“El debate entre el PRI y el PAN es una ´pelea arreglada´”.
Andrés Manuel López Obrador.
I
En éste día se cumplirán 103 años de la represión violenta del poder político porfiita del Estado mexicano en agravio de los mineros huelguistas de Cananea, cuyas demandas salariales de entonces no eran distintas a las que plantean hoy.
Esa represión fue el detonante, en la cronología histórica, del movimiento social, político y armado que conocemos como la Revolución Mexicana, proceso de vena épica y fibra epopéyica que cohesionó a la sociedad durante generaciones.
Ese chispazo de 1906 incendió al país. Y aunque ese incendió culminó en 1917, según los historiadores orgánicos de generaciones posteriores, adheridos filosóficamente al nuevo Estado mexicano pseudos-revolucionario y a su largueza crematística.
Empero, ese proceso –la Revolución Mexicana— fue solamente una etapa o un hito en el aun interminable “continuum” de las luchas históricas del pueblo de México por reivindicar derechos y desasirse de yugos y opresiones propias y ajenas.
Después de 1917 –la culminación, únicamente, de una etapa-- , con la promulgación de la Carta Magna que, parchada e irreconocible hoy, nos rige aun, el movimiento revolucionario cayó en latencia hipnótica, epidural, secuela de la simulación.
Y es que, a partir de 1917, se simuló la instauración de un Estado revolucionario, sostenido por afinidades materiales, cohesionantes, entre el poder político emergente, en ascenso, y de cuño nuevo, y los antiguos potestatarios enemigos, ya amigos.
Ambas fuerzas –las del naciente poder político del Estado presuntamente revolucionario y las atávicas hasta entonces enemigas-- se cohesionaron en torno a la base económica, ajena tanto entonces como hoy al interés social.
II
Y socios y cómplices, por añadidura. El nuevo poder político del Estado se entreveró con los poderes atávicos, surgiendo, así, potestades fácticas nuevas. Éstas devinieron, generaciones más tarde, en el control de dicho poder político del Estado.
Y así estamos hoy. El poder político del Estado mexicano ha sido controlado por personeros de laya ideológica-político identificada por la expresión antisocial de las aversiones de clase –la “clase política” privilegiada— de aquellos.
Los contrarrevolucionarios que ordenaron la represión de los mineros de Cananea en 1906 se mimetizaron con los revolucionario, pero desde 1940 exhibieron, ya sin tapujos ni pudores, su cobre verdadero. Pero simulaban ser revolucionarios.
Incluso, fundaron un partido político denominado, precisamente, “Revolucionario Institucional”. La simulación en el ejercicio del poder político del Estado pseudo-revolucionario accedió a estadios de perverso virtuosismo y filigrana sin parangón.
El virtuosismo y la filigranería ha ido cesando desde 1940, sustituida por una tosca, palurda y cerril rusticidad, de zafia brutalidad, prevaleciente hoy, bajo siglas partidistas distintas, pero convergentes en el fondo. Hasta el 2000, el PRI; desde entonces, el PAN. .
Simular fue combinada con la aplicación de prácticas represivas en agravio de los descontentos y las discrepancias y disidencias e incluso insurgencias sociales reivindicadoras, civiles o político-militares: hay muchos presos políticos, desaparecidos.
La represión del Estado –monopolista de la violencia legal-- se practica con varias modalidades y estilos, en un espectro que va desde la cooptación hasta la violación de derechos humanos representados en el secuestro, la tortura y el encarcelamiento ilegal.
III
No en vano el Estado mexicano es conocido en el mundo como uno de los más violadores de derechos humanos, atributo nada edificante cincelado por otros logros prolijamente fehacientes: el mayor torturador y el más secuestrador ¡en el mundo!
Más no sólo eso, caro leyente. También es célebre –tristemente— el Estado mexicano por su forma de organización política (o modelo político) nominalmente una democracia, pero sustentada sobre prácticas antidemocráticas muy documentadas.
¡Qué honor! Pero pocos son los mexicanos conscientes de esas peculiaridades aberrantes del Estado, cuyo poder político ha trocado la filigranería y el barroco para simular y se desempeña grotesca, groseramente, burdo.
Esto nos lleva a Cananea. La represión que hizo arder la yesca en 1906 continúa imparable, más espectacular y dramática que hace un siglo, lo cual induce a pensar que la Revolución Mexicana no cambió la cosas y, por ello, fracasó; se desvirtuó. Abortó.
Si el estado de cosas injusto, desigual e inicuo continúa inmutable e imbatible un siglo después de haber motivado un proceso revolucionario --de transformación-- es algo para preocuparse. En el fondo, estamos igual que en 1906 y, tal vez, que en 1806.
Lo que se ha metamorfoseado es la forma; es decir, mutaciones en los estilos de opresión y represión, aunque el paisaje físico y demográfico es otro.
Más allá de esos matices superficiales, en todo el país los problemas de los mexicanos son exactamente de la misma naturaleza causal de hace siglos. Los mineros de Cananea padecen la opresión que sufrieron sus abuelos; sólo ha cambiado el calendario.
ffponte@gmail.com
www.faustofernandezponte.com
Glosario:
Crematística: interés pecuniario de una actividad
Epidural: dicho de un tipo de anestesia.
Epopéyica: de epopeya. Conjunto de tradiciones literarias épicas de un pueblo.
Latencia: de latente.
Yesca: materia muy seca, preparada de suerte que cualquier chispa prenda en ella.
Andrés Manuel López Obrador.
I
En éste día se cumplirán 103 años de la represión violenta del poder político porfiita del Estado mexicano en agravio de los mineros huelguistas de Cananea, cuyas demandas salariales de entonces no eran distintas a las que plantean hoy.
Esa represión fue el detonante, en la cronología histórica, del movimiento social, político y armado que conocemos como la Revolución Mexicana, proceso de vena épica y fibra epopéyica que cohesionó a la sociedad durante generaciones.
Ese chispazo de 1906 incendió al país. Y aunque ese incendió culminó en 1917, según los historiadores orgánicos de generaciones posteriores, adheridos filosóficamente al nuevo Estado mexicano pseudos-revolucionario y a su largueza crematística.
Empero, ese proceso –la Revolución Mexicana— fue solamente una etapa o un hito en el aun interminable “continuum” de las luchas históricas del pueblo de México por reivindicar derechos y desasirse de yugos y opresiones propias y ajenas.
Después de 1917 –la culminación, únicamente, de una etapa-- , con la promulgación de la Carta Magna que, parchada e irreconocible hoy, nos rige aun, el movimiento revolucionario cayó en latencia hipnótica, epidural, secuela de la simulación.
Y es que, a partir de 1917, se simuló la instauración de un Estado revolucionario, sostenido por afinidades materiales, cohesionantes, entre el poder político emergente, en ascenso, y de cuño nuevo, y los antiguos potestatarios enemigos, ya amigos.
Ambas fuerzas –las del naciente poder político del Estado presuntamente revolucionario y las atávicas hasta entonces enemigas-- se cohesionaron en torno a la base económica, ajena tanto entonces como hoy al interés social.
II
Y socios y cómplices, por añadidura. El nuevo poder político del Estado se entreveró con los poderes atávicos, surgiendo, así, potestades fácticas nuevas. Éstas devinieron, generaciones más tarde, en el control de dicho poder político del Estado.
Y así estamos hoy. El poder político del Estado mexicano ha sido controlado por personeros de laya ideológica-político identificada por la expresión antisocial de las aversiones de clase –la “clase política” privilegiada— de aquellos.
Los contrarrevolucionarios que ordenaron la represión de los mineros de Cananea en 1906 se mimetizaron con los revolucionario, pero desde 1940 exhibieron, ya sin tapujos ni pudores, su cobre verdadero. Pero simulaban ser revolucionarios.
Incluso, fundaron un partido político denominado, precisamente, “Revolucionario Institucional”. La simulación en el ejercicio del poder político del Estado pseudo-revolucionario accedió a estadios de perverso virtuosismo y filigrana sin parangón.
El virtuosismo y la filigranería ha ido cesando desde 1940, sustituida por una tosca, palurda y cerril rusticidad, de zafia brutalidad, prevaleciente hoy, bajo siglas partidistas distintas, pero convergentes en el fondo. Hasta el 2000, el PRI; desde entonces, el PAN. .
Simular fue combinada con la aplicación de prácticas represivas en agravio de los descontentos y las discrepancias y disidencias e incluso insurgencias sociales reivindicadoras, civiles o político-militares: hay muchos presos políticos, desaparecidos.
La represión del Estado –monopolista de la violencia legal-- se practica con varias modalidades y estilos, en un espectro que va desde la cooptación hasta la violación de derechos humanos representados en el secuestro, la tortura y el encarcelamiento ilegal.
III
No en vano el Estado mexicano es conocido en el mundo como uno de los más violadores de derechos humanos, atributo nada edificante cincelado por otros logros prolijamente fehacientes: el mayor torturador y el más secuestrador ¡en el mundo!
Más no sólo eso, caro leyente. También es célebre –tristemente— el Estado mexicano por su forma de organización política (o modelo político) nominalmente una democracia, pero sustentada sobre prácticas antidemocráticas muy documentadas.
¡Qué honor! Pero pocos son los mexicanos conscientes de esas peculiaridades aberrantes del Estado, cuyo poder político ha trocado la filigranería y el barroco para simular y se desempeña grotesca, groseramente, burdo.
Esto nos lleva a Cananea. La represión que hizo arder la yesca en 1906 continúa imparable, más espectacular y dramática que hace un siglo, lo cual induce a pensar que la Revolución Mexicana no cambió la cosas y, por ello, fracasó; se desvirtuó. Abortó.
Si el estado de cosas injusto, desigual e inicuo continúa inmutable e imbatible un siglo después de haber motivado un proceso revolucionario --de transformación-- es algo para preocuparse. En el fondo, estamos igual que en 1906 y, tal vez, que en 1806.
Lo que se ha metamorfoseado es la forma; es decir, mutaciones en los estilos de opresión y represión, aunque el paisaje físico y demográfico es otro.
Más allá de esos matices superficiales, en todo el país los problemas de los mexicanos son exactamente de la misma naturaleza causal de hace siglos. Los mineros de Cananea padecen la opresión que sufrieron sus abuelos; sólo ha cambiado el calendario.
ffponte@gmail.com
www.faustofernandezponte.com
Glosario:
Crematística: interés pecuniario de una actividad
Epidural: dicho de un tipo de anestesia.
Epopéyica: de epopeya. Conjunto de tradiciones literarias épicas de un pueblo.
Latencia: de latente.
Yesca: materia muy seca, preparada de suerte que cualquier chispa prenda en ella.