lunes, mayo 10, 2010
¿Festejo?
Según cifras oficiales, en el país más de 3 millones de mujeres son jefas de familia y madres, por lo que este 10 de mayo festejarán como cada año, trabajando para el sostén económico de su hogar Foto Yazmín Ortega Cortés.
La furia de la franja industrial de Estados Unidos
Un paciente recibe tratamiento dental en la Clínica Área Remota de Los Angeles, que también otorga asistencia médica gratuita y se dedica a atender a los estadunidenses que no tienen seguridad socialFoto Reuters.
Noam Chomsky
Noam Chomsky
El 18 de febrero, Joe Stack, un ingeniero en computación de 53 años de edad, se suicidó estrellando su pequeño avión contra un edificio en Austin, Texas, destruyendo una oficina del Servicio de Recaudación Fiscal (IRS, por sus siglas en inglés), matando a otra persona y lesionando a varias más en el acto.
Stack dejó un manifiesto contra el gobierno que explicaba sus acciones. La historia empieza cuando él era un adolescente que vivía en la penuria en Harrisburg, Pensilvania, cerca del corazón de lo que alguna vez fue un gran centro industrial.
Su vecina, una octogenaria que sobrevivía con alimento para gatos, era la “viuda de un obrero metalúrgico retirado. Su esposo había trabajado toda su vida en las fundidoras del centro de Pensilvania, confiado en las promesas de las grandes empresas y del sindicato de que, por sus 30 años de servicio, tendría una pensión y atención médica durante su retiro.
“En vez de ello, fue uno de los miles que no recibieron nada porque la incompetente administración de las fundidoras y el sindicato corrupto (por no mencionar al gobierno) incursionaron en sus fondos de pensiones y robaron su retiro. Todo lo que ella tenía para vivir era la Seguridad Social”.
Podía haber añadido que los muy ricos y sus aliados políticos siguen tratando de desaparecer la Seguridad Social.
Stack decidió que no podía confiar en las grandes empresas y que emprendería su propio camino, sólo para descubrir que tampoco podía confiar en un gobierno al que no le interesaba la gente como él sino sólo los ricos y privilegiados; o en un sistema legal en el cual “hay dos ‘interpretaciones’ de cada ley, una para los muy ricos, y otra para todos nosotros”.
El gobierno nos deja con “el chiste al que llamamos sistema de salud estadunidense, incluidas las compañías farmacéuticas y de seguros (que) están asesinando a decenas de miles de personas al año”, pues racionan la atención en gran medida con base en la riqueza y no la necesidad.
Stack remonta el origen de estos males a un orden social en el cual “un puñado de rufianes y saqueadores pueden cometer atrocidades impensables... y cuando es hora de que su fuente de dinero fácil se agote bajo el peso de su codicia y su abrumadora estupidez, la fuerza de todo el gobierno federal no tiene dificultad en acudir en su ayuda en cuestión de días, si no es que de horas”.
El manifiesto de Stack termina con dos frases evocadoras: “El credo comunista: de cada quien según su capacidad, para cada uno según su necesidad. El credo capitalista: que cada cual dé según su credulidad, que cada cual reciba según su codicia”.
Estudios conmovedores de las zonas industriales abandonadas de Estados Unidos revelan una indignación comparable entre los individuos que han sido desplazados a medida que los programas corporativo-estatales cierran plantas y destruyen familias y comunidades.
Una aguda sensación de traición se percibe entre la gente que creía que había cumplido su deber con la sociedad estdunidense en un pacto moral con las empresas y el gobierno, sólo para descubrir que fueron solamente instrumentos del lucro y el poder.
Existen semejanzas asombrosas en China, la segunda economía más grande del mundo, investigada por la experta de la UCLA Ching Kwan Lee.
Lee ha comparado la indignación y desesperación de la clase obrera en los desechados sectores industriales de Estados Unidos con lo que ella llama la zona industrial de China: el centro industrial socialista estatal en el noreste, ahora abandonado por el desarrollo de la zona de rápido crecimiento en el sudeste.
En ambas regiones Lee encontró protestas laborales masivas, pero diferentes en carácter. En la zona industrial abandonada, los obreros expresan la misma sensación de traición que sus contrapartes en Estados Unidos; en su caso, la traición de los principios maoístas de solidaridad y dedicación al desarrollo de la sociedad que ellos consideraban un pacto social, solamente para descubrir que fuera lo que fuera, ahora es un amargo fraude.
En todo el país, veintenas de millones de millones de trabajadores separados de sus unidades de trabajo “están invadidos por una profunda sensación de inseguridad”, que engendra “furia y desesperación”, escribe Lee.
El trabajo de Lee y estudios de la zona industrial abandonada de Estados Unidos ponen en claro que no deberíamos subestimar la profundidad de la indignación moral que radica detrás de la amargura furiosa, a menudo autodestructiva, hacia el gobierno y el poder empresarial.
En Estados Unidos, el movimiento populista llamado Tea Party –y aun más los círculos más amplios a los que llega– refleja el espíritu de la desilusión. El extremismo antifiscal del Tea Party no es tan inmediatamente suicida como la protesta de Joe Stack, pero no obstante es suicida.
En la actualidad, California es un ejemplo dramático. El mayor sistema público de educación superior del mundo está siendo desmantelado.
El gobernador Arnold Schwarzenegger dice que tendrá que eliminar los programas estatales de salud y beneficencia a menos que el gobierno federal aporte unos 7 mil millones de dólares. Otros gobernadores se le están uniendo.
Mientras tanto, un poderoso movimiento reciente por los derechos de los estados está demandando que el gobierno federal no se meta en nuestros asuntos, un buen ejemplo de lo que Orwell llamó “doble pensar”: la capacidad para tener en mente dos ideas contradictorias mientras se creen ambas, prácticamente un lema de nuestros tiempos.
La situación de California resulta en gran parte de un fanatismo antifiscal. Es muy similar en otras partes, incluso en los suburbios ricos.
Alentar el sentimiento antifiscal ha sido característico de la propaganda empresarial. La gente debe ser adoctrinada para odiar y temer al gobierno por buenas razones: de los sistemas de poder existentes, el gobierno es el único que en principio, y en ocasiones de hecho, responde al público y puede restringir las depredaciones del poder privado.
Sin embargo, la propaganda antigubernamental debe ser matizada. Las empresas, por supuesto, favorecen un Estado poderoso que trabaje para las instituciones multinacionales y financieras; e incluso las rescate cuando destruyen la economía.
Pero en un ejercicio brillante de doble pensamiento, la gente es llevada a odiar y temer al déficit. De esa forma, los asociados de las empresas en Washington podrían acordar la reducción de beneficios y derechos como la Seguridad Social (pero no los rescates).
Al mismo tiempo, la gente no debería oponerse a lo que en gran medida está creando el déficit: el creciente presupuesto militar y el sistema de atención médica privatizado completamente ineficiente.
Es fácil ridiculizar cómo Joe Stack y otros como él expresan sus inquietudes, pero es mucho más apropiado comprender lo que radica detrás de sus percepciones y acciones en una época en que las personas con verdaderos motivos de queja están siendo movilizadas en formas que representan un gran peligro para ellas mismas y para otros.
(El nuevo libro de Noam Chomsky, recién publicado, es Hopes and Prospects. Chomsky es profesor emérito de lingüística y filosofía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts en Cambridge, Massachusetts.)
Las “calificadoras” y las supercomputadoras provocan “crash bursátil automático”
Un manifestante arroja proyectiles a policías antimotines cerca del Parlamento en Atenas el miércoles 5, en protesta contra las medidas económicas del gobierno griegoFoto Reuters.
Las descalificadas calificadoras de crédito” (ver Bajo la Lupa, 29/4/10) –representadas por la tripleta del oligopolio anglosajón Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch– le asestaron en forma selectiva un golpe demoledor a Grecia y al euro (sin tocar a Estados Unidos ni a Gran Bretaña, técnicamente en peor situación), lo cual aceleró la segunda ola del caos financiero global.
La atribulada canciller alemana Angela Merkel, quien peca de ingenuidad infinita y enfrenta una crucial elección en Rin-Wesfalia Norte, fustigó al “pérfido (sic) mercado” desregulado de los bancos, hedge funds (fondos de cobertura de riesgo), especuladores y calificadoras de crédito (Bloomberg, 6/5/10).
Con la obvia excepción del archipiélago británico, en Europa continental han llovido críticas contra la desnivelada actuación de la tripleta anglosajona de las “calificadoras de crédito”, que gozan de un poder descomunal que urge domesticar.
Michael Mackenzie, de The Financial Times (7/5/10), comenta que el desplome instantáneo el histórico jueves 6 de mayo por la tarde en las bolsas de valores de Estados Unidos por un billón de dólares –equivalente al PIB de México–, y que afectó al mundo entero, es “todavía un misterio (sic)”.
Versiones han ido y venido: desde el “dedo gordo” de un corredor bursátil que tecleó mal su orden de compraventa, pasando por el “efecto griego”, hasta la eventualidad de un “sabotaje” que planteó Obama (Sam Youngman, The Hill, 7/5/10).
¿A qué hacker chino, ruso, norcoreano o iraní, pretenden arrojar la culpa por los desperfectos inherentes al desregulado modelo neoliberal?
A juicio de Michael Mackenzie la abrupta caída que se inició en el “Índice S & P 500” fue exacerbada por las supercomputadoras que “sirven para vincular a los mercados y cuyo pánico se expandió a los mercados de divisas y bonos”.
Contra todas las leyes supuestamente inmutables del “libre (sic) mercado”, los “cuatro grandes lugares” de las cotizaciones de las acciones bursátiles de Estados Unidos –NYSE Euronext, Nasdaq, BATS Trading y Direct Edge– cancelaron sus operaciones durante 20 minutos.
En Estados Unidos también “se caen los sistemas”, como seguido ocurre en forma más primitiva con las elecciones presidenciales en México.
El crack de la bolsa de Nueva York de 1987 había sido adjudicado a “programas” que habían exacerbado las abruptas caídas.
Las cotizaciones en el piso de remates se han transformado sustancialmente al haber sido superadas por los intercambios bursátiles de “alta frecuencia” de las supercomputadoras, que usan algoritmos especializados (“algos”) y que se realizan simultáneamente en otras plazas anexas a las sedes conocidas.
Para los fundamentalistas neoliberales el “comercio algorítmico” (los “algos”) mediante supercomputadoras ha hecho más “eficientes (sic)” y más “líquidos” a los mercados gracias a los avances tecnológicos.
La misma falla de los algoritmos de las supercomputadoras ya había ocurrido hace tres años en la bolsa neoyorquina NYSE con las operaciones de Crédit Suisse.
Tales algoritmos son “programas de software” que “deciden cuándo, cómo y dónde comerciar ciertos instrumentos financieros sin la necesidad de cualquier intervención humana” (“El fantasma en las máquinas”, The Financial Times, 17/2/10).
Hoy los “mercados” prácticamente automatizados son dominados por los “mercaderes de alta frecuencia” (alrededor de 60 por ciento de todas las operaciones), que aprovechan la conjunción de la tecnología y la ultravelocidad que adelanta a los postores, para no decir apostadores, a la compra de gangas en unos cuantos microsegundos. ¡Uf!
En paralelo, existe una tecnología separada que escudriña las noticias para dar a los algoritmos su “direccionalidad” (su sentido).
Jeremy Grant analiza los alcances del “comercio algorítmico” de alta frecuencia que ha trastocado (y trastornado, como sucedió el jueves aciago) los intercambios bursátiles (The Financial Times, 7/5/10): “hoy los mercados bursátiles son manejados aplastantemente por algoritmos matemáticos programados para entrar y salir en los mercados casi a la velocidad de la luz, en búsqueda frenética de gangas que resulten en rápidas ganancias”.
A juicio de Jeremy Grant, el “comercio algorítmico” sirve a “los intereses de los mercaderes cortoplacistas, que usan la más reciente magia computacional”.
Hoy más de la mitad del negocio bursátil en Estados Unidos “involucra el uso de comercio algorítmico” cuando las cotizaciones no se realizan únicamente en las conocidas bolsas de Nueva York y Nasdaq sino “en otras plataformas pletóricas (sic)”, que incluyen “pollas oscuras (sic)” –dark pools– y “sistemas operados por los mercaderes mismos”. Ahora “menos de 35 por ciento de las cotizaciones se realiza en la bolsa de Nueva York” (NYSE, por sus siglas en inglés), cuando “existen sistemas que han conseguido comerciar en solamente 16 microsegundos”.
¿Se trata de bolsas de valores tecnológicas sin humanos, o deshumanizadas?
La impactante realidad es que “la mayoría de las acciones cambian de manos en centros con vastos datos”. Uno de los centros de datos, construido por NYSE Euronext en Basildon (Gran Bretaña) –“propietario” de la bolsa de Nueva York–, mide el equivalente de tres canchas de futbol.
Pese a la azorante “revolución tecnológica”, Jeremy Grant cuestiona “los existentes sistemas de manejo de riesgo para prevenir contra los algoritmos descarrilados”.
Por lo visto, la tarde del jueves tales sistemas operados por máquinas estuvieron a punto de llevar al planeta a una catástrofe bursátil.
Lo cierto es que la tecnología manejada por supercomputadoras ha transformado la forma en que se manejan los “mercados” que se encuentran en manos de las pocas entidades financieras globales, de por sí oligopólicas, que disponen de los nuevos instrumentos de navegación bursátil que han sacado del juego a los “inversionistas ordinarios” (léase: prácticamente todo el mundo, con la excepción de la banca israelí-anglosajona).
Las catástrofes tanto deliberadas como técnicas de la desregulada globalización financiera obligan a repensar el dominio y manejo del dinero mundial, así como el “arbitraje” de sus descalificadas “calificadoras de crédito”, por la plutocracia de la banca israelí-anglosajona que ha llevado su control a niveles intolerables para todos los habitantes del planeta.
Hoy la verdadera liberación del género humano es ante todo financiera.
Un primer paso consiste en que los países afectados –es decir, la aplastante mayoría menos tres, como quedó asentado después de la deliberada balcanización y vulcanización de la eurozona– concreten sistemas propios de emisión de moneda (que incluya su apuntalamiento con materias primas estratégicas) y de manejo de crédito, con autonomía regulatoria nacional (no trasnacional), y se salgan lo más pronto posible –antes que los aniquilen pasivamente– del perverso juego financiero de las plazas bursátiles de Nueva York y Londres (en realidad, de las supercomputadoras y sus “algos” que controla la banca israelí-anglosajona). Este es el mayor desafío que enfrenta hoy la humanidad.
Alfredo Jalife-Rahme
Bajo la Lupa
Bajo la Lupa
Las descalificadas calificadoras de crédito” (ver Bajo la Lupa, 29/4/10) –representadas por la tripleta del oligopolio anglosajón Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch– le asestaron en forma selectiva un golpe demoledor a Grecia y al euro (sin tocar a Estados Unidos ni a Gran Bretaña, técnicamente en peor situación), lo cual aceleró la segunda ola del caos financiero global.
La atribulada canciller alemana Angela Merkel, quien peca de ingenuidad infinita y enfrenta una crucial elección en Rin-Wesfalia Norte, fustigó al “pérfido (sic) mercado” desregulado de los bancos, hedge funds (fondos de cobertura de riesgo), especuladores y calificadoras de crédito (Bloomberg, 6/5/10).
Con la obvia excepción del archipiélago británico, en Europa continental han llovido críticas contra la desnivelada actuación de la tripleta anglosajona de las “calificadoras de crédito”, que gozan de un poder descomunal que urge domesticar.
Michael Mackenzie, de The Financial Times (7/5/10), comenta que el desplome instantáneo el histórico jueves 6 de mayo por la tarde en las bolsas de valores de Estados Unidos por un billón de dólares –equivalente al PIB de México–, y que afectó al mundo entero, es “todavía un misterio (sic)”.
Versiones han ido y venido: desde el “dedo gordo” de un corredor bursátil que tecleó mal su orden de compraventa, pasando por el “efecto griego”, hasta la eventualidad de un “sabotaje” que planteó Obama (Sam Youngman, The Hill, 7/5/10).
¿A qué hacker chino, ruso, norcoreano o iraní, pretenden arrojar la culpa por los desperfectos inherentes al desregulado modelo neoliberal?
A juicio de Michael Mackenzie la abrupta caída que se inició en el “Índice S & P 500” fue exacerbada por las supercomputadoras que “sirven para vincular a los mercados y cuyo pánico se expandió a los mercados de divisas y bonos”.
Contra todas las leyes supuestamente inmutables del “libre (sic) mercado”, los “cuatro grandes lugares” de las cotizaciones de las acciones bursátiles de Estados Unidos –NYSE Euronext, Nasdaq, BATS Trading y Direct Edge– cancelaron sus operaciones durante 20 minutos.
En Estados Unidos también “se caen los sistemas”, como seguido ocurre en forma más primitiva con las elecciones presidenciales en México.
El crack de la bolsa de Nueva York de 1987 había sido adjudicado a “programas” que habían exacerbado las abruptas caídas.
Las cotizaciones en el piso de remates se han transformado sustancialmente al haber sido superadas por los intercambios bursátiles de “alta frecuencia” de las supercomputadoras, que usan algoritmos especializados (“algos”) y que se realizan simultáneamente en otras plazas anexas a las sedes conocidas.
Para los fundamentalistas neoliberales el “comercio algorítmico” (los “algos”) mediante supercomputadoras ha hecho más “eficientes (sic)” y más “líquidos” a los mercados gracias a los avances tecnológicos.
La misma falla de los algoritmos de las supercomputadoras ya había ocurrido hace tres años en la bolsa neoyorquina NYSE con las operaciones de Crédit Suisse.
Tales algoritmos son “programas de software” que “deciden cuándo, cómo y dónde comerciar ciertos instrumentos financieros sin la necesidad de cualquier intervención humana” (“El fantasma en las máquinas”, The Financial Times, 17/2/10).
Hoy los “mercados” prácticamente automatizados son dominados por los “mercaderes de alta frecuencia” (alrededor de 60 por ciento de todas las operaciones), que aprovechan la conjunción de la tecnología y la ultravelocidad que adelanta a los postores, para no decir apostadores, a la compra de gangas en unos cuantos microsegundos. ¡Uf!
En paralelo, existe una tecnología separada que escudriña las noticias para dar a los algoritmos su “direccionalidad” (su sentido).
Jeremy Grant analiza los alcances del “comercio algorítmico” de alta frecuencia que ha trastocado (y trastornado, como sucedió el jueves aciago) los intercambios bursátiles (The Financial Times, 7/5/10): “hoy los mercados bursátiles son manejados aplastantemente por algoritmos matemáticos programados para entrar y salir en los mercados casi a la velocidad de la luz, en búsqueda frenética de gangas que resulten en rápidas ganancias”.
A juicio de Jeremy Grant, el “comercio algorítmico” sirve a “los intereses de los mercaderes cortoplacistas, que usan la más reciente magia computacional”.
Hoy más de la mitad del negocio bursátil en Estados Unidos “involucra el uso de comercio algorítmico” cuando las cotizaciones no se realizan únicamente en las conocidas bolsas de Nueva York y Nasdaq sino “en otras plataformas pletóricas (sic)”, que incluyen “pollas oscuras (sic)” –dark pools– y “sistemas operados por los mercaderes mismos”. Ahora “menos de 35 por ciento de las cotizaciones se realiza en la bolsa de Nueva York” (NYSE, por sus siglas en inglés), cuando “existen sistemas que han conseguido comerciar en solamente 16 microsegundos”.
¿Se trata de bolsas de valores tecnológicas sin humanos, o deshumanizadas?
La impactante realidad es que “la mayoría de las acciones cambian de manos en centros con vastos datos”. Uno de los centros de datos, construido por NYSE Euronext en Basildon (Gran Bretaña) –“propietario” de la bolsa de Nueva York–, mide el equivalente de tres canchas de futbol.
Pese a la azorante “revolución tecnológica”, Jeremy Grant cuestiona “los existentes sistemas de manejo de riesgo para prevenir contra los algoritmos descarrilados”.
Por lo visto, la tarde del jueves tales sistemas operados por máquinas estuvieron a punto de llevar al planeta a una catástrofe bursátil.
Lo cierto es que la tecnología manejada por supercomputadoras ha transformado la forma en que se manejan los “mercados” que se encuentran en manos de las pocas entidades financieras globales, de por sí oligopólicas, que disponen de los nuevos instrumentos de navegación bursátil que han sacado del juego a los “inversionistas ordinarios” (léase: prácticamente todo el mundo, con la excepción de la banca israelí-anglosajona).
Las catástrofes tanto deliberadas como técnicas de la desregulada globalización financiera obligan a repensar el dominio y manejo del dinero mundial, así como el “arbitraje” de sus descalificadas “calificadoras de crédito”, por la plutocracia de la banca israelí-anglosajona que ha llevado su control a niveles intolerables para todos los habitantes del planeta.
Hoy la verdadera liberación del género humano es ante todo financiera.
Un primer paso consiste en que los países afectados –es decir, la aplastante mayoría menos tres, como quedó asentado después de la deliberada balcanización y vulcanización de la eurozona– concreten sistemas propios de emisión de moneda (que incluya su apuntalamiento con materias primas estratégicas) y de manejo de crédito, con autonomía regulatoria nacional (no trasnacional), y se salgan lo más pronto posible –antes que los aniquilen pasivamente– del perverso juego financiero de las plazas bursátiles de Nueva York y Londres (en realidad, de las supercomputadoras y sus “algos” que controla la banca israelí-anglosajona). Este es el mayor desafío que enfrenta hoy la humanidad.
México 2010: los pobres toman las armas
Como en 1810, cuando se rebelaron contra el colonialismo español; como en 1910, cuando se levantaron contra el porfiriato, los pobres de México han vuelto a empuñar las armas, ahora en 2010, para luchar de nuevo contra el espantoso destino que los ricos se obstinan en imponerles. Hay sin embargo profundas y marcadas diferencias entre los estallidos sociales de hace 100 y 200 años y el de hoy.
La más obvia: aquéllos fueron promovidos por dirigentes políticos, que llevaron a las masas a la lucha violenta en busca de soluciones colectivas a problemas comunes. Quienes participan en el alzamiento actual, lo hacen bajo las órdenes de empresarios clandestinos y persiguen objetivos individuales.
En los tres momentos históricos –1810, 1910, 2010–, la concentración de la riqueza en pocas manos, la expansión acelerada de la miseria, los privilegios inaceptables de una burocracia autoritaria, sorda, ciega y corrupta; la injusticia sistemática en perjuicio de los más débiles, la ausencia de perspectivas de cambio a corto y mediano plazos, la falta de espacios de negociación para acordar salidas pacíficas, detonaron, en cada caso, una guerra civil.
La de 1810 se propuso, y logró, abolir la esclavitud; liquidó la dominación extranjera y dio origen a un Estado nacional, sin pies ni cabeza. La de 1910 demandó, y obtuvo, la redistribución de la tierra entre los campesinos, el reconocimiento al derecho de huelga de los trabajadores y la transformación del Estado nacional en motor del desarrollo económico y tutor de un programa de conquistas sociales. La de 2010 es consecuencia del desmantelamiento del Estado nacional que en 1982 iniciaron De la Madrid y Salinas, y culminaron Zedillo, Fox y Calderón.
La guerra civil de 1810 abrió un periodo de caos político y económico, que duró más de 50 años y comenzó a cerrarse cuando Benito Juárez fortaleció la soberanía nacional después de derrotar en el campo de batalla a las tropas invasoras de Napoleón III y liberar a nuestro joven país del chantaje espiritual del Vaticano. Gracias a estos logros, Porfirio Díaz pudo organizar el Estado en la etapa final del siglo XIX, impulsar la industria y acelerar la construcción de infraestructura, pero siempre al servicio de las compañías inglesas que proliferaban aquí en esa época y para las cuales creó líneas ferroviarias que facilitaban el traslado de metales preciosos y otras materias primas de las minas y los campos a los puertos marítimos.
Otros 20 años de violencia generalizada y desastre económico sobrevinieron cuando el estallido revolucionario de 1910 engendró, primero, una guerra civil que se prolongó casi una década y, después, una nueva etapa de inestabilidad política, asonadas y cuartelazos, que incluyó el baño de sangre de la Cristiada y llegó a su fin con el ascenso de Plutarco Elías Calles al poder, más o menos al mismo tiempo que Hitler en Alemania y Stalin en Rusia.
No por casualidad el Partido Nacional Revolucionario (abuelo del PRI), el Partido Nacionalsocialista y el Partido Comunista soviético nacieron como partidos de Estado, columnas vertebrales de sus respectivos países, sin oponentes electorales y con un férreo dominio sobre el gobierno, las fuerzas armadas y los medios de comunicación. Los estados nacionales que surgieron bajo aquellos liderazgos, pese a ser casi hermanos trillizos en cuanto a sus estructuras, digamos, óseas, corrieron con distinta suerte. El más breve fue el alemán, que sucumbió en 1945; el más poderoso fue el ruso, que se convirtió en imperio y dominó la mitad del mundo hasta 1991, y el más longevo es el mexicano, que a sus ochenta y tantos años se puede derrumbar de un momento a otro, devastado por la guerra civil que, de tantas maneras, provocó Calderón.
Lo que comenzó, en diciembre de 2006, como una maniobra autoritaria para garantizar la permanencia en el poder de un gobierno de facto –la llamada guerra contra el crimen organizado, que fue sólo un pretexto para sacar al Ejército a las calles en defensa de un tiranito muerto de miedo– desató en menos de cuatro años una verdadera guerra civil. Cuando lo más urgente era tomar medidas para optimizar el uso de los recursos públicos –invertir, por ejemplo, en la construcción de refinerías para dejar de importar gasolina a partir del tercer año del sexenio, y destinar el dinero resultante de este ahorro al impulso de actividades en provecho de los jóvenes más pobres–, Calderón continuó despilfarrando el presupuesto en beneficio de los ricachones que lo incrustaron en Los Pinos para que desde allí los sirviera como capataz.
En vez de reactivar el mercado interno, fomentar el empleo mediante obras de infraestructura, recortar los privilegios de la burocracia para ampliar los programas sociales, utilizar la renta petrolera en actividades productivas, Calderón siguió usando las ganancias de Pemex para devolverle el total de sus impuestos a los ricos y, con la complicidad de éstos, consolidar negocios ilícitos, como el que urdió con Mouriño al firmar un contrato con Perú para traer gas natural por barco y vendérselo a la Comisión Federal de Electricidad a precios estratosféricos.
Si De la Madrid, Salinas y Zedillo remataron entre sus amigos y socios todas las riquezas de la nación, excepto los hidrocarburos, Fox reventó el magno yacimiento de Cantarell y le extrajo las mayores ganancias obtenidas jamás por México en su historia. Sin embargo, esos casi 7 mil millones de dólares de utilidades netas fueron a parar a las arcas de la oligarquía y a las ridículas columnas de mármol de un rancho de ladrones en Guanajuato, multiplicando exponencialmente el crecimiento de la pobreza y de la miseria, y transformando el antiguamente llamado ejército industrial de reserva en milicias de las facciones armadas que hoy se disputan el control del territorio nacional, patrocinadas por las fabulosas ganancias del narcotráfico.
La lucha entre los gatilleros de esas empresas llamadas cárteles, que no son bandas de forajidos sino temibles y verdaderos ejércitos –desde luego, mejor pertrechados que el Ejército nacional con sus casi 100 mil elementos, sin duda peor pagados que sus adversarios– constituye la esencia de esta nueva guerra civil, protagonizada centralmente por hombres y mujeres jóvenes que tomaron las armas para tratar de mejorar sus condiciones de vida.
Quizá la mayor paradoja de Calderón consista en que la única industria que de verdad floreció durante su felipato es aquella a la que le declaró la guerra desde el primer día de su arribo a Los Pinos. ¿Cuántos hombres participan hoy, como gatilleros de tiempo completo, en los ejércitos del narcotráfico? ¿20 mil, 50 mil, 70 mil? ¿Cuántos tenía Miguel Hidalgo cuando se rebeló contra España, cuántos acompañaron a Madero al inicio de su insurrección contra Díaz? No muchos, apenas algunos miles, y sin embargo inauguraron, cada uno, guerras civiles que destruyeron y transformaron el Estado y cambiaron el país.
¿Cuánto durará esta nueva guerra civil, que cubre de sangre a diario una creciente porción de México? El secretario de la Defensa habla de 10 a 15 años. García Luna supone que hasta 2014. Gómez Mont dice que a partir de junio. La CIA, la DEA, el Pentágono, Clinton, Obama, no dan cifras: simplemente pronostican que el aumento de la violencia será horripilante. Un nuevo ciclo ha comenzado en la historia de México: como en 1810, como en 1910, los pobres han vuelto a tomar las armas. Todo análisis político de corto, mediano y largo plazos, desde ahora, tendrá que partir de esta certeza.
Calderón lo logró: el país está en guerra.
jamastu@gmail.com
La más obvia: aquéllos fueron promovidos por dirigentes políticos, que llevaron a las masas a la lucha violenta en busca de soluciones colectivas a problemas comunes. Quienes participan en el alzamiento actual, lo hacen bajo las órdenes de empresarios clandestinos y persiguen objetivos individuales.
En los tres momentos históricos –1810, 1910, 2010–, la concentración de la riqueza en pocas manos, la expansión acelerada de la miseria, los privilegios inaceptables de una burocracia autoritaria, sorda, ciega y corrupta; la injusticia sistemática en perjuicio de los más débiles, la ausencia de perspectivas de cambio a corto y mediano plazos, la falta de espacios de negociación para acordar salidas pacíficas, detonaron, en cada caso, una guerra civil.
La de 1810 se propuso, y logró, abolir la esclavitud; liquidó la dominación extranjera y dio origen a un Estado nacional, sin pies ni cabeza. La de 1910 demandó, y obtuvo, la redistribución de la tierra entre los campesinos, el reconocimiento al derecho de huelga de los trabajadores y la transformación del Estado nacional en motor del desarrollo económico y tutor de un programa de conquistas sociales. La de 2010 es consecuencia del desmantelamiento del Estado nacional que en 1982 iniciaron De la Madrid y Salinas, y culminaron Zedillo, Fox y Calderón.
La guerra civil de 1810 abrió un periodo de caos político y económico, que duró más de 50 años y comenzó a cerrarse cuando Benito Juárez fortaleció la soberanía nacional después de derrotar en el campo de batalla a las tropas invasoras de Napoleón III y liberar a nuestro joven país del chantaje espiritual del Vaticano. Gracias a estos logros, Porfirio Díaz pudo organizar el Estado en la etapa final del siglo XIX, impulsar la industria y acelerar la construcción de infraestructura, pero siempre al servicio de las compañías inglesas que proliferaban aquí en esa época y para las cuales creó líneas ferroviarias que facilitaban el traslado de metales preciosos y otras materias primas de las minas y los campos a los puertos marítimos.
Otros 20 años de violencia generalizada y desastre económico sobrevinieron cuando el estallido revolucionario de 1910 engendró, primero, una guerra civil que se prolongó casi una década y, después, una nueva etapa de inestabilidad política, asonadas y cuartelazos, que incluyó el baño de sangre de la Cristiada y llegó a su fin con el ascenso de Plutarco Elías Calles al poder, más o menos al mismo tiempo que Hitler en Alemania y Stalin en Rusia.
No por casualidad el Partido Nacional Revolucionario (abuelo del PRI), el Partido Nacionalsocialista y el Partido Comunista soviético nacieron como partidos de Estado, columnas vertebrales de sus respectivos países, sin oponentes electorales y con un férreo dominio sobre el gobierno, las fuerzas armadas y los medios de comunicación. Los estados nacionales que surgieron bajo aquellos liderazgos, pese a ser casi hermanos trillizos en cuanto a sus estructuras, digamos, óseas, corrieron con distinta suerte. El más breve fue el alemán, que sucumbió en 1945; el más poderoso fue el ruso, que se convirtió en imperio y dominó la mitad del mundo hasta 1991, y el más longevo es el mexicano, que a sus ochenta y tantos años se puede derrumbar de un momento a otro, devastado por la guerra civil que, de tantas maneras, provocó Calderón.
Lo que comenzó, en diciembre de 2006, como una maniobra autoritaria para garantizar la permanencia en el poder de un gobierno de facto –la llamada guerra contra el crimen organizado, que fue sólo un pretexto para sacar al Ejército a las calles en defensa de un tiranito muerto de miedo– desató en menos de cuatro años una verdadera guerra civil. Cuando lo más urgente era tomar medidas para optimizar el uso de los recursos públicos –invertir, por ejemplo, en la construcción de refinerías para dejar de importar gasolina a partir del tercer año del sexenio, y destinar el dinero resultante de este ahorro al impulso de actividades en provecho de los jóvenes más pobres–, Calderón continuó despilfarrando el presupuesto en beneficio de los ricachones que lo incrustaron en Los Pinos para que desde allí los sirviera como capataz.
En vez de reactivar el mercado interno, fomentar el empleo mediante obras de infraestructura, recortar los privilegios de la burocracia para ampliar los programas sociales, utilizar la renta petrolera en actividades productivas, Calderón siguió usando las ganancias de Pemex para devolverle el total de sus impuestos a los ricos y, con la complicidad de éstos, consolidar negocios ilícitos, como el que urdió con Mouriño al firmar un contrato con Perú para traer gas natural por barco y vendérselo a la Comisión Federal de Electricidad a precios estratosféricos.
Si De la Madrid, Salinas y Zedillo remataron entre sus amigos y socios todas las riquezas de la nación, excepto los hidrocarburos, Fox reventó el magno yacimiento de Cantarell y le extrajo las mayores ganancias obtenidas jamás por México en su historia. Sin embargo, esos casi 7 mil millones de dólares de utilidades netas fueron a parar a las arcas de la oligarquía y a las ridículas columnas de mármol de un rancho de ladrones en Guanajuato, multiplicando exponencialmente el crecimiento de la pobreza y de la miseria, y transformando el antiguamente llamado ejército industrial de reserva en milicias de las facciones armadas que hoy se disputan el control del territorio nacional, patrocinadas por las fabulosas ganancias del narcotráfico.
La lucha entre los gatilleros de esas empresas llamadas cárteles, que no son bandas de forajidos sino temibles y verdaderos ejércitos –desde luego, mejor pertrechados que el Ejército nacional con sus casi 100 mil elementos, sin duda peor pagados que sus adversarios– constituye la esencia de esta nueva guerra civil, protagonizada centralmente por hombres y mujeres jóvenes que tomaron las armas para tratar de mejorar sus condiciones de vida.
Quizá la mayor paradoja de Calderón consista en que la única industria que de verdad floreció durante su felipato es aquella a la que le declaró la guerra desde el primer día de su arribo a Los Pinos. ¿Cuántos hombres participan hoy, como gatilleros de tiempo completo, en los ejércitos del narcotráfico? ¿20 mil, 50 mil, 70 mil? ¿Cuántos tenía Miguel Hidalgo cuando se rebeló contra España, cuántos acompañaron a Madero al inicio de su insurrección contra Díaz? No muchos, apenas algunos miles, y sin embargo inauguraron, cada uno, guerras civiles que destruyeron y transformaron el Estado y cambiaron el país.
¿Cuánto durará esta nueva guerra civil, que cubre de sangre a diario una creciente porción de México? El secretario de la Defensa habla de 10 a 15 años. García Luna supone que hasta 2014. Gómez Mont dice que a partir de junio. La CIA, la DEA, el Pentágono, Clinton, Obama, no dan cifras: simplemente pronostican que el aumento de la violencia será horripilante. Un nuevo ciclo ha comenzado en la historia de México: como en 1810, como en 1910, los pobres han vuelto a tomar las armas. Todo análisis político de corto, mediano y largo plazos, desde ahora, tendrá que partir de esta certeza.
Calderón lo logró: el país está en guerra.
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Columna Asimetrías. Mario Villanueva
10 mayo 2010
“Las venganzas políticas desde el poder son la suma de perversidad diabólica ”.
Shakespeare.
I
Mario Villanueva Madrid, quien gobernó el Estado de Quintana Roo de 1993 a 1999 y, antes, se desempeñó como Senador de la República por esa misma entidad federativa, fue extraditado a Estados Unidos en un típico “sabadazo”.
El hecho fue anormal: la entrega del exgobernador --preso durante una década y nueve años sin sentencia en un penal de máxima seguridad-- ocurrió no obstante que estaba amparado por la justicia federal, la misma que, en contradicción, dispuso su extradición.
El caso del señor Villanueva –ya en Nueva York, en donde será juzgado por presuntos delitos de complicidad en la exportación ilegal de cocaína colombiana a EU—tiene connotaciones que son una radiografía del sistema judicial mexicano.
Esa radiografía exhibe que el sistema de procuración e impartición de justicia es, además de extremadamente corrupto, instrumento de los personeros del poder político del Estado para satisfacer apetitos de venganza personal y/o política.
Así, a la cárcel han ido a dar por esos motivos de venganza personal no pocos individuos del propio poder político del Estado mexicano que hayan incurrido en la ira del Presidente de la República en turno o alguien con influencia sobre éste.
Caso en punto es el de Dante Delgado Rannauro, quien fue gobernador del Estado de Veracruz y enviado a prisión por un capricho de Ernesto Zedillo, quien era el Presidente de la República, y un obsequioso y medroso gobernador sucesor de aquél.
II
A don Dante no se le demostró la fehacencia de los cargos que se le formularon por órdenes del señor Zedillo, además de que la presunta comisión de delitos imputada había prescrito. Pero le hicieron sufrir una venganza visceral del Presidente.
Más la intención del entonces mandatario no era sólo la de vengarse del señor Delgado –hoy candidato a la gubernatura de Veracruz-- por supuestos agravios en contra del vengador, sino destruirlo políticamente y, desde luego, en lo personal.
No lo logró el señor Zedillo, en cuya venganza personal por que no toleró que don Dante le informara de la corrupción colosal en la dispensa de recursos del Estado en Chiapas, enlistó la muy activa participación de Miguel Ángel Yunes Linares.
El señor Yunes –quien era a la sazón secretario general de gobierno en el sexenio veracruzano de Patricio Chirinos, un borrachín consuetudinario sin pena ni gloria— es hoy, paradójicamente, también candidato a la gubernatura de ese Estado costero.
Y, paradójicamente también, don Dante y el señor Yunes son contendientes en una lid electoral en la cual el primero realiza una campaña de proseltisimo con propuestas concretas y el segundo incurre en posturas de subyacente laya amenazadora.
Ambos personajes, dígase e la pasada, enfrentan al propio actual mandatario, Fidel Herrera, cuya candidatura es subrogada –la ley le impide reelegirse--, mediante la guisa de un paniaguado, el obeso Javier Duarte, ducho ya en las malas artes de la corrupción.
III
Más volvamos al señor Villanueva –con varias enfermedades, casi ciego, pero poseedor de una enorme entereza y presencia de ánimo ante la adversidad— y reitérese que su Némesis es ese mismo don Ernesto que como presidente mostró vena psicópata.
Una vez encarcelado por instrucciones del señor Zedillo, la maquinaria del infamante aparato judicial mexicano –célebre en el mundo por ello--, el quintanarroense ha sido utilizado por los sucesores panistas del dudoso priísta don Ernesto.
Así, su encarcelación fue utilizada electoralmente por Vicente Fox, empeñado en desacreditar al PRI, al que quiso exhibir como matriz de gobernantes corruptos y “narcos”. Hoy, Felipe Calderón usa la extradición con fines político-electoreros.
Al extraditar incluso ilegalmente a don Mario, don Felipe trasmite un mensaje político en vísperas de las elecciones de éste año y sin candidatos confiables y en alianzas cupulares y ante un electorado que todo indica que los repudiará en las urnas.
El mensaje es el de que él, don Felipe, ha logrado que en EU sea juzgado el primer exgobernador priísta, implicando con ello, por asociación, que los candidatos priístas son narcos. Juego peligroso ese: “¡Vean, los priístas son narcos! No voten por ellos!”.
En aras del interés político-electoral faccioso, el Presidente de Facto consuma el encargo de don Ernesto: destruir, por venganza, a quien osó informarle de las pillerías de familiares del entonces Presidente en el ámbito de QR. Moralejas monstruosas
ffponte@gmail.com
Shakespeare.
I
Mario Villanueva Madrid, quien gobernó el Estado de Quintana Roo de 1993 a 1999 y, antes, se desempeñó como Senador de la República por esa misma entidad federativa, fue extraditado a Estados Unidos en un típico “sabadazo”.
El hecho fue anormal: la entrega del exgobernador --preso durante una década y nueve años sin sentencia en un penal de máxima seguridad-- ocurrió no obstante que estaba amparado por la justicia federal, la misma que, en contradicción, dispuso su extradición.
El caso del señor Villanueva –ya en Nueva York, en donde será juzgado por presuntos delitos de complicidad en la exportación ilegal de cocaína colombiana a EU—tiene connotaciones que son una radiografía del sistema judicial mexicano.
Esa radiografía exhibe que el sistema de procuración e impartición de justicia es, además de extremadamente corrupto, instrumento de los personeros del poder político del Estado para satisfacer apetitos de venganza personal y/o política.
Así, a la cárcel han ido a dar por esos motivos de venganza personal no pocos individuos del propio poder político del Estado mexicano que hayan incurrido en la ira del Presidente de la República en turno o alguien con influencia sobre éste.
Caso en punto es el de Dante Delgado Rannauro, quien fue gobernador del Estado de Veracruz y enviado a prisión por un capricho de Ernesto Zedillo, quien era el Presidente de la República, y un obsequioso y medroso gobernador sucesor de aquél.
II
A don Dante no se le demostró la fehacencia de los cargos que se le formularon por órdenes del señor Zedillo, además de que la presunta comisión de delitos imputada había prescrito. Pero le hicieron sufrir una venganza visceral del Presidente.
Más la intención del entonces mandatario no era sólo la de vengarse del señor Delgado –hoy candidato a la gubernatura de Veracruz-- por supuestos agravios en contra del vengador, sino destruirlo políticamente y, desde luego, en lo personal.
No lo logró el señor Zedillo, en cuya venganza personal por que no toleró que don Dante le informara de la corrupción colosal en la dispensa de recursos del Estado en Chiapas, enlistó la muy activa participación de Miguel Ángel Yunes Linares.
El señor Yunes –quien era a la sazón secretario general de gobierno en el sexenio veracruzano de Patricio Chirinos, un borrachín consuetudinario sin pena ni gloria— es hoy, paradójicamente, también candidato a la gubernatura de ese Estado costero.
Y, paradójicamente también, don Dante y el señor Yunes son contendientes en una lid electoral en la cual el primero realiza una campaña de proseltisimo con propuestas concretas y el segundo incurre en posturas de subyacente laya amenazadora.
Ambos personajes, dígase e la pasada, enfrentan al propio actual mandatario, Fidel Herrera, cuya candidatura es subrogada –la ley le impide reelegirse--, mediante la guisa de un paniaguado, el obeso Javier Duarte, ducho ya en las malas artes de la corrupción.
III
Más volvamos al señor Villanueva –con varias enfermedades, casi ciego, pero poseedor de una enorme entereza y presencia de ánimo ante la adversidad— y reitérese que su Némesis es ese mismo don Ernesto que como presidente mostró vena psicópata.
Una vez encarcelado por instrucciones del señor Zedillo, la maquinaria del infamante aparato judicial mexicano –célebre en el mundo por ello--, el quintanarroense ha sido utilizado por los sucesores panistas del dudoso priísta don Ernesto.
Así, su encarcelación fue utilizada electoralmente por Vicente Fox, empeñado en desacreditar al PRI, al que quiso exhibir como matriz de gobernantes corruptos y “narcos”. Hoy, Felipe Calderón usa la extradición con fines político-electoreros.
Al extraditar incluso ilegalmente a don Mario, don Felipe trasmite un mensaje político en vísperas de las elecciones de éste año y sin candidatos confiables y en alianzas cupulares y ante un electorado que todo indica que los repudiará en las urnas.
El mensaje es el de que él, don Felipe, ha logrado que en EU sea juzgado el primer exgobernador priísta, implicando con ello, por asociación, que los candidatos priístas son narcos. Juego peligroso ese: “¡Vean, los priístas son narcos! No voten por ellos!”.
En aras del interés político-electoral faccioso, el Presidente de Facto consuma el encargo de don Ernesto: destruir, por venganza, a quien osó informarle de las pillerías de familiares del entonces Presidente en el ámbito de QR. Moralejas monstruosas
ffponte@gmail.com
Plan B. Los hijos del narco
10 mayo 2010
El único gobernador de la historia de México que ha sido juzgado por vínculos con el narco es Mario Villanueva, el priísta extraditado ayer a Estados Unidos. Curiosamente quien tuvo la valentía para arrestarlo fue el presidente Ernesto Zedillo, quien antepuso la evidencia aportada por la DEA y SIEDO a la consabida colusión partidista que se estila en nuestro país. Este es un hecho histórico.
En aquel entonces las y los quintanarroenses vimos el dramático aumento en circulación de cocaína colombiana para mercados locales y el trasiego a Estados Unidos por el aeropuerto de Cancún y vía marítima por el Golfo. Villanueva recibía, según las autoridades, medio millón de dólares por cada cargamento propiedad de El Señor de los Cielos, Amado Carrillo, por ello el ex gobernador protegió y fortaleció al cártel de Juárez durante su mandato (1993 y 1997). Hay un sinfín de evidencias y testimonios sobre los narcorranchos y los servidores públicos que se aliaron para lograr introducir, según la DEA, cientos de toneladas de droga. Gracias a ello Villanueva logró lavar 100 millones de dólares.
Su familia lo sabía todo, pero favorecida por el enriquecimiento ilícito, usual entre políticos corruptos, lo apoya incondicionalmente. Lo sorprendente es que sus fechorías le convirtieron en héroe, creando un movimiento social que lo avala y que ha normalizado que un gobernador sea aliado de los cárteles mientras beneficie a sus huestes. Respaldado por este movimiento, el hijo de Mario Villanueva ha logrado imponer su poder en Quintana Roo y el PRI se vio “obligado” a darle la candidatura para la alcaldía de Othon P. Blanco (Chetumal). Pretende más tarde convertirse en gobernador y reivindicar la política de su padre. Miles de personas que se beneficiaron de la corrupción de Villanueva y de la entrada del narco en el estado, defienden al ex mandatario como a un mártir, casi con devoción. Algunos argumentan que es inocente, pero la mayoría, en un discurso totalmente amoral, insiste en que fue un buen gobernador y que “ayudó” a mucha gente (como si mezclar dinero público e ilícito fuera insustancial). Ahora las huestes del PRI villanuevista se fortalecen y con ellas se advierte la decadencia total de la capital estado.
El fenómeno Villanueva es ejemplar porque muestra claramente que el reto de toda la sociedad mexicana consiste en reconstruir y fortalecer la ética pública desde lo individual; de no ser así las próximas generaciones crecerán con una visión absolutamente cínica del mundo. Tal como sucedió con Berlusconi en Italia. Cuando le reeligieron sabían de sus vínculos mafiosos, de la corrupción de Estado, y sin embargo le dieron más poder. Hay quien dice que quienes votaron por Berlusconi no solamente se rindieron ante la mafiopolítica italiana; también asimilaron los principios corruptos del líder y coinciden con la cultura del “quien no transa no avanza”.
Quintana Roo da el ejemplo de cómo la sociedad, o una buena parte de ella, se hace cómplice abierta de la narcopolítica. En contraste, Juan Pablo, el hijo del capo Pablo Escobar, en su documental Los pecados de mi padre hace una revisión ética y emocional sobre el impacto del crimen organizado y sobre el daño que el narcotráfico y los cárteles hacen a la sociedad. Algunos aprenden la lección, otros simplemente viven de ella.
En aquel entonces las y los quintanarroenses vimos el dramático aumento en circulación de cocaína colombiana para mercados locales y el trasiego a Estados Unidos por el aeropuerto de Cancún y vía marítima por el Golfo. Villanueva recibía, según las autoridades, medio millón de dólares por cada cargamento propiedad de El Señor de los Cielos, Amado Carrillo, por ello el ex gobernador protegió y fortaleció al cártel de Juárez durante su mandato (1993 y 1997). Hay un sinfín de evidencias y testimonios sobre los narcorranchos y los servidores públicos que se aliaron para lograr introducir, según la DEA, cientos de toneladas de droga. Gracias a ello Villanueva logró lavar 100 millones de dólares.
Su familia lo sabía todo, pero favorecida por el enriquecimiento ilícito, usual entre políticos corruptos, lo apoya incondicionalmente. Lo sorprendente es que sus fechorías le convirtieron en héroe, creando un movimiento social que lo avala y que ha normalizado que un gobernador sea aliado de los cárteles mientras beneficie a sus huestes. Respaldado por este movimiento, el hijo de Mario Villanueva ha logrado imponer su poder en Quintana Roo y el PRI se vio “obligado” a darle la candidatura para la alcaldía de Othon P. Blanco (Chetumal). Pretende más tarde convertirse en gobernador y reivindicar la política de su padre. Miles de personas que se beneficiaron de la corrupción de Villanueva y de la entrada del narco en el estado, defienden al ex mandatario como a un mártir, casi con devoción. Algunos argumentan que es inocente, pero la mayoría, en un discurso totalmente amoral, insiste en que fue un buen gobernador y que “ayudó” a mucha gente (como si mezclar dinero público e ilícito fuera insustancial). Ahora las huestes del PRI villanuevista se fortalecen y con ellas se advierte la decadencia total de la capital estado.
El fenómeno Villanueva es ejemplar porque muestra claramente que el reto de toda la sociedad mexicana consiste en reconstruir y fortalecer la ética pública desde lo individual; de no ser así las próximas generaciones crecerán con una visión absolutamente cínica del mundo. Tal como sucedió con Berlusconi en Italia. Cuando le reeligieron sabían de sus vínculos mafiosos, de la corrupción de Estado, y sin embargo le dieron más poder. Hay quien dice que quienes votaron por Berlusconi no solamente se rindieron ante la mafiopolítica italiana; también asimilaron los principios corruptos del líder y coinciden con la cultura del “quien no transa no avanza”.
Quintana Roo da el ejemplo de cómo la sociedad, o una buena parte de ella, se hace cómplice abierta de la narcopolítica. En contraste, Juan Pablo, el hijo del capo Pablo Escobar, en su documental Los pecados de mi padre hace una revisión ética y emocional sobre el impacto del crimen organizado y sobre el daño que el narcotráfico y los cárteles hacen a la sociedad. Algunos aprenden la lección, otros simplemente viven de ella.
EDITORIAL. Lo que nos espera.
Año 8, número 3345
unes 10, mayo del año 2010
Lo que nos espera.
Intentando desviar la atención hacia lo verdaderamente importante, los medios de comunicación han relegado a segundo término lo que está sucediendo en el Golfo de México.
Donde la responsable (irresponsable sería más propio) del derrame de crudo, la British Petroleum, más todos los que están colaborando, entre ellos hasta el Ejército de los EEUU, fracasó al intentar el viernes pasado detener la catástrofe ambiental que a borbotones sale del fondo del lecho marino.
Que si en un principio se calculó en cinco mil barriles diarios, hoy se estima que es cinco veces mayor. Aunque sabido es que todos son datos y cifras aproximadas.
Y lo peor del caso es que, al no haberse enfrentado a nada similar, lo cierto es que no tienen ni idea de lo que deben hacer para contenerlo; y por supuesto, ni para cuando podrán hacerlo.
Fracaso que sin duda hará que se refuercen los operativos y sean más las naciones que se vuelquen a solucionar el gravísimo problema. Pues a querer o no, afectará a todo el Planeta.
Lo cierto es que entre temblores, erupciones y estupideces humanas, los tiempos que se avecinan se presumen aciagos.
Pero por lo visto, ni con esto acabaremos de entender que los seres humanos no somos ni con mucho los hechos a imagen y semejanza de algún ser todo poderoso, que si bien es cierto que dicen que ha llegado a curar a algunos tullidos o ciegos, es perfectamente incapaz de ayudar a “sus hijos muy amados a los que tanto ama” (¿?)
O de poner en orden a una humanidad enferma y en consecuencia decadente y en vías de la autodestrucción (lo que no habla muy bien de nuestra decantada inteligencia) que se ha significado como una auténtica plaga sobre La Madre Tierra.
Si salimos de esta (o de estas, mejor dicho) ojalá rescatemos algo de humildad y sensatez. Y poniendo los pies en La Tierra, nos dejemos de tanta idolatría y estupideces y aprendamos que ir en contra de La Madre Naturaleza no nos lleva a ningún otro lado que no sea la destrucción. Que es lamentablemente lo que nos espera. Pues los rezos, las bendiciones y las estampitas seguro que no nos sacarán adelante.
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