Como expresé anteriormente, en el territorio mexicano predominan las zonas áridas y montañosas, aunque una buena parte es susceptible para la producción agrícola, ganadera y forestal. La gran diversidad de suelos y climas permite el cultivo de muchas especies; además, hay en la población una importante vocación productiva.
Sinaloa es el estado más agrícola de México, es donde hay más sistemas de riego, se usa tecnología moderna y agroquímicos en la siembra de frijol, maíz y hortalizas. Sonora es el principal productor de trigo. Tamaulipas de sorgo. Aunque también sobresalen, en cultivos de ciclo corto, Baja California, Jalisco y el Bajío. Es admirable lo que hacen, sin apoyo gubernamental, los campesinos pobres productores de frijol de Zacatecas, Durango, San Luis Potosí y Nayarit.
Más bien por cultura, para sobrevivir, para no emigrar, siguen sembrando, a pesar de que constantemente aumentan los precios de los insumos, en particular del fertilizante, que subió en un año hasta 300 por ciento, y de que les pagan cuatros pesos por kilo cuando se vende en 20 al consumidor. Este mismo amor a la tierra y al trabajo lo comparten los productores que cultivan, sobre todo, maíz en las comunidades campesinas e indígenas, en pequeñas propiedades y ejidos del centro, sur y sureste. La mayoría lo hace sin crédito, sin asistencia técnica y obtienen en promedio dos toneladas por hectárea, a diferencia de Sinaloa donde se cosechan hasta 10 toneladas por hectárea.
La amarga industria del azucar
En el sureste es muy poco lo que se produce para el mercado, casi todo es para el autoconsumo y la economía familiar; es decir, se combina la agricultura con la crianza de animales de corral como gallinas, pavos y cerdos. Me detengo también en describir un poco la gran vocación productiva de los campesinos del Valle de México, incluyendo a Hidalgo, Puebla y Tlaxcala; estos últimos siempre se han parecido por su laboriosidad a los pobladores de China: trabajan hombres, mujeres y niños, desde muy temprano hasta que anochece, en pequeñas parcelas, donde siembran maíz, frijol y hortalizas, pero además, en los solares o patios tienen borregos, chivos o vacas, y dentro de la casa el telar; es la economía campesina familiar más integrada del país.
El café es un cultivo clave para el bienestar de muchas familias campesinas. Se produce en las zonas más pobres de México, donde vive la población indígena más marginada. Hablo de la Montaña de Guerrero, de Hidalgo, Puebla, Veracruz, Oaxaca y Chiapas. La calidad del café mexicano es de primera; tiene el aroma y la fortaleza que le da la altura donde se cosecha; es injusto e irresponsable que no haya un proyecto de fomento al cultivo y a la comercialización del café y que los habitantes de estas zonas cafetaleras, sobre todo los jóvenes, estén emigrando por falta de trabajo y bienestar. Estoy más que convencido de que debe aplicarse un subsidio directo al productor para mejorar las condiciones de vida de miles de familias campesinas y evitar una mayor descomposición social.
Aún con la tremenda crisis del campo, sigue en pie la industria azucarera. Aunque, como siempre, los dueños de los ingenios han sido apoyados por el gobierno, al grado que recientemente con el gobierno de Fox se expropiaron inexplicablemente
27 ingenios y el resultado fue que los empresarios ganaron los juicios y lograron que les devolvieran sus instalaciones. Este ensayo
le costó al erario 13 mil millones de pesos. A pesar de todo, la producción de azúcar es muy importante, porque no sólo genera riqueza, sino que la distribuye. De esta actividad viven más de 400 mil familias. Donde hay un ingenio se ayudan los productores, los cortadores de caña, los trabajadores de la industria, mecánicos, choferes y el comercio de la región; por eso hay que evitar que se cierren, porque significaría más ruina y pobreza.
Vacas a 5 pesos kilo
Las plantaciones de frutas y de otros productos están extendidas por todo el territorio nacional. Se cultivan flores en el estado de México; nopales en Milpa Alta, Distrito Federal; agave en Jalisco y Guanajuato; manzanas en Cuauhtémoc, Chihuahua y en Puebla; la vid en Valle de Guadalupe, Baja California, así como en Sonora, Aguascalientes y Coahuila; la nuez en Durango, Coahuila, Chihuahua y Nuevo León; el aguacate en Tancítaro, Peribán y Uruapan, Michoacán; la guayaba en Zitácuaro y Benito Juárez, Michoacán, y en Calvillo, Aguascalientes; el limón en Colima; la naranja en Álamo, Veracruz, Nuevo León y Tamaulipas; el plátano en Teapa, Tabasco, Tapachula, Chiapas y San Rafael, Veracruz; el cacao en Tabasco; el melón en La Laguna; las piñas, en Loma Bonita, Oaxaca e Isla, Veracruz; el mango en Veracruz; la papaya en Chiapas; el coco en Guerrero; y recientemente, se han venido introduciendo nuevos cultivos como la palmera para la elaboración de aceites en Palenque, Chiapas, y se está sembrando para la exportación frambuesa en Jocotepec, Jalisco, y arándano en los Reyes, Michoacán.
La ganadería, sobre todo la crianza de bovinos, está en franca decadencia. Se ve poco ganado y muchos potreros abandonados. Hay miles de hectáreas de praderas amarillas, sin animales, en Chihuahua y Durango. Hay corrales de engorda en los estados del norte, pero no abundan. Un pequeño ganadero de San Bernardo, Durango, y esto me lo repitieron en Chihuahua, Sonora, Veracruz, Chiapas y Tabasco, me explicó con enojo que les pagaban las vacas en pie a 5 pesos el kilo y a 16 pesos el becerro, cuando todavía hace seis años recibían el doble.
Es inexplicable que una vaca de 400 kilos cueste dos mil pesos, que a los productores les paguen 5 pesos por kilo y la carne se venda al consumidor a 50 pesos el kilo. La ganadería es de las actividades más afectadas por las políticas de apertura comercial sin límites, que empezó a aplicarse desde 1983, porque se puso a competir a los productores nacionales con los extranjeros en condiciones de desigualdad. En Estados Unidos el productor de carne tiene un subsidio equivalente al 50 por ciento de su costo de producción, y hay países de Europa en donde al productor lo subsidian con dos dólares diarios por cabeza de ganado, mientras en México están abandonados a su suerte.
En cuanto a la crianza de cerdos, aunque la porcicultura también está afectada por la importación de carne, sigue habiendo actividad en Jalisco y Michoacán. De igual forma, la avicultura se concentra en Sonora, Jalisco y Puebla, aunque está extendida por todo el país. Es muy importante la apicultura en la península de Yucatán, aunque tampoco obtiene apoyo del gobierno. Hay miles de pequeños productores de chivos y borregos en Oaxaca, Puebla, Hidalgo y en otros estados de la República.
Sembrar un millón de cedros
Ahora que he vuelto a recorrer el país, insisto en que debe impulsarse la actividad forestal. Es triste constatar la devastación de los bosques de Durango; en poco tiempo, han arrasado con ellos, sin aprender a manejarlos de manera racional. Mantengo la idea de sembrar un millón de hectáreas de árboles maderables, sobre todo, cedro, en los estados de Veracruz, Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Campeche y Quintana Roo, con varios propósitos: crear empleos, arraigar a los jóvenes campesinos a la tierra, detener el fenómeno migratorio, reforestar y lograr la autosuficiencia en la producción de madera porque actualmente, estamos importando el 50 por ciento de la madera que consumimos. Estoy consciente que se trata de una actividad cuyos beneficios se dan a largo plazo, pero hay que hacerlo, porque es mucha su importancia económica, ecológica y social.
La pesca también es muy importante. Tenemos 11 mil 122 kilómetros de litorales; hay lagunas, ríos, arroyos y vasos de presas, que se utilizan para esta actividad. La contaminación ha provocado prácticamente la desaparición de la pesca de aguas interiores, no sólo por desechos industriales, sino también por la falta de tratamiento de las aguas negras. Es preocupante la sobreexplotación y la falta de fomento que están acabando con mojarras, robalo, sábalo, piguas, tortugas de agua dulce, manatíes, lagartos y prácticamente toda la fauna acuícola tropical. Lo mismo sucede con los animales de monte como el venado, tepescuintle, armadillo, jabalí, jaguar, puma y otros. Y están desapareciendo especies de pájaros y patos.
Algo que sí ha tenido éxito, y debemos reconocerlo, es la protección de la tortuga marina, ejemplo de que sí se podría llevar a cabo un programa de conservación de la gran variedad de especies que hay en el país. En el norte hoy se cuida más al venado, al borrego cimarrón, al tigre y al león, pero están de moda los llamados ranchos cinegéticos donde se permite la cacería de estos animales. En una ocasión, en San José de los Cabos me platicaron del ganado que a través del tiempo se fue remontando a la sierra y se volvió salvaje, y ahora son animales enormes y fieros que sólo se pueden cazar con armas de alto poder.
Hablando de la península de Baja California es menester decir que tanto en el Pacífico como en el Mar de Cortés, hay un gran potencial pesquero. Es importantísima la pesca de langosta y de abulón en Bahía de Tortugas. Allí mismo, en el Pacífico, llegan cada año ballenas desde Canadá, a las lagunas de Guerrero Negro y López Mateos. El mar de Cortés es un estero natural lleno de vida marina; en Mulegé es tanto el calamar que capturan que los pescadores se quejan de que les pagan a dos pesos el kilo.
Por la soberanía alimentaria
La zona pesquera del Pacífico, con base en Mazatlán, es la más importante del país: recientemente, en los límites de Nayarit y Sinaloa, encontraron un enorme banco de callo de hacha que ojalá lo exploten de manera racional. En el Golfo de México también hay mucha actividad pesquera, desde Tamaulipas hasta Quintana Roo, pasando por Alvarado, Veracruz, donde sus pobladores además de hablar con franqueza, son los pescadores que dominan toda la costa del Golfo hasta el río San Pedro, en los límites de Tabasco con Campeche. En la península de Yucatán, destaca Champotón, importante puerto pesquero, famoso por su camarón pequeñito y espléndido, lo mismo que Ceibaplaya, Campeche, Celestún, Sisal, Progreso, Dzilam de Bravo, San Felipe y Río Lagarto, en la cornisa de Yucatán, lugares pesqueros muy afectados por los huracanes y santuario natural de flamencos y zona de chivitas, un caracol exquisito.
En suma, estoy convencido de que México puede ser autosuficiente en la producción de todos los alimentos que consumimos. Es cosa de cambiar la política económica que tiene en el abandono al campo y a todas las actividades productivas, apostando a comprar en el exterior todo lo que necesitamos. El año pasado se destinaron 22 mil millones de dólares a comprar maíz, frijol, arroz, leche, carne de res, de cerdo, desechos de pollo y otros alimentos. Dinero que podría ser utilizado para rescatar al campo y reactivar la producción agropecuaria, forestal y pesquera, crear empleos y atemperar el fenómeno migratorio.
Es absurdo que estemos comprando alimentos y expulsando mano de obra. Pero lo más importante es tomar la decisión de lograr la soberanía alimentaria, lo demás es lo de menos. Consistiría en hacer una planeación por estados y por regiones, estimular la producción con precios justos, mediante subsidios donde se requiera, resolver problemas de almacenamiento, distribución y comercialización. Considero que no se necesita mucho dinero, es cosa de orientar adecuadamente lo que se tiene, evitando la corrupción y el despilfarro. Pero insisto: el Estado debe asumir su responsabilidad como rector de la economía para garantizar el regreso al campo y el bienestar de la gente.