“El sindicalismo siempre ha estado bajo acoso patronal y de los gobiernos a su servicio”.
George Meany
I
Informa el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos, Siderúrgicos y Similares de la República Mexicana haber concluido cuatro positivas revisiones de contratos colectivos de
trabajo. Se lograron aumentos salariales y en prestaciones y nuevos empleos.
Así, en salarios lograron aumentos directos del 8 y 9 por ciento y en cuanto a prestaciones el promedio aumentado fue del 7 por ciento.
En el caso de la sección 274 del Sindicato, con sede en Lázaro Cárdenas, Mich., se crearon cien nuevas plazas, es decir, más empleo. Esto último --la creación de nuevas plazas laborales— es asaz importante no sólo por sus consecuencias prácticas en materia laboral, sino también por su poderoso simbolismo que trasciende incluso la reivindicación sindical y accede al ámbito político.
Ese simbolismo abreva en alfaguaras de energía propias, las de la cultura de la reivindicación y la coyuntura intersticial tanto histórica como actual del sindicalismo en lo microcósmico y en un
espacio más amplio, lo macrocósmico, el contextual.
Así, los esfuerzos del Sindicato Minero por lograr para sus agremiados objetivos salariales y de prestaciones sociales se identifican en un contexto de pujas propias de la opresión histórica, las de dominación, sometimiento y sojuzgación.
Así, la puja de poder –una puja desigual, siendo el Sindicato Minero la parte con recursos materiales y políticos finitos, en tanto que el poder político del Estado se nutre de la exacción fiscal injusta y draconiana-- se reduce a bandos ubicados: opresores versus oprimidos.
Esto nos lleva a otro plano de percepción del asunto que se trata aquí: los medios jurídicos de explotación y apropiación ajena –oligárquica, trasnacional-- del esfuerzo de los mexicanos, por un lado; por otro, la cultura del saqueo de tesauros patrimoniales de la nación.
II
Más céntrese éste tratamiento del asunto en la naturaleza específica de los afanes para destruir a la dirigencia del Sindicato Minero y eventualmente someter a éste al designio patronal-estatal y de esa guisa exterminar al sindicalismo independiente mexicano.
Esos afanes responden a imperativos de una forma de organización económica neoliberal –bárbara- y política antidemocrática –de cerril simulación--, empeñados sus promotores, agentes y operadores en consolidarlas a toda prisa para que el experimento dé resultados.
Háblase de experimentos y resultados. Ambas nociones son piedras de toque para decodificar los componentes del contexto general dentro del cual se insertan las actuaciones del poder político del Estado en agravio del Sindicato Minero y el sindicalismo independiente.
La implantación unilateral --antidemocrática, bajo penumbra y con opacidad, sin transparencia, sin consultársele a la ciudadanía-- de la forma de organización económica neoliberal en México tuvo, desde allí, doble carácter: antisocial y experimental.
Pero el experimento debería ser exitoso para los intereses de los implantadores y sus patrocinadores, no para los pueblos de México, de allí su seña antisocial. Ello anuncia que el desenlace del experimento debiere ser exitoso como fuere. Así ha sido. Pero hay
obstáculos.
Y muchos de esos obstáculos se representan en las secuelas mismas de la implantación del modelo económico en el campo experimental que es México. Detonó una fase de transición de nuestro sindicalismo: del corporativismo priísta al sálvese quien pueda y el independentismo.
Así, al tomar –literalmente—el poder Carlos Salinas, la transición ya se había iniciado con la cortedad de miras de su predecesor, Miguel de la Madrid. El señor Salinas prosiguió con el objetivo de destruir el sindicalismo ya en descorporativación por el omiso don Miguel.
El nuevo modelo trajo consigo premisas diferentes a las del corporativismo sindical priísta. Aquél modelo perdió lo que quedaba de un contrato social, ya por entonces nulo, que justificaba la existencia del autoritarismo presidencialista –la “dictadura perfecta”.
III
Ello creó un ámbito de nuevas condiciones. Ese ámbito tiene fronteras con el acoso –a nuestro ver brutal metalegal e incluso ilegal— de los personeros panistas del poder político del Estado al secretario general del Sindicato Minero, Napoleón Gómez Urrutia.
Por metalegal e ilegal del carácter de la persecución política nos referimos a las argucias legaloides, leguleyas, huizacheras y chicanerías usadas por la vertiente ejecutiva, dominada por el panismo (aunque no por el PAN), del poder político del Estado.
La persecución, pese al uso intensivo de la perfidia, la simulación, la mentira y el engaño y una miríada de socaliñas y ardides que socavan la moral y la ética en el ejercicio del poder del Estado, ha sido burda, si no es que grotesca, y escandalosamente obvia y de palurdos.
Ese acoso –la persecución-- tiene, a no dudarlo, móviles cuya génesis se inserta en las estrategias de un poder político dominado, en lo ejecutivo, por un panismo que, en el caso, cuenta en lo legislativo con anuencias implícitas (a veces explicitas) del priísmo.
Ello convierte al señor Gómez Urrutia en un perseguido político, condición que, al serle ratificada en los hechos por las actuaciones en su contra de los personeros de la vertiente ejecutiva –el gobierno-- del poder político del Estado.
Esa condición de perseguido político se confirma cotidianamente. Para evadir la persecución y preservar, por un lado, su investidura sindical y, por otro, su integridad física y moral, el secretario general Gómez Urrutia se ha exiliado en el extranjero.
El mero exilio del señor Gómez Urrutia es un indicador del clima represivo del statu quo de opresión que persiste en México, consecuencia de ese proceso ocurrente de consolidación –no logrado del todo-- del modelo económico implantado hace casi 27 años.
En ese mismo contexto y bajo las mismas premisas ocurre la supresión del Sindicato Mexicano de Electricistas. Éste y el Minero son banderas de reivindicación organizada frente a la voracidad patronal, que en ambos casos usa a un gobierno de vocación antimexicana.
Presente queda la tesis del economista canadiense Michael Lebowitz, profesor emérito de economía en la Fraser University, en Vancouver, enunciada en su libro Más allá de El Capital: “El capital necesita dividir a los trabajadores para derrocarlos”.
Glosario:
De la Madrid, Miguel: Presidente de México de 1982 a 1988. Adhirió México al Acuerdo General de Comercio y Tarifas (Gatt, por sus siglas en inglés), abriendo las puertas al neoliberalismo que años después (1988-89) el Consenso de Washington establecería por fiat
estadunidense para México y otros países americanos mediante la llamada “política de ajuste”.
Salinas de Gortari, Carlos: Presidente de México de 1988 a 1994. Asumió su presidencialado mediante una acción que muchos estudiosos de las ciencias políticas y sociales y millones de mexicanos consideran un golpe de Estado. El secretario del despacho de Gobernación del
Presidente De la Madrid era Manuel Bartlet, a quien se le atribuye haber instrumentado el “desenchufe” del sistema de cómputo de votos, el cual no favorecía hasta ese momento al señor Salinas. Como mandatario golpeó al sindicalismo, representado entonces en los sindicatos de trabajadores petroleros y de la educación, instalando en éste a Elba Esther Gordillo y en aquél a Sebastián Guzmán Cabrera, quien hizo posible el posterior encumbramiento de Carlos Romero
Deschamps, emblemas todos ellos del charrismo sindical. Durante el gobierno salinista, fueron asesinados por motivos políticos más de mil personas, 750 de ellas militantes del PRD.
Statu quo: estado de cosas. Realidad.
Lecturas recomendadas:
Las trasnacionales y los trabajadores, de Angelina Gutiérrez Arriola. Editorial Nuestro Tiempo.