Por Fausto Fernández Ponte12 junio 2009
“Estamos hartos de los partidos políticos y la antidemocracia bajo la cual gobiernan”.Luis Manuel Pérez de Acha.
I
Un alud de sentires y pareceres de los caros leyentes de éste espacio ha aparcado en nuestra dirección ciberespacial a resultas del tema tratado aquí en la entrega anterior, intitulada “El Voto: ¿Antivoto Insurgente?”.
Regina Pérez Hernández, quien infórmanos leernos en el diario “El Mexicano”, de Tijuana, B. C., escribe: “Abstenernos de votar puede que sea contraproducente a los intereses de la ciudadanía, pero anular nuestro voto es como usted dice, insurgencia”.
Herlinda Sanchiz, mexicana quien, dícenos, leénos por Internet en Barcelona, Cataluña, España, afirma:
“Los políticos deben suponer que los ciudadanos somos tontos y lerdos al querer hacernos creer que en México se vive en una democracia”.Otro leyente, Francisco Javier Narváez León, quien nos informa visitar con frecuencia desde su domicilio en Puebla el sitio de éste escribidor en el ciberespacio, expresa que
“ya es tiempo de que la ciudadanía rescate el poder político del Estado”.
Y la leyente Celia Rosado Romero elucida pedagógicamente que “el meollo (de la elección) no es votar, sino por quién votar” (…) “Tenemos una camada de políticos inexpertos que han llevado al país a la crisis económica que parece no tener fin”.
Las misivas del lectorado aquí consignadas son, a no dudarlo, un indicador verosímil de la presencia insoslayable de preocupación en ciertos estratos societales, tal vez los más informados, escolarizados y conscientes políticamente de la realidad.
Menciónese aquí que un quinto leyente, Juventino Fernández de la Sierra Lizama, plantó su pica en Flandes:
“No se puede decir que la clase política es la culpable de lo que nos pasa (…) en última instancia los culpables somos nosotros por comodinos”.¿Comodinos? ¡Quiá, no! Eso parece decir implícitamente el leyente Francisco Bolaños, quien nos sigue por Internet desde Chicago, Illinois, Estados Unidos:
“Somos un pueblo tan “gullible” (crédulo) que creemos a pie juntillas en los gobernantes”.II
Éste diorama de opiniones tiene obviamente un denominador común: el descontento social por el estado de cosas prevaleciente, la preocupación porque los gobernantes no parecen tener registro real de la gravedad de la situación y la frustración consecuente.
Y como decíase ayer aquí, ese descontento, la preocupación inherente y la frustración consecuencial se han traducido en un apoyo ciudadano al parecer in crescendo y a éstas alturas imparable y por tanto en apariencia irreversible.
A 24 días de la elección, los personeros panistas, priístas, perredistas, y “paleristas” y “tlacuachistas” del poder político del Estado mexicano intentan frenéticamente revertir los efectos de la propuesta del “voto nulo”. El voto anulado tiene significancia.
En esos intentos, al parecer vanos, los personeros del poder político (incluidas las dirigencias nacionales y locales de los partidos políticos) del Estado ignoran las causas de la rápida propagación de la propuesta del voto nulo. Sólo tratan de controlar el daño.
¿Por qué amplios segmentos de la ciudadanía que, según cálculos confiables, sumarían el 30 por ciento del total de quienes votarían, parecen haber adoptado para sí la propuesta del voto nulo? Sí, ¿por qué? ¿Por qué?
Si los candidatos no lo saben, no merecen obtener el honor de representarnos. Y si lo saben, pero aparentan no saberlo, peor: merecen el desprecio ciudadano y, si fuere dable, enviarlos punirlos por fraude moral y asociación delictuosa. Por complicidad.
Estímase que se abstendría de votar el 69 por ciento (unos 51 millones) del total de los 77.4 millones de ciudadanos empadronados. Y de los que votarían –el restante 31 por ciento— un tercio emitiría sufragio nulo. ¿Saldo? ¡Ocho millones!
III
Más sufragar en nulo pudiere atraer abstencionistas a las urnas. Y, si ello ocurriere, esa suma de ocho millones podría engrosar, multiplicarse incluso. El repudio a los candidatos sería masivo. Repudiar a los políticos con sus propias herramientas.
Hay pánico, pues. El Presidente de Facto, los dirigentes partidistas, las autoridades electorales, los aspirantes a cargos públicos de elección y hasta los gobernadores y alcaldes convocan a votar por los candidatos registrados. Son convocatorias sofistas.
Y el sofisma emerge nítidamente configurado: hay que votar por los candidatos –por nadie más ni por ninguna propuesta-- pues el voto es el punto axiológico de la democracia. Esto nos lleva a la leyente Rosado Romero: ¿Por quién votar, pues?
Pero el sofisma ignora ese elemento central. Los candidatos y sus postuladores, promotores y patrocinadores inferidos y reales “no tienen nivel”, como parecen sugerir los leyentes. La única calidad en los candidatos es mediocridad y simulación grotesca.
Simulación. Simular por comisión o por ser omiso e incluso por deformación psicosocial y sociocultural, idiosincrasia personal –conductual-- o por imperativos de la cultura del quehacer polítiquero o por táctica perversa. Es execrable. Simulación.
Votemos. Que vote, pues, la ciudadanía. Pero que al hacerlo proponga, que formule propuestas sintetizadas en una o dos o pocos vocablos. Repudiar a los políticos y al sistema con un ¡ya basta! no es suficiente. Los políticos no se irán; tal es su cinismo.
Pero huirán despavoridos cuando los votantes, siendo propositivos, presenten un proyecto de país que excluya y sustituya a los políticos, como en la antigua Grecia, cuna de la democracia, con gobiernos de ciudadanos, no gobiernos desciudadanizados.
ffponte@gmail.com
www.faustofernandezponte.com
Glosario:Axiológico: perteneciente o relativo a la axiología. Digno, con valor. Teoría de los valores.
Comodinos: amantes de la comodidad y regalo.
“Gullible”: vocablo del idioma inglés que significa crédulo, bobo, ingenuo. Que cree incluso lo increíble.
Paleristas: condición de paleros. En rigor semántico, alguien que palea. Ayudante de fogonero. Soldado con pala. Aprendiz de algo. Persona incondicional que adula por paga. Partidario adulador. Se usa peyorativamente.
Tlacuachistas: coloquialismo devenido de una frase atribuida a César Garizutieta, El Tlacuache, ingenioso humorista, político y diplomático veracruzano de los cuarenta y cincuentaque hizo cèlebre el aforismo “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”.