Bertrand Russell.
I
El aserto de Felipe Calderón en el sentido de que los jóvenes consumen drogas estupefacientes y psicotrópicas porque “no creen en Dios ni lo conocen” es por decir lo menos, una opinión asaz prejuiciada y, por añadidura, inexacta.
Es, además peligrosa esa aserción del Presidente de Facto: atiza el prejuicio –resultante de ignorancia de la historia y exógena al sentido común— como expresión dogmática de verdad religiosa que no es suma de las verdades de la realidad.
Ese peligro reside en atizar el fuego de lo religioso en la vida política que, fedatariamente, ha cincelado con tragedias la historia de México. El credo religioso corresponde únicamente al fuero interno –el íntimo— de un gobernante.
No en vano, el propio Jesús, icono central del cristianismo en todas sus vertientes (católica, protestante, ortodoxas, etc.), delimitó los campos y alcances de los poderes divino y terrenal. Al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios, dijo.
Empero, al prejuicio de atribuir un problema social al cada vez más endeble esoterismo de la juventud con respecto a los mitos religiosos se suma otro vector de contenciosidad en la afirmación de don Felipe: no sólo los jóvenes consumen drogas.
No. Según los datos del propio Estado mexicano, el consumo de estupefacientes y psicotrópicos de toda variedad y modalidad ha crecido más en el estrato poblacional de los 35 a los 50 años de edad, Éste estrato consume más que el de los 15 a los 35 años.
La afirmación del señor Calderón es, amén de prejuiciado, desinformada, con la consecuencia añadida de que criminaliza a los jóvenes por, una, no creer en Dios, y dos, por consumir drogas a resultas de no creer en Dios. Es un silogismo sofista, falaz.
En contraste, el estrato poblacional más religioso es, precisamente, el de los 35 a los 50 años y es, estadísticamente, el que más drogas consume, hecho el cual exhibe al Presidente de Facto como un ajeno al pulso del país al que ostenta representar.
II
El Presidente de México, aun siendo (como es) espurio, no puede permitirse ese lujo de tener raptos místicos ni dejarse llevar por sus creencias religiosas ni por la ignorancia en sus expresiones públicas. Los efectos de sus palabras deben ser previstos.
El consumo de estupefacientes y psicotrópicos y, en general, de toda droga, es escapismo. La realidad social, económica, política y cultural es tan opresiva en México que no sorprende que seamos el país con mayor índice de suicidios en el mundo.
Tampoco sorprende el aserto de don Felipe. En 1993, cuando éste escribidor conoció a don Felipe causóle la impresión de ser alguien que se sentía escogido por Dios y no por los mexicanos para salvar al país de Lucifer, a la sazón emblematizado en el PRI.
Hoy, el PRI está muy lejos de simbolizar al monarca del Averno ni de representar sus intereses, cualesquiera que éstos fueren, aunque para don Felipe es obvio que son opuestos a los de Dios con arreglo a su muy personal cosmovisión.
En la ocasión de la conocencia de don Felipe, éste se desempeñaba como vicepresidente de una comisión camaral que tenía que ver con la negociación del Tratado de Libre Comercio de la América del Norte, que sería vigente en 1994.
Como vicepresidente de esa comisión legislativa, don Felipe había accedido a conversar con un grupo de columnistas incluido éste escribidor, quien por entonces publicaba en el diario El Financiero precisamente la columna Asimetrías.
Señálese incidentalmente que años más tarde, del 2000 al 2003, don Felipe volvería a ser diputado federal por el PAN y en ésta ocasión jefe de la bancada panista en la Cámara Baja. Antes de concluir su gestión fue llamado por Vicente Fox a Banobras.
En Banobras don Felipe obtuvo celebridad por autorizarse a sí mismo, contra las reglas, un financiamiento de más de tres millones de pesos para adquirir una casa. Combinar la moral religiosa con una ética laxa es el meollo de un doble discurso.
III
De allí el señor Calderón saltó, por designación foxista, a la secretaría del despacho de Energía, de donde el propio señor Fox lo despidió por promover desde allí su precandidatura panista a la Presidencia de la República.
Más volvamos a la ocasión del encuentro del entonces diputado Calderón con los escribidores y, así, rememórense las impresiones causadas por éste personaje en los periodistas. No hay registro verbatim de lo platicado, sino sólo reminiscencias.
Y las reminiscencias consignan algunas expresiones del diputado Calderón al explicar el apoyo de su bancada al entonces Presidente Carlos Salinas y al TLCAN, el cual violaba 36 artículos de la Constitución, modificados a posteriori.
“Así lo quiso Dios”, respondiò don Felipe a una pregunta de algunos de los escribidores acerca de los motivos del apoyo panista al señor Salinas y al TLCAN. “Démosle las gracias a Dios por éste logro”, elaboró. “Será un éxito, Dios Mediante”.
Reitérese aquí que, por supuesto, las convicciones religiosas de una persona son respetabilísimas, pues ello es un derecho incontrovertible, además de que por ministerio constitucional en México existe libertad de creencias y cultos.
Y don Felipe tiene todo el derecho del mundo a profesar la creencia que satisfaga sus necesidades espirituales y estrechar vínculos con la religión organizada e incluso a expresarlas en público y hasta incurrir en un activo proselitismo religioso.
Ello es inalienable y consagrado filosófica, ideológica, cultural y político-jurídicamente inconculcable, pero esa condición establece límites también constitucionales. La razón de ser de esos límites es la experiencia histórica.
Y esa experiencia histórica es, por decirlo sin ambages, dolorosa, remitida cronológicamente a las persecuciones eclesiásticas –las del clero organizado para fines de poder político-- en la Nueva España y en el México post-colonial.
Las guerras fraticidas del México poscolonial del siglo XIX-- y las invasiones de agresión y rapiña estadunidense de 1846-48 y francesa, y la Cristiada en el siglo XX fueron sucedidos determinados en gran medida por imperativos geopolítico-religiosos.
Hoy, aunque latente el potencial de conflicto político-religioso, el pueblo de México y su ciudadanía distinguen con claridad lo terrenal de lo divino y mantiene ajeno al poder celestial del poder político, algunos políticos no. Don Felipe debería saberlo.
ffponte@gmail.com
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Glosario:
Banobras: acrónimo de Banco Nacional de Obras y Servicios.
A posteriori: después del hecho.
Cristiada: conflicto armado conocido también como guerra cristera ocurrió de 1926 a 1929, entre el Estado mexicano y milicias de laicos, presbíteros y religiosos católicos que resintieron la aplicación de leyes y ciertas políticas públicas orientadas a reglamentar la actividad política de la Iglesia.