“Los representantes de Dios en la tierra y los representantes del pueblo tienen, ambos, una representación espuria”.
La Pasionaria.
I
El aforismo atribuido a la legendaria dirigente republicana española Dolores Ibarruri, La Pasionaria, es fiel al espejo diario si traído al plano mexicano. En España, la II Republica fue destruida por el franquismo atroz y un tercer protagonista, la Iglesia.
Sí, la Iglesia. La Iglesia católica, aclárese, que se desempeñó durante la guerra civil española como un partido político sustentador de Francisco Franco –a quien ungió como brazo armado de Dios-- para exterminar a los descreídos.
Detrás de ese genocidio patrocinado por la Iglesia había, como lo sigue habiendo, un interés estratégico: evitar que un Estado laico –el republicano-- se consolidase en España y acotare el poder económico y político de la religión organizada.
Ese poder económico se nutre del financiamiento del Estado español a la Iglesia Católica, de modo que las limosnas de los feligreses y las ganancias de los muchos negocios de ésta institución van a dar al Vaticano, limpios de polvo y paja.
Así, de los elevados impuestos que el hispano medio paga al Estado, una parte considerable se destina a financiar a la Iglesia y sus operaciones y los quehaceres de su muy gruesa burocracia, que además actúa como una organización de control social.
II
En México, como en España, la Iglesia ha combatido a los descreídos, en particular a aquellos situados en la estructura del poder político del Estado. Ha financiado, promovido y realizado incluso guerras fraticidas en varias modalidades execrables.
Se opuso, desde luego, a la Independencia y, luego, a la Reforma y más tarde a la Revolución, a la que le hizo la “guerra cristera” –adquirió armas y creó un ejército— y, desde entonces, ha continuado combatiendo bajo varias guisas al Estado laico.
La Iglesia Católica, como consorcio económico y organización política de control social, se nos ofrece en nuestra historia como enemiga del pueblo mexicano. Ello, aclárese, no significa que Dios, doquiera en nuestra psique, sea enemigo de México.
El contencioso mediático entre la Iglesia católica –a la que se sumaron otras iglesias cristianas— y la vertiente local defeña del poder político del Estado mexicano accedió a conflicto internacional a causa de matrimonios entre “gays” y poder adoptar hijos..
O, al menos, así parece. Por un lado, el Estado Mexicano y, por otro, el Estado Vaticano, que es un ente político formal, constituido, desde cualesquier perspectivas que se le quiera ver, la jurídica –el derecho internacional— y la cultura del poder.
III
El Estado Vaticano es, pues, un verismo insoslayable; es realidad no necesariamente enteléquica y moral, sino material y actuante. Para los demás Estados en el planeta, el Vaticano es una concreción organizada no por una sociedad, sino por intereses de poder.
Véase: el Estado Vaticano tiene, como el Estado mexicano o cualesquier otros Estados, sus elementos constitutivos definitorios: un pueblo –que llama “Pueblo de Dios” en muchos países--, un poder político que “sirve” a éste, territorio y soberanía.
“Su” territorio no es sólo el espacio, sin duda impresionante, que es su sede en Roma, sobre el cual ejerce soberanía. Pero ésta soberanía es trasnacional. El Estado Vaticano “tiene” soberanía sobre los mexicanos y quiere tenerla sobre el Estado mismo.
La historia de México está preñada, no sin incontables tragedias sociales, de conflictos entre personeros de la religión católica organizada para fines de poder político y económico, y mandatarios de voluntades sociales de laya laica.
Los primeros son identificados a cabalidad como clero político, siendo la política y su ejercicio un faenar inherente a la naturaleza humana, pero desviada falazmente hacia metas ajenas a la satisfacción de las necesidades espirituales de los mexicanos.
ffponte@gmail.com
jueves, enero 14, 2010
Columna Asimetrías. Entre el César y Dios…
Por Fausto Fernández Ponte
14 enero 2010
¿EDITORIAL ¿Limpiando el camino?
Año 8, número 3229
Jueves 14, enero del año 2010
Pareciera que la limpia operación coordinada de los marinos de aquí y de allá, hasta ahora incorruptibles (hasta ahora) en la que sin disparar un solo tiro lograron la captura del “Teo”, allá el Baja California.
Y sin que nuevamente el Ejército interviniera. Lo que da a entender el porqué Calderón ya piensa en retirar a los soldados de Ciudad Juárez, donde el poder corruptor del narcotráfico es absoluto. El que no hace las cosas a su manera, amanece muerto. Esa es la realidad.
Hace recordar que el “Teo”, al igual que los Beltrán Leyva, eran gente del ya legendario “Chapo” y que después se volvieron su competencia.
Dando motivo a pensar (por ahí dicen “piensa mal y acertarás”) ¿si nuestras Autoridades no le estarán haciendo el trabajo sucio a don Joaquín Guzmán Loera, allanándole de esa manera el camino para que suba unos cuantos peldaños en la prestigiada revista Forbes?
Porque si la Iglesia católica habla de moralidad, aquí ya todo puede suceder.
http://www.diariolibertad.org.mx/diario/index.php
Detrás de la Noticia. El estallido de todos tan temido II
14 enero 2010
El caso es que, hablando de asombros, la verdadera estupefacción es que en este 2010 en México podrá pasar cualquier cosa. Y que a todos nos debería de dar vergüenza estar hablando de esta posibilidad. A 200 años de la Independencia y 100 de la Revolución estamos peor que entonces. Porque a las pérdidas económicas, de identidad y de territorio hemos de añadir una pesada carga de desilusiones, rabias y tristezas que venimos arrastrando desde hace dos siglos.
A ver: hoy somos más pobres que nunca, más desiguales que nunca, estamos peor que nunca y más enojados que nunca. Un reporte de Investigación en Demografía Global se pregunta: ¿dónde está el núcleo social de la cada vez mayor frustración económica? Y concluye que se localiza no en el 40% de la población clasificada como marginal —los más pobres de los pobres— sino en el 20% de quienes se aferran con uñas y dientes a la clase media y el 33% de la clase trabajadora que se funde con la pobreza a secas. Y añade un dato inquietante: hace un año las familias con una “mala situación económica” representaban el 48%; ahora, los que enfrentan deudas impagables, los que han tenido que restringir severamente sus gastos personales y familiares... los que viven furiosos cada día, alcanzan el 71%. Es ahí donde están los candidatos al estallido.
No hay señales en el horizonte con algún destello de esperanza. No se requiere de ninguna dosis de pesimismo para prever 12 meses de oscuridades: si en estos tres años de calderonismo se han generado seis millones de nuevos pobres, el pronóstico para este 2010 es que según las expectativas de analistas entrevistados por EL UNIVERSAL, se generarán apenas 241 mil empleos formales, de los por lo menos dos millones que requiere este país; para nadie es un secreto que actualmente hay un fuerte deterioro del mercado laboral mexicano y que se estima un entorno de todavía mayor pobreza debido al magro crecimiento de, si acaso, 3%; si a ello añadimos una inflación de entre 5 y 9%, la cosa estará todavía más peliaguda; súmele usted la baja en los niveles de vida por la disminución en el poder adquisitivo del dinero, los aumentos de impuestos y el alza generalizada en bienes y servicios; añádase una irrefrenable crispación social y el panorama se presenta más aterrador que la llegada a La pavorosa casa de Usher del economista Edgar Alan Poe.
Es más, yo soy de los que piensan que el miedo y la furia ya están aquí. En forma de una suma gigantesca de miniestallidos personales y familiares a lo largo y ancho de ciudades y pueblos en toda la nación. Tengo también la impresión de un estallido soterrado y sometido a la pesada tapa de la olla exprés. Con un gobierno que no sólo no ha encontrado soluciones definitorias, ni siquiera desfogues a la enorme presión social que se ha venido generando en estos años recientes. Por eso el miedo al estallido es a la vez un mea culpa de parte de los pocos privilegiados de los poderes político y económico en un país que se resiste a celebrar. Pero que está dispuesto a conmemorar.
A ver: hoy somos más pobres que nunca, más desiguales que nunca, estamos peor que nunca y más enojados que nunca. Un reporte de Investigación en Demografía Global se pregunta: ¿dónde está el núcleo social de la cada vez mayor frustración económica? Y concluye que se localiza no en el 40% de la población clasificada como marginal —los más pobres de los pobres— sino en el 20% de quienes se aferran con uñas y dientes a la clase media y el 33% de la clase trabajadora que se funde con la pobreza a secas. Y añade un dato inquietante: hace un año las familias con una “mala situación económica” representaban el 48%; ahora, los que enfrentan deudas impagables, los que han tenido que restringir severamente sus gastos personales y familiares... los que viven furiosos cada día, alcanzan el 71%. Es ahí donde están los candidatos al estallido.
No hay señales en el horizonte con algún destello de esperanza. No se requiere de ninguna dosis de pesimismo para prever 12 meses de oscuridades: si en estos tres años de calderonismo se han generado seis millones de nuevos pobres, el pronóstico para este 2010 es que según las expectativas de analistas entrevistados por EL UNIVERSAL, se generarán apenas 241 mil empleos formales, de los por lo menos dos millones que requiere este país; para nadie es un secreto que actualmente hay un fuerte deterioro del mercado laboral mexicano y que se estima un entorno de todavía mayor pobreza debido al magro crecimiento de, si acaso, 3%; si a ello añadimos una inflación de entre 5 y 9%, la cosa estará todavía más peliaguda; súmele usted la baja en los niveles de vida por la disminución en el poder adquisitivo del dinero, los aumentos de impuestos y el alza generalizada en bienes y servicios; añádase una irrefrenable crispación social y el panorama se presenta más aterrador que la llegada a La pavorosa casa de Usher del economista Edgar Alan Poe.
Es más, yo soy de los que piensan que el miedo y la furia ya están aquí. En forma de una suma gigantesca de miniestallidos personales y familiares a lo largo y ancho de ciudades y pueblos en toda la nación. Tengo también la impresión de un estallido soterrado y sometido a la pesada tapa de la olla exprés. Con un gobierno que no sólo no ha encontrado soluciones definitorias, ni siquiera desfogues a la enorme presión social que se ha venido generando en estos años recientes. Por eso el miedo al estallido es a la vez un mea culpa de parte de los pocos privilegiados de los poderes político y económico en un país que se resiste a celebrar. Pero que está dispuesto a conmemorar.
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