En pleno declive del gobierno de Felipe Calderón, cuando ya se inició el proceso sucesorio de 2012, la situación del PAN es aciaga: sin identidad, sometido a decisiones cupulares, enfermo de corrupción, abusos e impunidad, como el caso de César Nava, así como falto de líderes y con profusas divisiones e intrigas entre sus diversas facciones, aun en la dominante…
En suma, a 10 años de ejercer el gobierno federal, el PAN está pervertido. “Dicen que se pervirtió por razones de poder. No, se pervirtió por chambismo. Son dos cosas diferentes: el poder es servicio; el chambismo es egoísmo en favor de uno nada más”, sentencia el senador César Leal Angulo.
Veterano panista, amigo desde la juventud del Maquío Manuel Clouthier y a quien un sector del PAN le da condición de ideólogo, Leal admite que el PAN se ha “deformado en muchos aspectos” y “nunca como ahora había tenido esta crisis de resquebrajamiento interno ni de duda de su propia doctrina política”.
El PAN, evalúa, vive una crisis de unidad y de congruencia: “Habíamos permanecido en una ruta de pensamiento cristiano de origen humanista y nos empezamos a salir y a confundir al PAN con una especie de pandilla por los puestos”.
En este contexto se ha iniciado la contienda entre Gustavo Madero Muñoz, Cecilia Romero Castillo, Francisco Ramírez Acuña, Judith Díaz Delgado, Roberto Gil Zuarth y eventualmente Iván Manjarrez, confeso militante de El Yunque, de entre los que surgirá el cuarto presidente del PAN en cuatro años de gobierno de Calderón.
Cecilia Romero, la primera mujer que se inscribió para presidir el partido en el que milita desde 1982, no vacila en describir la condición actual del PAN: “El diagnóstico es crudo, pero real: se ha corrompido por la búsqueda de posiciones”.
Sometida a la crítica tras la matanza de 72 indocumentados –y cuya responsabilidad no admite “ni por omisión”– e identificada como la candidata de la organización ultraderechista El Yunque, que mantiene un pacto con Calderón, Romero cree urgente unir a su partido, pero de verdad.
“Creemos que la unidad se edifica a partir de concertación previa, de planchazos, de decisiones cupulares para una sola candidatura o una sola posición, y ahí está el meollo del problema: la unidad no se construye con silencios agachones ni con arriar banderas sin haberlas defendido. La unidad construida a partir de componendas y de reparto es un disfraz de unidad.”
En esta disputa por el control del PAN, que concluirá con la elección en el Consejo Nacional, el 4 de diciembre, gravita la influencia de Felipe Calderón, quien controla una mayoría relativa de los 381 miembros del máximo órgano partidista de dirección, que antes avaló la imposición de Germán Martínez y César Nava.
Sólo dos de los cinco aspirantes –que por cierto lo apoyaron desde su precampaña en 2005– han tratado de tomar distancia de Calderón, quien les garantizó, afirman, una imparcialidad en la contienda que no había desde que, en 2005, fue electo Manuel Espino, hoy sometido a un proceso de expulsión y que dice estar presente a través de unos 80 consejeros.
En su registro, el primero de los cinco, el senador Madero, parafraseó a Manuel Gómez Morín, fundador del PAN y chihuahuense como él: “Acción Nacional nunca se casará con un régimen ni aun con el que pudieran formar hombres suyos allegados al poder”. Y añadió: “La relación óptima entre nuestro partido y nuestros gobiernos se define por la máxima colaboración posible, pero ninguna subordinación admisible”.
Ramírez Acuña, cuya relación con Calderón se enfrió al removerlo como secretario de Gobernación y que ahora tiene el respaldo de los presidenciables Josefina Vázquez Mota y Santiago Creel, advirtió: “Nuestro partido no es pertenencia de un grupo político”.
Y mientras que Romero afirmó en su discurso de registro que “en el PAN no creemos en caudillos”, la senadora Díaz Delgado ni siquiera tocó el tema, aunque aclara en entrevista que “es una obligación” de su partido acompañar a Calderón.
Al respecto, el diputado federal Manuel Clouthier Carrillo, quien advierte que desde el gobierno hay una estrategia para dividir a la “oposición” panista, afirma que el partido ha retrocedido, entre otras razones, por la subordinación a Calderón.
“Las tres banderas que pregonaba el PAN históricamente fueron la generosidad en la política –la gente venía a dar, no a darse; a servir, no a servirse–, la honestidad y la democracia, y a las tres les dieron en la madre.”
–¿En este sexenio?
–¡Sí! ¡Ese es el problema! ¡Eso es lo que estamos reclamando! La trascendencia de esta elección interna es que los consejeros deben cuestionarse qué PAN quieren: uno débil o uno fuerte. Porque lo único seguro es que Calderón se va a ir y el PAN se va a quedar.
“El PAN no necesita un incondicional de Calderón. Es lo peor que le puede pasar. La muestra es Nava. El criterio es muy sencillo: cuando dos personas están de acuerdo, una sale sobrando; y si va a haber un incondicional en el PAN, el que sale sobrando es el presidente del PAN.”
Clouthier cuestiona también la probidad de Nava –a quien públicamente acusa de impedirle ser militante– porque no es creíble que compre un departamento de casi 20 millones de pesos, cuando al inicio del sexenio él tenía deudas por 4 millones de pesos: “El patrimonio de Nava no tiene más que dos lógicas: o es vivo de más, o yo soy muy bruto. ¡Las cuentas no dan!”.
–¿Lo juzga un corrupto?
–Vamos a dejarlo en vivo de más.
Romero, quien fue suegra política de Nava, reconoce que el escándalo afecta a su partido: “Esto le pega al PAN, definitivamente, pero es un asunto absolutamente personal del que él debe dar cuenta”.
Intrigas palaciegas
Después de la imposición de Martínez desde Los Pinos, en diciembre de 2008, y de Nava, tras la debacle de julio de 2009, la única ventaja que los panistas aprecian ahora es que se recuperó la competencia y hay una relativa “incertidumbre democrática”.
De hecho, el éxito de la candidatura de Ramírez Acuña, que se presenta como “oposición” interna, se funda en la división –real o supuesta– de la facción felipista: los que apoyan a Madero y a Gil Zuarth, socio del repentinamente próspero despacho de Germán Martínez.
Sin embargo, Juan José Rodríguez Prats, quien contendió por la presidencia en 2005 ante Espino, Alejandro Zapata y Carlos Medina, advierte que Gil –cuyo registro se programó para el domingo 24– no reúne los requisitos para presidir el PAN:
“Por donde le busquen, ese señor no cumple con los requisitos. El PAN tiene una cultura de la legalidad, que ha sido atropellada frecuentemente. ¡Basta ya!”, exclama y, antes de que se oficialice la candidatura de Gil, adelanta al reportero que recurrirá al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF).
El exdiputado explica que el presidente del PAN encabeza también el Consejo Nacional y, por lo tanto, para ser consejero debe cumplir con los cinco años de militancia activa que exige el artículo 45 de los estatutos. Gil sólo tiene dos años y cuatro meses de militancia.
Y es que la candidatura de Gil es vista como de recambio a la de Madero, quien no concita respaldo por “gris”, y es promovida por el grupo que encabeza Martínez, aliado con Patricia Flores Elizondo, la exjefa de la Oficina de la Presidencia, y el operador electoral Jorge Manzanera, los tres consejeros nacionales.
De este grupo, que impulsa también la candidatura presidencial del secretario de Educación, Alonso Lujambio, forman parte “mafias locales”, entre otras las del alcalde de Monterrey, Fernando Larrazábal; Alejandro Vázquez, expresidente del PAN de Veracruz; el exalcalde de Reynosa, Tamaulipas, Francisco Cabeza de Vaca; y Ricardo Anaya, presidente de ese partido en Querétaro.
Algunos de ellos son clientes de Desarrollo de Campañas, S.A. (Docsa) y Consultoría Privada y Gubernamental, S.A. de C.V., propiedad de Manzanera, que ha hecho mancuerna con Flores, quien dio una provocadora entrevista a la revista Gente, de Televisa, para su edición de octubre.
En su reaparición pública en la revista, que desplegó fotografías que resaltan su sensualidad, Flores aseguró que no fue despedida del gobierno, sino que renunció por su voluntad; añadió que su relación con Calderón es “inmejorable” y, desafiante, aseguró que no está retirada de la política: “Sé mucho como para retirarme”.
De hecho, el primer signo de división de la facción felipista se produjo en la elección del dirigente juvenil del PAN, que ganó Jonathan García Uribe, quien se impuso a Pablo Sánchez Servitje, el candidato “oficial”, y a Juan Pablo Adame, hijo del gobernador morelense, Marco Adame.
La operación para la victoria la hicieron Flores y Quintana, ambos consejeros nacionales propuestos por el CEN después de que fueron rechazados por la militancia en Durango y Chihuahua. Ahora son los estrategas de Gil.
La fuerza de El Yunque
Madero, por su parte, es respaldado por el grupo que promueve como presidenciable al secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, como se evidenció en su registro, apadrinado por Luis H. Álvarez, quien dijo haberse enterado ese día que le será otorgada la medalla Belisario Domínguez, junto con Javier Barros Sierra, quien fuera gallardo rector de la UNAM.
Junto con Álvarez, quien a menudo hace política partidista en horario laboral, dio su firma César Leal, exasesor de Espino: “Madero es la parte limpia del PAN y le tenemos confianza a su congruencia. Los líderes son para los momentos en que los necesita la institución, y es el caso”.
Otros avales de Madero son el gobernador de Baja California, Guadalupe Osuna, y el de Sonora, Guillermo Padrés; el presidente del PAN en Sinaloa, Francisco Solano; el diputado Jesús Ramírez, allegado a Nava, y la diputada Mariana Gómez del Campo, prima de Margarita Zavala.
Del gobierno federal dieron su firma los subsecretarios Maki Esther Ortiz y Rogelio Carvajal, así como el procurador del Consumidor, Antonio Morales, quien suele irse a descansar a Colima en el primer vuelo de cada viernes.
En lo que ha sido el acto con más simpatizantes de un aspirante, con Madero estuvieron la mayoría de los senadores que coordinó hasta del 26 de agosto, entre ellos el creelista Felipe González, quien niega que Madero sea candidato de Calderón.
“Se inscribió sin que en Los Pinos le dieran la salida. Para muchos que creen que en Los Pinos le dijeron: salte y vete a la campaña, no es así; más bien lo contrario. Por eso dijo que el partido no se debe entregar a ninguna administración, aunque sea panista, y que ninguna subordinación es admisible.”
El coordinador de la campaña de Madero, el senador duranguense Rodolfo Dorador, rechaza también que aquél tenga el sello oficial, aunque admite que “platicó con el presidente” sobre su candidatura.
–¿Si no le dio su aval, tampoco le impuso un veto?
–Así pudiera entenderse.
Dorador niega también la medianía de Madero: “No lo concibo como gris, al contrario, es un liderazgo que permite que otros liderazgos crezcan y eso también es un liderazgo muy interesante para Acción Nacional”.
Fernando Palma es otro simpatizante de Madero, de quien afirma que no “acepta consignas ni línea”, aunque él mismo fue testigo, como colaborador de Espino, de que el senador acató la orden de Germán Martínez de quitarle a la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) el edificio sede en las Lomas de Chapultepec.
El fastuoso registro de Madero, el miércoles 20, contrastó con el muy modesto de Romero, quien reunió a escasos simpatizantes, que junto con los consejeros que la avalan con su firma, acreditan su condición de candidata de El Yunque, al que pertenecen unos 84 integrantes del Consejo Nacional, según panistas, aunque otras estimaciones cuentan a 100 de los 381 consejeros.
Junto con Blanca Magrassi, esposa de Luis H. Álvarez, y el veterano periodista Esteban Zamora firmaron como avales de Romero personajes identificados con esa organización: José Luis Luege, director general de la Comisión Nacional del Agua; Juan Carlos Mondragón, presidente del PAN en Puebla; y Gustavo Parra, diputado del Estado de México allegado a Luis Felipe Bravo Mena, secretario particular de Calderón.
También Leonor Popócatl, diputada de Puebla; Alejandra Reynoso, diputada de Guanajuato; Carmen Lucía Pérez, presidenta del Instituto de Mujeres de Jalisco; Ignacio Loyola, exgobernador de Querétaro, y Rafael Morgan, subsecretario de la Función Pública allegado a Calderón.
Otros juramentados que asistieron al registro fueron José Espina, presidente de la Comisión de Elecciones; Alfredo Botello, exsecretario de Gobierno de Querétaro y miembro del CEN; Rodrigo Iván Cortés, director de Relaciones Exteriores; Carlos Pizano, exsecretario particular de Carlos Abascal; y Alfonso Bravo y Mier, expresidente de Provida.
–De entrada usted tiene el voto de El Yunque –se le comenta a Romero.
–Yo creo que sí, aunque no sé si todos, ¿eh?
En efecto, hay yunquistas que se han acercado a otros candidatos: por ejemplo, Adriana González Carrillo, allegada a Bravo Mena, apoya a Ramírez Acuña, así como Guillermo Bustamante, el jurídico del CEN, y Carbajal a Madero. “Entonces no todos. Por eso va estar muy interesante la votación. Preveo una elección de por lo menos dos rondas, y voy a ganar”, dice Romero.
Ella disputa con otra mujer, Díaz Delgado, no sólo el voto de los consejeros, sino ser la primera en presidir el PAN: “Cuando yo avisé que quería participar, hace un mes, nadie más lo había hecho como mujer, y eso sí lo quiero dejar muy claro”, dice la senadora.
Amiga de Luisa María Calderón, hija de un pastor protestante y que por eso en religión se ubica como “lo contrario” a Romero, Díaz asume difícil su triunfo, pero se propone que el PAN repudie la corrupción y la impunidad, “me sumen o no me sumen votos”.
–Por lo pronto ya ganó, por ser la primera en querer ser candidata.
–Sí, estamos abriendo un espacio que había estado cerrado para las mujeres.
Ramírez Acuña busca capitalizar la división en la facción que encabeza Calderón y ha sumado a personajes como Rodríguez Prats y Clouthier, quien cree que las candidaturas de Gil y Romero sólo buscan dividir el voto opositor a Calderón.
“Aquí hay una estrategia que busca que la elección no sea de dos. En la medida en que la elección se polarice y se haga de dos, en esa medida tiene posibilidades, voy a llamarle así, la oposición –dice Clouthier–, y entonces están metiendo a Romero y a Gil con el objeto de dividir a la fracción opositora, para que Cecilia jale a las vacas sagradas y Gil jale a los diputados que son consejeros. Esa es la estrategia.”
–¿No es auténtica la supuesta división felipista?
–Yo creo que no. l