consistente o testaruda, a pesar de que esa política esté en contra de su propio interés: ya se le revirtió la "guerra" contra el narco… ya sufre sus errores económicos y financieros… ya ha sido –y volverá a serlo-- electoralmente derrotada…
Estamos ante y bajo una Administración de locos, a los que alguna sustancia tóxica les ha reblandecido el cerebro.
La locura, la falta de sentido y la perversión son parte de la naturaleza humana, cierto. Pero estas cualidades aparecen sublimadas en la Administración del señor Felipe Calderón.
¿Todo a causa de la parranda?
Porque sorprende cómo es que el ocupante de Los Pinos puede seguir de manera consistente conductas que le son dañinas. Sobre todo, porque las acciones de su cada vez más fallida gestión afectan la vida de muchas personas. La chifladura individual afecta sólo a una persona, pero la chifladura del aparato burocrático afecta a un número demasiado grande.
La estupidez gubernamental incluye la noción de la terquedad como una razón del engaño auto inducido. Los gobernantes, por testarudos, creen en situaciones irreales. Esa testarudez consiste en evaluar una cierta situación real en términos de una noción preconcebida y fija, que ignora y rechaza realidades y signos contrarios. Es actuar de acuerdo con los deseos y no con las realidades. No sorprende que quien ignora la realidad tome decisiones equivocadas. Las cabezas duras rehúsan el beneficio de la experiencia.
Pero la estupidez de este simulacro de Administración que padecemos no necesariamente tiene consecuencias negativas para todos. Por ejemplo, atacar al narcotráfico sólo en el frente de la violencia, no es mal visto por bancos, instituciones financieras, cresos empresarios que así pueden seguir "blanqueando" cuantiosos recursos sin temor a represalias. Tampoco los muchos corruptos incrustados en el aparato burocrático deben quejarse de las fracasadas e imperfectas campañas a favor de la honestidad.
La conclusión es dramática. La estupidez es hija del poder mal obtenido. El poder no solamente corrompe, también atonta. Sí, el poder corrompe. Pero no nos damos tanta cuenta de que el poder también produce tonterías, que el poder produce a menudo fallas de pensamiento y que la responsabilidad de ejercer el poder a menudo desaparece conforme la realidad crece. Las necedades del aparato burocrático proceden de la misma naturaleza del poder.
La responsabilidad general de cualquier gobierno democrático es ejercer el poder para gobernar razonablemente en interés del nación y de los habitantes. Un deber en ese proceso es estar bien informado, mantener el juicio abierto, resistir la testarudez. Y también, cambiar una política si ella no sirve, reconociendo que se ha cometido un error. Paradójicamente, el ejercicio mismo del poder lo impide.
Hay, pues, una asociación entre ejercicio de poder mal conseguido y pérdida del sentido: el poder atonta. Y atonta porque el gobernante está en una situación que por naturaleza se presta a la testarudez y a la terquedad.
Felipe Calderón se engaña a sí mismo con más facilidad que otros y es, en esa pérdida del sentido de la realidad, que es capaz de intentar acciones que están en contra de su propio interés. Calderón se engaña a sí mismo con más facilidad que otros. En esa pérdida del sentido de la realidad, el gobernante es capaz de intentar acciones que están en contra de su propio interés: como invitar a comer y hasta homenajear a quien le llama ingenuo, por decir lo menos.
Urge incorporar mecanismos de control del gobernante. Mecanismos para evitar en lo posible la pérdida del sentido de la realidad y mecanismos para impedir que el gobernante chiflado dañe a la sociedad.
Índice Flamígero: "Una tarde en Cartagena / a la hora de sestear / me invitaron a gozar / entre el almuerzo y la cena. / El corazón se desmanda / en la casa de Samper / cuando Pilar, su mujer, / te da güisqui con parranda… / Me arranqué por vallenatos / con permiso de mi socio / que es verraco en el negocio / de hallarle tres pies al gato. / En estas riñas de gallos / no protesta ni el vecino / yo aprendo, bebo y me callo / porque no soy gallo fino.": Parranda cartagenera, de Joaquín Sabina.
http://contra-la-derecha.blogspot.com/
El trabajo de un sexenio-Helguera
En plena crisis-Fisgón
Y les dieron las 10...-Hernández