Italia: Berlusconi sobre el cavader de la izquierda
Silvio Berlusconi
jorge gutiérrez
Roma (apro).- A nadie sorprendió la victoria electoral de Silvio Berlusconi en las elecciones italianas celebradas el 13 y 14 de abril: desde el inicio de las campañas proselitistas y en vísperas de las votaciones, todas las encuestas anunciaban no sólo el triunfo de su partido --el Partido de la Libertad (PDL)--, sino de su elección, por tercera ocasión, como jefe de gobierno de este país. Detrás del generalizado vaticinio a favor del PDL estaba no sólo el carisma y las promesas electorales de Berlusconi, sino los graves errores cometidos por el saliente gobierno de centro izquierda como, por ejemplo, aumentar la presión fiscal y no haber resuelto el grave problema de la basura en Nápoles. Además, poco entusiasmó la campaña realizada por Walter Veltroni, líder de Partido Demócrata (PD), el único real adversario de Berlusconi, el exitoso empresario propietario de, entre otras compañías, los tres principales canales privados de la televisión de Italia. Berlusconi utilizó de manera efectiva un discurso anticomunista y supo interpretar las “necesidades” de la población. Por ejemplo, dos días antes de concluir su campaña, prometió cancelar el pago de la tenencia de automóviles. Al mismo tiempo, proyectó la imagen que él mismo representa: el hombre de éxito que surgió de la nada. “La razón fundamental de la victoria de Berlusconi es que es un político muy hábil y un actor muy bueno, que además controla los medios de comunicación con el sorprendente consenso de la izquierda. Con esta ventaja incluso yo hubiera podido ganar las elecciones”, afirmó el politólogo Giovanni Sartori al analizar la victoria de PDL.El triunfo del Il Cavaliere --como también se le llama-- no sólo fue inobjetable --como el que obtuvo hace 14 años, cuando se lanzó por primera vez a la arena política--, sino que reparó sus no siempre transparentes actividades. El líder del PDL puede ser “un viejo, no tener la energía de antes y hasta ser unfit (inadecuado), como lo definió la prensa inglesa, pero la mayoría de italianos ha decidido volver a entregarle las llaves del gobierno, saneando así, por tercera vez, con la legitimación que da el voto, sus incongruencias, sus conflictos de interés y sus no pocas travesías judiciales”, escribe el politólogo italiano Massimo Giannini. Tres son las verdaderas novedades del recién concluido proceso electoral italiano: La primera: la magnitud de la victoria del PDL --casi 10 puntos arriba del PD en cada una de las Cámaras. La segunda: el reforzamiento electoral del partido racista, xenófobo y separatista de la Liga Norte, aliado del PDL, que se ha convertido en la tercera fuerza política del país y la segunda del PDL, con mas del 8 por ciento de los votos en ambas cámaras. Y la tercera: el auténtico desastre electoral de la llamada izquierda radical.Al no conseguir el mínimo de votos exigido para acceder al Senado (8%) y a la Cámara baja (4%), ninguno de los partidos que integraban la coalición de esta tendencia --Izquierda Arco iris, Refundación comunista, Comunistas italianos, Izquierda crítica, Socialistas y Verdes-- estará representado en el nuevo parlamento italiano.Abandonados materialmente por su propio electorado, los socialistas y los comunistas no tendrán, por primera vez en la historia de la República, ni voz ni voto en ninguna de las dos cámaras legislativas, las cuales estarán ampliamente controladas por Berlusconi y sus huestes. Al adjudicarse el 47.4 por ciento de las preferencias electorales, el Partido de la Libertad, con sus aliados Liga Norte y el Movimiento por la Autonomía (MPA), controlará 174 escaños en el Senado contra los 132 del PD, que con su único aliado (el partido Italia de los Valores) consiguió el 38 por ciento de los votos. En la Cámara baja la distancia entre los dos partidos es aún mayor. El partido de Berlusconi ganó 344 escaños (producto del 46.8 por ciento de los votos) contra los 246 del PD (37.6 por ciento de votos). Nadie, sin embargo, logró siquiera vislumbrar un resultado tan aplastante y menos aún vaticinar los efectos que tendrían estas elecciones en la otrora compleja geografía política italiana.
El tsunami electoralEl resultado de estas elecciones ha sido un auténtico Tsunami: provocó la desaparición en el Parlamento de casi todos los partidos pequeños y otros no tan pequeños, los cuales condicionaban el quehacer político de los gobiernos del país. En esta legislatura, por ejemplo, la Cámara baja tendrá sólo cinco grupos parlamentarios, a diferencia de 26 de la pasada legislatura. En el Senado sólo habrá cuatro grupos parlamentarios, en lugar de los 11 que había anteriormente. La Unión Católica de Centro (UDC) es el único partido que no hizo alianzas y que contará con representantes en ambas Cámaras.De igual manera surgieron dos tendencias claramente definidas, que podrían derivar en un bipartidismo característico de las sociedades más avanzadas: el PDL y el PD (con sus respectivos aliados) controlan el 85.4 por ciento de los votos en el Senado y el 84.4 por ciento en la Cámara de Diputados.No todos, sin embargo, están de acuerdo con esta segunda hipótesis. A juicio del politólogo Giovanni Sartori, el país no ha optado por el bipartidismo, “sino por el bipolarismo”. Explicó que “en la coalición de Veltroni están radicales y católicos, de muy distintas tendencias, y en la de Berlusconi la Liga Norte que, advierte, condicionará muchísimo las acciones del líder de esta coalición”.Por lo pronto, en los próximos cinco años --tiempo que dura la legislatura-- el PDL y PD, con o sin conflictos internos, serán los grandes y verdaderos protagonistas de esta naciente etapa que presagia una estabilidad del todo extraña a la cultura política italiana.Estas elecciones, afirmó Luca Cordero de Montezemolo, expresidente de los industriales italianos y uno de los hombres más influyentes en este país, “anuncian una positiva estabilidad política, y gracias a ella podrán afrontarse, con determinación y consenso, las reformas necesarias e ineludibles para Italia”. Además, Montezemolo juzga positivo el hecho de que Italia haya reducido el número de partidos presentes en el Parlamento, “así nos acercamos a los países europeos”, y que del mismo hayan salido “aquellas fuerzas que en estos años han fomentado una cultura anti-empresa, anti-industria, anti-mercado y anti-desarrollo”.
Aliado incómodoDe los pocos sobrevivientes de este tsunami, la Liga Norte, con sus 25 senadores y 60 diputados, es el único partido capaz de condicionar la política del nuevo gobierno, el cual no podrá tomar ninguna decisión sin acordarla con los dirigentes de éste partido, que en estas elecciones duplicó su porcentaje de votos: en ambas Cámaras se adjudicó más del 8 por ciento de las preferencias. De hecho, Berlusconi tiene problemas para formar su gabinete porque el líder de la Liga, Umberto Bossi, pretende más ministerios que los originalmente convenidos. La Liga del Norte nació a inicios de los años 80 como un movimiento federalista, racista y profundamente crítico del centralismo político y económico italiano. “Roma ladrona”, sigue siendo su gran consigna. Su zona de influencia es el rico, industrializado y productivo Norte de Italia: en la Región del Véneto controla el 26 por ciento de los votos; en Lombardía, el 21 por ciento; en Piamonte, el 13 por ciento, y en Emilia Romaña --región comunista por excelencia--, casi el 8 por ciento.Federalismo fiscal y mayor seguridad pública son los dos grandes pilares de su victoria. Respecto del primer punto, el Norte está haciendo caso omiso del sur pobre. Y anuncia que administrará autónomamente su riqueza. Sobre el segundo, promete que decretará la inmediata expulsión de los inmigrantes ilegales presentes en su territorio de influencia. La Liga debe su éxito no sólo a sus tradicionales electores, gente del campo y de la burguesía norteña, sino a los votos obreros y electores de las zonas proletarias, votos que ha arrebatado a las organizaciones de izquierda. “La liga ha obtenido muchísimos votos en las ciudades, pero no sólo de la burguesía, sino también entre la clase trabajadora, que también espera una renovación del país”, afirmó Umberto Bossi. Y si. Algunos obreros del Véneto lo confirman. “En la fabrica votamos por la CGIL (sindicato cercano a Refundación comunista) y en las elecciones por Bossi. Esto nada tiene de extraño. El primero nos da el contrato y la Liga la garantía de que nuestro dinero no se va del Norte”, comentó uno de ellos.
La caída del MuroComunistas, socialistas y verdes perdieron en estas elecciones el voto de 2 millones 700 mil votos, quienes al parecer ya no se identifican ni con su oferta política ni con sus acciones cuando han formado parte de un gobierno.Oponerse a la construcción de los trasformadores de basura en la región de Campania y a la construcción del tren rápido que unirá a ésta con Europa comunitaria, no son los únicos pecados de la Izquierda Arco iris. Otro, aún más grave, fue el desleal comportamiento que tuvo con el gobierno Prodi: las manifestaciones que organizó en contra de la administración de la que formaban parte fueron tan incongruentes como dañinas para su causa en este proceso electoral.Prueba de ello es lo afirmado por algunos obreros “africanos” que trabajan en el Véneto: “Antes votábamos por Refundación comunista, pero ahora lo hacemos por Bossi porque la izquierda siempre se está peleando y nunca consigue llegar a ningún acuerdo”, dijo uno de ellos. Políticos como Roberto Maroni, segundo hombre de la Liga Norte, han leído el resultado de estas elecciones como la “muerte del comunismo en Italia”, una especie de 89 tardío de la República nacida en 1946.Oliviero Diliberto, líder de los comunistas italianos, hace, por su parte, responsable de esta debacle al líder del PD. “Al correr solo y solicitar el voto útil, cosa que hizo de nosotros sus verdaderos adversarios, Veltroni terminó por exterminar la izquierda”.Para el mismo Filiberto, la izquierda “ha perdido el espíritu que la hizo nacer y crecer”. Ahora, si es que quiere sobrevivir, debe “redescubrir y reapropiarse de su todavía válida cultura, que fundamentalmente la obliga a estar siempre y en cualquier caso de la parte de los más débiles; esto es, con los trabajadores, los jubilados y los desocupados”. (21 de abril de 2008)