06 julio 2010
ffponte@gmail.com
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“Cometemos otra vez el mismo error: olvidamos la historia”.
Carlos Rosendo Ancona.
I
En el epígrafe de la entrega de hoy, el caro leyente Ancona, quien –nos dice— leernos en el Estado de Quintana Roo, lamenta que el PRI haya triunfado en varios de los 12 comicios realizados el domingo 4 de julio.
¿Por qué lamenta la victoria priísta? Explica: “He seguido de cerca los discursos y declaraciones de todos los candidatos del PRI, PAN, Convergencia y las alianzas y ninguno ha propuesto una solución de fondo a nuestros gravísimos problemas”.
Añade: “De hecho, ninguno de los candidatos a gobernadores ha reconocido en discursos o en declaraciones que los habitantes de esos 12 Estados y del país entero vivimos en una despiadada crisis económicaq, política, social y cultural”.
La euforia priísta, empero, bien podría ser pírrica. El PRI perdió en Oaxaca, Puebla y Sinaloa, durante tanto tiempo bastiones de ese partido, de modo que la meta del “carro completo” –de todas, todas—lisa y llanamente no se logró. Se mostró inalcanzable.
En esos tres Estados, los candidatos en alianza de partidos obtuvieron más votos a su favor que los abanderados priístas. Mas esos triunfos abren incógnitas e incertidumbres: ¿bajo qué premisas filosóficas, ideológicas y políticas gobernarán los aliancistas?
II
Predeciblemente, ello llevará a más degradación de la política como medio para establecer el bienestar social o colectivo o, por inferencia válida, de las mayorías. Témese que los aliancistas sólo administrarán intereses de facción. Eso no es gobernar.
Tocante a los triunfos priístas, nótese que la afluencia de votantes no fue tan copiosa como esperaban sus jerarcas, por lo que el desenlace electoral no se ha traducido en un mandato en el sentido cabal, político diríase, del concepto.
Un mandato electoral es aquél que deviene no de una votación a favor de un candidato dado, sino de la representatividad. El requisito sine qua non para el mandato es que haya votado, por lo menos, el 75 por ciento del total de empadronados.
No fue así, aunque en algunos de esos 12 Estados la afluencia de electores pudo haber sido gruesa, no representó siquiera el 50 por ciento del total de los padrones locales. No se puede hablar de democracia si el grueso del electorado no participa.
Las victorias priístas –algunas de las cuales serán discernidas en los tribunales— en gubernaturas, legislaturas y ayuntamientos acusan esa peculiaridad. La ausencia de representatividad nos habla no sin dramátismo de la ausencia de un contrato social.
III
Pero, ¿qué es, en nuestro entorno, un contrato social? Es una suerte de acuerdo tácito entre la ciudadanía y el poder político en torno a un proyecto nacional y garantizaren paz y en orden los derechos de las personas y validar las prerrogativas de todos.
Es obvio que ese acuerdo tácito sólo existe entre una minoría –la de los que votaron— y el poder, por lo que éste no se obligará, en manos del PRI, a someterse a los imperativos implícitos o incluso explícitos de una relación contractual con el pueblo.
Ésta reflexión nos lleva de porrazo al epígrafe del leyente Ancona. Ese segmento que votó por el PRI es olvidadizo, al margen de su naturaleza y composición. Menciónese que muchos votaron por necesidad –de 500 a mil pesos por voto e incluso menos--.
Se ignoró el bien común y se privilegió el bien individual, ocasional, circunstancial y coyuntural, determinado por la pobreza que, piénsase, sería aliviada con despensas, sacos de cemento, láminas, cobijas, playeras, etc. Se ignoró la historia.
Pero lo olvidadizo es lo peligroso: el PRI es el causante de nuestra terrible debacle actual y no se ha comprometido a erradicar las causales de ésta. Prognosis informada: con nuevos gobernadores, legisladores y alcaldes priístas la crisis persistirá.
ffponte@gmail.com
Carlos Rosendo Ancona.
I
En el epígrafe de la entrega de hoy, el caro leyente Ancona, quien –nos dice— leernos en el Estado de Quintana Roo, lamenta que el PRI haya triunfado en varios de los 12 comicios realizados el domingo 4 de julio.
¿Por qué lamenta la victoria priísta? Explica: “He seguido de cerca los discursos y declaraciones de todos los candidatos del PRI, PAN, Convergencia y las alianzas y ninguno ha propuesto una solución de fondo a nuestros gravísimos problemas”.
Añade: “De hecho, ninguno de los candidatos a gobernadores ha reconocido en discursos o en declaraciones que los habitantes de esos 12 Estados y del país entero vivimos en una despiadada crisis económicaq, política, social y cultural”.
La euforia priísta, empero, bien podría ser pírrica. El PRI perdió en Oaxaca, Puebla y Sinaloa, durante tanto tiempo bastiones de ese partido, de modo que la meta del “carro completo” –de todas, todas—lisa y llanamente no se logró. Se mostró inalcanzable.
En esos tres Estados, los candidatos en alianza de partidos obtuvieron más votos a su favor que los abanderados priístas. Mas esos triunfos abren incógnitas e incertidumbres: ¿bajo qué premisas filosóficas, ideológicas y políticas gobernarán los aliancistas?
II
Predeciblemente, ello llevará a más degradación de la política como medio para establecer el bienestar social o colectivo o, por inferencia válida, de las mayorías. Témese que los aliancistas sólo administrarán intereses de facción. Eso no es gobernar.
Tocante a los triunfos priístas, nótese que la afluencia de votantes no fue tan copiosa como esperaban sus jerarcas, por lo que el desenlace electoral no se ha traducido en un mandato en el sentido cabal, político diríase, del concepto.
Un mandato electoral es aquél que deviene no de una votación a favor de un candidato dado, sino de la representatividad. El requisito sine qua non para el mandato es que haya votado, por lo menos, el 75 por ciento del total de empadronados.
No fue así, aunque en algunos de esos 12 Estados la afluencia de electores pudo haber sido gruesa, no representó siquiera el 50 por ciento del total de los padrones locales. No se puede hablar de democracia si el grueso del electorado no participa.
Las victorias priístas –algunas de las cuales serán discernidas en los tribunales— en gubernaturas, legislaturas y ayuntamientos acusan esa peculiaridad. La ausencia de representatividad nos habla no sin dramátismo de la ausencia de un contrato social.
III
Pero, ¿qué es, en nuestro entorno, un contrato social? Es una suerte de acuerdo tácito entre la ciudadanía y el poder político en torno a un proyecto nacional y garantizaren paz y en orden los derechos de las personas y validar las prerrogativas de todos.
Es obvio que ese acuerdo tácito sólo existe entre una minoría –la de los que votaron— y el poder, por lo que éste no se obligará, en manos del PRI, a someterse a los imperativos implícitos o incluso explícitos de una relación contractual con el pueblo.
Ésta reflexión nos lleva de porrazo al epígrafe del leyente Ancona. Ese segmento que votó por el PRI es olvidadizo, al margen de su naturaleza y composición. Menciónese que muchos votaron por necesidad –de 500 a mil pesos por voto e incluso menos--.
Se ignoró el bien común y se privilegió el bien individual, ocasional, circunstancial y coyuntural, determinado por la pobreza que, piénsase, sería aliviada con despensas, sacos de cemento, láminas, cobijas, playeras, etc. Se ignoró la historia.
Pero lo olvidadizo es lo peligroso: el PRI es el causante de nuestra terrible debacle actual y no se ha comprometido a erradicar las causales de ésta. Prognosis informada: con nuevos gobernadores, legisladores y alcaldes priístas la crisis persistirá.
ffponte@gmail.com