Con el pretexto de “garantizar” la seguridad alimentaria, el gobierno federal abre las puertas a la siembra de maíz transgénico. Estudios y expertos en la materia rechazan que ésta sea la vía para que los más pobres del país tengan acceso a la alimentación.
Aunque Enrique Sánchez Cruz, titular del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica), admite que la siembra de organismos genéticamente modificados (OGM) “no es la solución, no es la panacea del mundo”, afirma –en entrevista con Contralínea– que “es una herramienta que México tiene que experimentar”.
Sánchez Cruz es el encargado de vigilar la inocuidad de los alimentos que se consumen en el país. Él mismo ha estado al frente de la autorización de siembra experimental de maíz transgénico, que actualmente se lleva a cabo en Nayarit, Sinaloa, Tamaulipas, Coahuila, Durango y Sonora.
También es el encargado de autorizar a las trasnacionales Monsanto, Dow AgroSciences, PHI México y Syngenta Agro la dispersión de OGM en más de 2 mil hectáreas de suelo mexicano.
En el marco de lograr la seguridad alimentaria, el presidente Felipe Calderón Hinojosa y el titular de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), Francisco Javier Mayorga Castañeda, alertaron que, para 2012, la producción de alimentos se reducirá al 50 por ciento, por lo que activaron el programa Modernización Sustentable de la Agricultura Tradicional.
Según la nota del reportero Jorge Ramos Pérez, del diario El Universal, “la intención es generar más maíz y más trigo en la misma superficie, a través de mejorar genéticamente sus semillas y que sean más resistentes a plagas y sequías”.
La FAO alerta
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por su siglas en inglés), existen ciertos peligros en la aplicación de biotecnología para la producción de alimentos. La Declaración de la FAO sobre biotecnología, publicada en marzo de 2000, indica que “tales riesgos pueden clasificarse en dos categorías fundamentales: los efectos en la salud humana y de los animales y de las consecuencias ambientales”.
El organismo mundial reconoce que “hay que actuar con precaución para reducir los riesgos de transferir toxinas de una forma de vida a otra, de crear nuevas toxinas o de transferir compuestos alergénicos de una especie a otra, lo que podría dar lugar a reacciones alérgicas imprevistas”.
No obstante, la FAO impulsa el uso de estas tecnologías bajo la justificación de que la biotecnología ofrece “instrumentos poderosos” para el desarrollo sostenible de la agricultura, la pesca y la actividad forestal, así como de las industrias alimentarias.
“Cuando se integra debidamente con otras tecnologías para la producción de alimentos, productos agrícolas y servicios, la biotecnología puede contribuir en gran medida a satisfacer, en el nuevo milenio, las necesidades de una población en crecimiento y cada vez más urbanizada”, indica la Declaración de la FAO sobre biotecnología.
Enrique Sánchez Cruz –titular en jefe del Senasica, que depende de la Sagarpa– dice que los experimentos que se llevan a cabo en México tienen modificaciones genéticas de maíz que son “aptas” para consumo. “Científicamente, no está probado que cause algún problema”, argumenta.
Agrega que en México, como centro de origen del maíz, no se sembrará este grano transgénico en las regiones del centro y Sur del país. “Tenemos un monitoreo de OGM operando en Tecamac, Estado de México [Centro Internacional para el Mejoramiento del Maíz y Trigo]. No estamos trabajando a ciegas”, dice.
Adelita San Vicente Tello, ingeniera agrónoma por la Universidad Autónoma Metropolitana y representante de la asociación civil Semillas de Vida, expresa que actualmente diversas organizaciones campesinas y ecologistas están exigiendo “que se pare toda la siembra, que se evite que se pase a la siguiente fase [piloto] y se revierta la posible contaminación antes de que suceda un desastre económico de contaminación en todo el país” (Contralínea 224).
El mito de los OGM
Sánchez Cruz arguye que la tecnología de los transgénicos es una “técnica muy antigua”. Justifica que, “en otros países, se usa [desde] hace muchos años en la medicina humana y vacunas. El de las personas que viven con diabetes es transgénico”.
El funcionario de la Sagarpa ejemplifica como éxito de la siembra de OGM el cultivo de algodón y la soya, pues “se dejó de hacer por la presencia de plagas”. Ahora, dice, “con el uso de transgénicos en el algodón, hoy por hoy, hay más de 100 mil hectáreas sembradas de forma experimental y ya se comercializa el transgénico. El uso de la tecnología te da dos ventajas: solamente atacas al insecto blanco, no matas a todos los demás y, por otro lado, no afectas al medio ambiente”.
Miguel Altieri, investigador de la Universidad de California, Berkeley, asegura que “las compañías de biotecnología con frecuencia proclaman que los organismos genéticamente modificados, en especial las semillas, son un descubrimiento científico importante y necesario para alimentar al mundo y reducir la pobreza en los países en desarrollo”.
En su ensayo “Biotecnología agrícola en el mundo en desarrollo. Mitos, riesgos y alternativas” ?publicado en la revista Ciencias, de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México?, critica que los organismos internacionales apoyan esta premisa bajo el argumento de incrementar la seguridad alimentaria en el mundo en desarrollo.
Sin embargo, para el investigador estadunidense, uno de los factores que ha ocasionado la crisis en los alimentos es la globalización, pues “también es un factor de hambre, especialmente cuando los países en desarrollo adoptan políticas de libre comercio (bajando los aranceles y permitiendo el flujo de bienes procedentes de los países industrializados) amparados por instituciones internacionales de crédito”.
Y alerta que “la mayoría de las innovaciones tecnológicas disponibles hoy en día no toman en cuenta a los campesinos pobres, pues estos agricultores no están en capacidad de costear las semillas protegidas por patentes pertenecientes a las corporaciones de biotecnología”.
Para Sánchez Cruz, la solución a este problema se centra en que se tiene que entrenar a los productores: “Capacitarlos con toda la información que exista para que la decisión no sea de quien venga [las trasnacionales], promueva algo y el productor lo compra porque está bien promovido, no porque sea útil. Tiene que haber suficiente difusión”.
El rechazo
Ante el rechazo manifestado por organizaciones campesinas y ambientalistas, relacionado con la siembra experimental de maíz transgénico que lleva a cabo Monsanto, el servidor público se limita a decir que hay “muchas situaciones” en las que se habla de esta empresa, pero los permisos son de “quien los solicite y nos obligue a atender en el marco de la ley”.
Añade que “se está buscando que todo lo que experimente Monsanto esté autorizado para consumo… No hay ninguna modificación genética que quiera experimentar en nuestro querido México, ni esta empresa ni otras, si no está autorizada por nuestra estructura de salubridad representada por la Cofepris” (Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios).
El interés de esto, dice, es sólo una “herramienta” que con la investigación científica arrojará qué tanto se recomienda su uso y en qué lugares o condiciones será utilizada.
“Habrá que analizar con mucho cuidado el momento en que se llegue a la fase comercial; los resultados van a depender de la región. Los promoventes quisieran que fuera mañana, pero va a ser conforme la ley lo mandata.”
En una carta dirigida a Sánchez Cruz y firmada por los representantes de la campaña Sin Maíz no Hay País ?por más de 300 organizaciones y de personas que demandaban al gobierno una política de atención al campo mexicano?, se menciona: “En el momento que vive nuestro país es urgente que el gobierno mexicano asuma una postura responsable frente a un asunto de seguridad nacional que implica a nuestro alimento básico, el maíz, y con él, la sobrevivencia de millones de campesinos y de los pueblos indígenas que desde hace miles de años han creado, reproducido y salvaguardado este patrimonio que nuestro país brindó al mundo.
“Los únicos beneficiados con la introducción de maíz transgénico a México serán las empresas trasnacionales que buscan lucrar con la riqueza genética de la nación. Se repetiría la infame historia del intercambio de oro por cuentas de vidrio.”
Monsanto, “una empresa grandota”
Monsanto, que tiene concedidas 33 hectáreas para la siembra experimental, carece de una evaluación empresarial por parte del gobierno federal. El titular del Senasica se remite a describirla como “una empresa grandota, trasnacional, internacional”.
“Hasta ahora, no hemos tenido queja de que lo que vende [semillas y plaguicidas] no sea bueno. Automáticamente se sabría.
“Lo que necesitamos garantizar es que la alimentación de la gente en el mundo sea sana e inocua. Hasta ahorita, el uso de este tipo de alimentos no se ha demostrado científicamente que haga daño y en medicinas, tampoco; al contrario, han salvado vidas. Hoy, la presión de la población te indica que se debe garantizar el abasto de alimentos en el mundo. Donde hay que trabajar mucho es en el consumidor, que debe estar enterado de lo que come”, concluye.
Los Estatus de solicitudes de permiso de liberación al ambiente de maíz genéticamente modificado, correspondientes a 2009 y 2010, indican que las semillas genéticamente modificadas de Monsanto se dispersan en 33 hectáreas ubicadas en Nayarit, Sinaloa, Tamaulipas, Coahuila, Durango y Sonora.
Los documentos oficiales del Senasica indican que, hasta el cierre del año pasado, Monsanto, Dow AgroSciences, PHI México y Syngenta Agro solicitaron al gobierno mexicano sembrar sus granos en 2 mil 171.6 hectáreas.
Marco legal de los transgénicos
El artículo 12 de la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados (OGM) indica que corresponde a la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación el ejercicio de sus facultades en los siguientes casos:
I. Vegetales que se consideren especies agrícolas, incluyendo semillas, y cualquier otro organismo o producto considerado dentro del ámbito de aplicación de la Ley Federal de Sanidad Vegetal, con excepción de las especies silvestres y forestales reguladas por la Ley General de Vida Silvestre y la Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable, respectivamente, y aquéllas que se encuentren bajo algún régimen de protección por normas oficiales mexicanas derivadas de esas leyes.
II. Animales que se consideren especies ganaderas y cualquier otro considerado dentro del ámbito de aplicación de la Ley Federal de Sanidad Animal, con excepción de las especies silvestres reguladas por la Ley General de Vida Silvestre y aquéllas que se encuentren bajo algún régimen de protección por normas oficiales mexicanas derivadas de esas leyes.
III. Insumos fitozoosanitarios y de nutrición animal y vegetal.
IV. Especies pesqueras y acuícolas, con excepción de aquéllas que se encuentren bajo algún régimen de protección por normas oficiales mexicanas
V. OGM que se utilicen en la inmunización para proteger y evitar la diseminación de las enfermedades de los animales.
VI. OGM que sean hongos, bacterias, protozoarios, virus, viroides, espiroplasmas, fitoplasmas, y otros microorganismos, que tengan fines productivos agrícolas, pecuarios, acuícolas o fitozoosanitarios.