Como cada domingo, Carlos Jonguitud Barrios y su esposa,
Guadalupe Rodea, esperaban en su casa del Pedregal de San Ángel la
visita de sus cuatro hijos. Alrededor de las 10 horas, el ama de llaves,
Yolanda García, le avisó que tenía una llamada telefónica. Era Andrés
Massieu, secretario particular del presidente Carlos Salinas de Gortari,
quien le pidió que fuera a Los Pinos porque el Presidente quería verlo.
Al
mediodía, Jonguitud llegó a la residencia oficial de Los Pinos, en su
coche LTD negro. Pidió a su chofer, Mario Olalde, que lo esperara. Media
hora después salió con el rostro desencajado: había renunciado al
liderazgo vitalicio del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la
Educación.
Escasos treinta minutos bastaron para que se derrumbara
el cacicazgo que por 17 años ejerció en el magisterio del país. Ni los
movimientos disidentes de principios de los ochenta, ni los
enfrentamientos con algunos secretarios de Educación Pública, ni el
enfriamiento periódico de relaciones con por lo menos los dos anteriores
Presidentes de la República, lograron quitarle el poder. Todavía el 20
de abril, cuatro días antes de que visitara al Presidente, se mostró
seguro de su poder. “Me iré hasta que los órganos de dirección del
sindicato me lo indique”, afirmó.
Pero los órganos de gobierno del
sindicato nunca le solicitaron la renuncia. Ni Jonguitud la presentó
por escrito, según los requisitos formales. Tampoco hizo pública su
dimisión el senador potosino. Fue la Dirección de Comunicación de la
Presidencia la que, a las 13:30 horas, emitió el comunicado 225, en el
que informó:
“El presidente de la República, Carlos Salinas de
Gortari, concedió esta mañana audiencia al profesor Carlos Jonguitud
Barrios en la residencia oficial de Los Pinos.
“Al final de dicha
audiencia, y después de comentar la resolución del Tribunal Federal de
Conciliación y Arbitraje, el senador Jonguitud Barrios informó su
decisión de renunciar hoy a los cargos sindicales que ocupa como
presidente nacional de Vanguardia Revolucionaria y como asesor
permanente del Comité Ejecutivo Nacional de Trabajadores de la
Educación”.
Todo comenzó, de hecho, el día anterior, sábado 22 de
abril. En las oficinas de la Secretaría de Gobernación, el titular,
Fernando Gutiérrez Barrios, y los secretarios de Educación y de Trabajo,
Manuel Barlett Díaz y Arsenio Farell Cubillas, respectivamente,
analizaron y discutieron el problema magisterial. De esa reunión salió
el acuerdo para que el Tribunal Federal de Conciliación y Arbitraje,
resolviera, como jurídicamente procedente, que el CEN del SNTE convocara
a un congreso extraordinario para la sección nueve (profesores de
primaria y preescolar) y que este congreso se realizara antes de
terminar el actual período escolar, o sea en el mes de julio.
Enterados
de la decisión gubernamental, el domingo a primera hora los integrantes
del CEN del SNTE se reunieron en el edificio de Venezuela 54. De
inmediato se comunicaron con los secretarios de los comités seccionales,
para pedirles que mantuviera la unidad en torno de Vanguardia
Revolucionaria. Se les solicito que se transladaran a la ciudad de
México, para “analizar la situación conjuntamente” y que los demás
miembros de los comités seccionales estuvieron pendientes de cualquier
información o indicación.
Pero las órdenes fueron confusas. A unos
se les convocó en el Centro Interamericano de Estudios de Seguridad
Social (CIESS), en San Jerónimo; a otros, en el edificio sindical, en el
centro. La cita era a las 18 horas.
Ordenes telefónicas
Una
hora después de conocerse el comunicado de la presidencia, el CEN del
SNTE se reunió de emergencia. Refugio Araujo del Ángel, secretario
general del Sindicato, informó sobre la resolución del Tribunal de
Conciliación y Arbitraje. Dijo que actuaría conforme a derecho, que se
interpondrían los recursos legales necesarios para hacer respetar el
procedimiento estatutario del SNTE en cuestiones de orden interno.
Después
de las 15 horas, de la Secretaría de Gobernación se hicieron llamadas
telefónicas a los secretarios de Gobernación de cada entidad federativa.
Las órdenes fueron precisas: “arraiguen y trasladen al DF a los
secretario generales de las secciones generales del SNTE”. Impresionante
fue el despliegue que se realizó. Los secretario de Gobernación,
acompañados de varias patrullas, fueron a los domicilios de los
dirigentes seccionales. Algunos habían salido ya a la ciudad de México,
por instrucciones del CEN del SNTE; otros fueron localizados en
restaurantes y fiestas familiares. A unos, de plano, no los encontraron:
se habían escondido.
En el auditorio Che Guevara, de la Facultad
de Filosofía y Letras de la UNAM, se realizaba la asamblea de
representantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de Educación
(CNTE) y cuando se conoció la noticia sobre la renuncia de Jonguitud,
más de 2,000 representantes, jubilosos, gritaron: “lo quiera o no lo
quiera/ vanguardia va pa`fuera”. Alrededor de las 17 horas, llegó Pablo
Enríquez Ruiz, colaborador cercano de Elba Esther Gordillo. Localizó a
Ramón Couoh, dirigente disidente de la sección 36, feudo de Gordillo.
-¿Qué haces aquí, qué quieres? inquirio Couoh.
-Platicar contigo, te he tratado de localizar…
-Conmigo no tienes nada que hablar. Compañeros, acompañen al maestro…
-No seas tonto, que no ves que la maestra será la secretaria general del sindicato.
Pasadas
las 17 horas, Refugio Araujo salió del sindicato. Iba acompañado de
Baldemar Rodríguez, jefe de seguridad del SNTE, y exjefe de la policía
de San Luis Potosí, y de su secretario particular, Alberto Rangel.
Presuroso, mordiendo una manzana, abordó un Topaz azul. Otros cuatro
vehículos los escoltaban. “Va al CIESS”, informaron los guardias de
seguridad.
Pero al CIESS nunca llegó. Estaban ahí los dirigentes
seccionales y los secretarios de Gobierno de los estados de Chihuahua,
San Luis Potosí, Durango, Puebla y Guanajuato. Durante más de tres horas
esperaron a “Cuco”. También había reporteros, quienes acudieron ante el
rumor de que habría una conferencia de prensa. El desconcierto fue
total. Amontonados ante los escasos teléfonos, funcionarios, dirigentes
seccionales y reporteros intentaron hablar al sindicato, a los gobiernos
de los estados y a la propia Secretaría de Gobernación.
Al salir
Araujo del Ángel del SNTE, era evidente el aparatoso dispositivo de
seguridad que rodeaba el edificio sindical. En la esquina de El Carmen y
Venezuela estaban cuatro patrullas y un minibús lleno de granaderos. En
la calle de Donceles, otras tres patrullas y otro minibús. Enfrente del
edificio pasaban patrullas cada tres o cuatro minutos. Había, en total,
uno 100 efectivos.
En la casa de Jonguitud, el número 242 de la
calle Lava, en el Pedregal, todo parecía tranquilo hasta antes de las 18
horas. Dentro de su cochera había ocho autos. Afuera estaba un Caprice
color crema, placas 281-CME del DF. Y al teléfono de su casa contestaba
el ama de llaves, Yolanda García, con invariable: “El profesor no está,
salió con sus hijos ha comer y no ha regresado”.
En diez minutos
aparecieron cuatro patrullas, un panel y un jeep de la Secretaría de
Protección y Vialidad, una patrulla de Dirección de Seguridad Nacional y
el camión 17501, con una veintena de granaderos. Iban comandados por el
“jefe de grupo” capitán Orozco Paz. En unos minutos cerraron la calle y
rodearon la manzana. Nadie podía entrar ni salir. Los vecinos tuvieron
que aguantarse. A algunos reporteros, que habían llegado antes al lugar,
los corrieron. “Nada tiene que hacer aquí. Lárguese”. De la cada de
Jonguitud se asomó la policía G. Hernández C. placa 5807, que
normalmente vigila el inmueble. Varios brazos lo jalaron y en vio lo
arrinconaron en la pared. “¿Cuál es tu nombre?¿de que corporación
eres?¿que haces aquí?” le preguntaron amenazadoramente.
A las 21
horas llegó la noticia al CIESS: Araujo del Ángel está en la Secretaria
de Gobernación. En desbandada los reporteros salieron al edificio de
Bucareli. Y así, Refugio Araujo estaba en el despacho de Fernando
Gutiérrez Barrios. A las 21:30 llegó un Corsar rojo placas 296-CYH. De
él bajó Elba Esther Gordillo, delegada política en Gustavo A. Madero. De
inmediato, se trasladó al despacho de Gutiérrez Barrios. Una hora
después llegó el secretario de Organización del SNTE, Alberto Assad
¦vila, y se incorporó a las pláticas.
Los rumores aumentaron: que
Elba Esther es la buena, que renunciará todo el comité ejecutivo
nacional del SNTE, que en provincia se tenían instrucciones de paralizar
las labores, que…
Según informaciones no desmentidas tanto del
columnista Francisco Cárdenas Cruz de El universal como del diario El
Economista, durante la reunión del consejo extraordinario del SNTE.
Jonguitud Barrios se opuso a que Araujo del Ángel dejara el cargo , “por
lo que arengó a los vanguardistas a tomar por asalto los edificios de
la SEP en provincia, bloquear carreteras, organizar paros escalonados
previos a uno nacional, distribuir volantes denunciando la intromisión
gubernamental en la autonomía del sindicato”.
Don Cuco se retira
Jonguitud
Barrios no estuvo en el consejo nacional extraordinario. Pero
trascendió que se opuso a que Araujo del Ángel dejara la secretaría
general del SNTE.
Las negociaciones en la Secretaría de
Gobernación se prolongaron. A las 0:45 salió Araujo del Ángel,
visiblemente molesto, avanzó a grandes trancos, seguido por Assad Avila.
Los reporteros lo alcanzaron, pero se negó ha hablar: “No ha habido
nada. No he platicado con el maestro Jonguitud. No tengo nada que
decir”. Y ante la insistencia, agregó: “Sea respetuoso. Ya sabrán a su
tiempo”.
Una hora después, la dirección de Comunicación Social del
CEN del SNTE informó que Araujo del Ángel había solicitado y obtenido
una “licencia limitada” como secretario del CEN.
Presurosa, con
impecable conjunto violeta de cuello blanco, Elba Esther subió a las
3:50 de la madrugada del lunes 24 al Corsar rojo y ordenó: “Al
sindicato”.
Reunidos en la sala de juntas, en el quinto piso del
edificio sindical, los secretarios de las secciones y el pleno del CEN
escucharon atentos a Araujo del Ángel. “He solicitado una licencia
ilimitada por bien de las organizaciones. Creo que existe la madurez
necesaria para que en estos momentos difíciles se conserve la unidad y
el trabajo”. Minutos después, entró Elba Esther Gordillo y se inició el
XVI Consejo Nacional Extraordinario. En breve discurso, la maestra pidió
unidad para trabajar. Afirmó que no se sancionaría a nadie, que se
entraba en una nueva etapa de la vida sindical; les pidió
institucionalidad y dijo que habría firmeza para mantener “la autonomía y
la soberanía sindical”.
Ante la ausencia de aplausos, en un
ambiente tenso, fría, Elba Esther terminó: “se que es una situación
difícil, yo comprendo su silencio”. Eran las seis de la mañana del lunes
24 de abril.
Una hora después, posó ante las cámaras de Televisa,
en una primera entrevista de la media docena en el curso del día.
Sonriente, feliz, porque “he cumplido uno de mis sueños”, la nueva
lideresa magisterio esquivó hablar sobre Vanguardia Revolucionaria,
corriente que creó su antecesor, Jonguitud Barrios, y a la que ella
misma perteneció. “Ya no está (Vanguardia). Retomamos el origen del
sindicato de maestros y somos ahora un amplio frente, donde caben todas
las corrientes”. E invitó a los mentores disidentes a dialogar, porque
“las puertas del sindicato están abiertas”.
Sobre la acusación que
la SNTE por el asesinato del dirigente disidente Misael Núñes Acosta,
dijo que tenía “limpia las manos y la conciencia”. Rechazó todo
comparación de su llegada a la dirigencia sindical con la imposición
gubernamental de Sebastián Guzmán Cabrera, al frente del sindicato
petrolero. “Le ruego que no haga comparaciones. Soy secretaria general
del SNTE por voluntad del magisterio, expresada unánimemente en el XVI
Consejo Nacional Extraordinario”.
* Este reportaje se
publicó en la edición 652 de la revista Proceso del 1 de mayo de 1989,
cuando Carlos Salinas de Gortari llevaba medio año en la Presidencia de
la República.